14

34 6 5
                                    

Omnisciente.


Capítulo catorce: "La astucia depende de tu inteligencia".


La cifra de niños desamparados ha aumentado considerablemente desde hace un tiempo, unos seis años como mínimo. Tal cosa es alarmante. Estos niños no tienen finales felices, pues terminan en manos de pedófilos, del tráfico de órganos, en trabajos forzados o usados y asesinados.

Suerte y dicha la de aquellos acogidos por orfanatos, por familias amorosas o una figura materna o paterna.

Una masacre, cero supervivientes... ¿No?

Robin escribía sobre un papel, rodeada de documentos, libros, dibujos e imágenes. La luz de las velas empezaba a ser insuficiente cuando la tarde acabó y la penumbra se presentó; aún así, ella no apartaba la vista de lo que hacía, leía libro tras libro, escribía en hojas sin parar, ojeaba periódicos y resaltaba con tinta lo que encontraba. Observó el rostro de una persona en específico, un niño que aparecía en los titulares, cubriéndose como podía, aunque sin mucho resultado debido a las múltiples personas alrededor suyo, tratando de cualquier manera verlo.

Acercó un libro grande y grueso de tapa roja a ella, pasó las hojas tranquilamente hasta que encontró lo que buscaba. Sonrió ante aquello.

Arrancó la hoja y se alzó, tomó una chincheta y pegó con ella el papel al tablero de corcho. Volvió a su escritorio, miró el libro rojo otra vez, la brisa movió las páginas y terminó justo en una que Robin todavía no descifraba. Un nombre sin imagen, la página con rastros de humedad y algo desgastada; frunció el ceño, ¿qué cosas ocultaba esa persona tras su bello rostro y tierna sonrisa? ¿Qué recuerdos no se atreve a revivir? ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde entonces?

No lo sabía, pero algo era seguro... Los secretos siempre salen a la luz.



...



Sintió frío contra su mejilla, la frotó un poco con el propósito de calentarla, pero volvió a sentir frío. Giró su cabeza tratando de alejarse de aquello, aunque sin éxito pues no lo dejó en paz.

Empezó a ser consciente de toda la luz que ya había para ese momento, eso molestó a su vista a la hora de abrir los ojos, mas la luz fue opacada por la silueta que se presentó ante sí.

—Agh... ¿Acaso no tienes nada que hacer?, cocinero—. Dijo, mientras que con su antebrazo cubría sus ojos, intentando adaptarse a la iluminación.

—Lo mismo me pregunto yo. ¿No se supone que deberías ir a recibir los nuevos estantes de la biblioteca?— Se agachó para quedar cara a cara con el espadachín quien sentado en el pasto, bajo un árbol, se estiró, dejando ir toda su pereza.

El de aretes miró al cielo, específicamente al sol.

—Aún no es hora. Ve a joder a otro lugar—. Entrelazó sus dedos y llevó sus manos sobre su nuca. De inmediato, recostó su peso sobre el tronco del árbol.

—Qué pena... Tendré que compartir esta botella con Robin-chan en la biblioteca—. Sostuvo entre sus manos una botella de tonalidad verde oscuro, con una etiqueta en caracteres japoneses. Se enderezó y levantó, vio al contrario desde arriba con una sonrisa. Se encogió de hombros y siguió.

—Ni siquiera sabes qué bebida es, seguro que nunca has escuchado de ella. Muy buena para tu gusto—. Hubiese seguido hablando si no fuese por la interrupción de Zoro.

Ruleta rusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora