Introducción

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Soer

De pronto, la tierra se remece; me sobresalto, levantándome de la cama.

—¡Mierda! —grito junto con un sonido ensordecedor.

¿Qué ha sido ese remesón? ¿Acaso ese ruido es de La Sirena? No creo que haya un tsunami. Suspiro, restriego los ojos con mi mano, arden un poco y puedo notar que me he quedado dormido... meto mi mano en el bolsillo de mi pantalón y agarro el teléfono... ¡Son las 4 AM! Por ser estas horas de la noche, de seguro está despertando a todo San Francisco. ¿Pero, por qué está sonando?

Camino a tontas y a medias para observar el exterior por la ventana. Una sombra gris cubre una parte de la ciudad, muy allá en el fondo del horizonte, sé que se produjo al Suroeste... veo un....

—¿Es La Sirena? —pregunta Alín, con una voz que apenas se oye por el ruido. Pero estoy tan acostumbrado a escuchar su pequeña vocecita, que podría hallarla en medio de este enjambre de sonidos.

La veo sentada en la cama, dando un largo bostezo, con esos ojos a medio abrir, y su cabello tan desordenado como un enjambre de paja seca. Pero ella comienza a asustarse, mirando fijamente la ventana, aún teniendo sus ojos semi cerrados. Me alejo de la vidriera para estar con ella, dirigiéndole una sonrisa forzada; me instalo en frente para estar cerca de su rostro; y esos ojos que emanan curiosidad. Aún sigue cansada por despertar de golpe, por vivir todas esas aventuras en sus sueños.

—Es La Sirena. Pero no te preocupes, es sólo un simulacro.

Ella mueve su cabeza atontada, bostezando, cubriendo su boca con su pequeña mano, y me río porque no reacciona como debería. Escucho la puerta abrirse de golpe, provocando un estruendo. Giro...

—¡Soer! Ven. Quiero hablar contigo —mi madre saca un alarido, todo lo opuesto a esa voz baja y seria que normalmente usa.

Asiento, mirándola con seriedad. Me levanto de forma ligera, pero algo jala mi polerón y, al notar que Alín me mira con sus enormes ojos grises, le sonrío para que pueda volver a dormir. A su lado, acurruco su panda de peluche favorito, ella lo abraza; realmente quiere seguir durmiendo. Camino hasta llegar al umbral, mirando los ojos negros de Moon, aunque sólo fueron unas simples zancadas para llegar a ella, ya que esta es la habitación de Alín; una muy pequeña y colorida de tonos pasteles. Admito que nos hemos quedado dormidos juntos, con la luz encendida, todas estas horas. No pude evitar contarle uno de sus cuentos preferidos y dormir a su lado.

—¿Tú sabes por qué La Sirena está resonando? Alín comenzó a asustarse cuando lo notó. Qué bueno que el sueño le ha ganado, o si no estaría llorando...

Por su mirada, dice miles de cosas aún sin abrir la boca. Hace una mueca con su rostro y se aleja de mí, dando pasos cortos hacia el baño. Yo la sigo para que no me regañe como la otra vez. Enciende la luz.

Ya lo pillo, el ruido de La Sirena no llega tanto hasta acá. Pero antes de que yo diga otra palabra, ella comienza a hablar, se detiene no sin antes cerrar la puerta y sentarse en la tapa del inodoro, y su rostro pensativo aparece.

—Sospecho que es un aviso de los Encapuchados, eso significa que han llegado. La Sirena es para que toda la ciudad esté dispuesta a marcharse... o si no... habrá una masacre. Quizás un posible ataque terrorista... es una suposición.

Eso ya lo sabía, es más que obvio que ellos llegarían en cualquier momento. Pienso. Cierto, no se lo puedo decir directamente. Está más que claro. Fingí no saberlo todo este tiempo, y basándome en los ataques anteriores, no es tan difícil sospechar. Pero sigo estando callado, por si ella alardea otra respuesta. Pero sólo se mantiene sentada, apretando sus manos con firmeza...

Ladrones de Insignias © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora