Omnisciente.
Capítulo diecisiete: "A veces sólo necesitamos admitirlo".
El color rojo de sus mejillas, la sudorosa piel, los llorosos ojos, los leves temblores, sus jadeos y sobre todo la mojada entrepierna conformaban al pobre Sanji que luchaba internamente consigo mismo a la vez que trataba de asimilar todo lo que pasaba.
Minutos antes, el valor, el coraje y la adrenalina lo invadieron al presenciar las atrocidades cometidas por la mujer alfa que por tanto tiempo había respetado y tratado como a su propia madre. Pero ningún buen trato podrá alguna vez cambiar la forma en que alguien retorcido actúa.
Por los ruidos, las voces y por las huellas de sangre pudo dar con el paradero de ambos alfas en cuestión de segundos. No era capaz de sentir aromas por la cantidad exagerada de píldoras tomadas momentos atrás. Aunque de nada sirvieron puesto que los alfas ya se encontraban en una pelea de feromonas que no tardó mucho en afectarlo.
De todas maneras, el blondo se las arregló para poder hablar e intentar razonar con la mujer.
Pero bien sabido es que no puedes detener una bala ya disparada.
Apretó los labios en un intento por callar los patéticos quejidos de dolor que se le escapaban debido al celo. Tenía fiebre y experimentaba punzadas no muy agradables en el vientre, a lo que sólo pudo reclinarse hacia enfrente, tratando de hacer presión ahí para calmarse.
—E...res idiota... —trató de decir el peliverde —Sa...bías que no tenías oportunidad entre dos alfas, y aún así t-tú...
Zoro yacía sobre el piso, con la cabeza apoyada en el regazo del rubio, rozando continuamente su mejilla contra el muslo de este. Fue de manera inconsciente que lo empezó a hacer, pero le agradaba sentir la calidez y el aroma de Sanji tan cerca de él. Además, su cuerpo comenzaba a temblar por la insuficiencia de sangre.
—Ca...lla —sus dedos, en la cabeza del de aretes, tuvieron la intención de jalarlo del cabello, mas terminó dando suaves caricias que sacaron suspiros casi imperceptibles de la boca del contrario.
Nula era la fuerza que le quedaba, o eso creía, porque con sus brazos rodeó la cintura y caderas del oji zarco, y su rostro quedó cerca del vientre del otro.
Para Sanji no hubo explicación coherente para lo que pasó a continuación, pero una calidez y sensación de euforia lo envolvieron como suave manta. Incluso el malestar físico bajó, dejándolo lo suficientemente consciente para percatarse de la palidez del espadachín.
Como un balbuceo tembloroso y en un tono bajo, Zoro soltó:—Cocinero... ¿ya te había dicho... que hueles bien? —con un apretujón pegó su rostro aún más al de piel nívea y tomó una profunda exhalación sintiendo el aroma a mango llenarlo de un sentimiento de felicidad.
Sí, por primera vez desde que conoció a Sanji, sentía felicidad pura el sentir la preocupación del omega en sus feromonas. Y este, ahora más cuerdo, abrazaba con fuerza al de pendientes, provocando una escena similar a la de un pequeño niño dormido pacíficamente, con su peluche favorito abrazado.
Cuando el calor disminuyó en el cuerpo del alfa, el corazón del rubio palpitó fuerte. Como si se tratase de una advertencia, una muy seria que le decía que si ese calor tan reconfortante se iba, él también.
Por su parte, Zoro ya no sentía nada a su alrededor, sólo la presencia y aroma del omega que se intensificaba con el pasar de los minutos debido a su estado y la estresante situación que atravesaba. Aunque quiso verlo a los ojos no pudo. Lento pero seguro perdía sus habilidades motrices.
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Ruleta rusa
Historical FictionLa vida es como una ruleta rusa, apuesta por el número correcto y ganarás; pero, apuesta por el número incorrecto y perderás. Sanji había apostado por el número incorrecto, y ahora, tendría que afrontar las consecuencias. Hasta que al parecer, su mu...