Ha pasado una hora y sigo aquí, sentada junto a otros que permanecen en el comedor, preocupados por lo que está sucediendo allá afuera (sigo sin entender cuál es la razón por la cual mamá está más desesperada que antes, y todos los Militares se encerraron en una de las salas de hotel) Sé que los Encapuchados están lejos de este hotel, pero lo que acabé de ver hace media hora es que ya atacaron a otro hotel, al frente de una plaza. Soer me dijo que era el hotel que está en Unión Squareque o algo parecido. ¡Que está una cuadra de aquí! Nunca he podido aprenderme los nombres de las calles.
Repentinamente, siento algo que arde dentro de mí, me dan escalofríos diferentes a los que he presenciado por el miedo o por una ventisca, capto que algo incómodo va a ocurrir. Este dolor en mi estómago me avisa una cosa: ir al baño. No puede ser. No sé dónde está el baño de esta planta. Me encorvo hacia abajo, casi chocando la cabeza con mi estómago, pero apoyo mi cabeza en la mesa para que no me duela el cuello. Siento como un ardor debajo de mi estómago, no creo haber comido algo que pudiera hacerme mal. Cierro los ojos, arrugando mi rostro, mientras intento aguantar el dolor que me invade y me aterroriza. Es un dolor constante que no me deja respirar normalmente.
—¿Estás bien? ¿Alín? —escucho la voz de Soer, parece estar muy preocupado.
Muevo la cabeza de derecha a izquierda aún pegada a la mesa, no puedo hablar en estas condiciones por los dolores. Siento unos brazos muy familiares que me toman con firmeza, como si fuese un oso de peluche que, al ser abrazado, siente aparecer ese mismo amor que tanto me gusta. Me levanta de la silla. Capto ese olor que se repite dentro de mi cabeza, y Soer me ayuda a caminar hasta la puerta del comedor, ya que insisto en mantener los ojos cerrados mientras pasamos por el laberinto de mesas. Me aprieto el estómago con fuerza, intentando calmar esta incomodidad, abriendo los ojos para acordarme del camino hacia al baño, sigo mirando mis zapatillas que avanzan con la ayuda de mi hermano.
Creo que este dolor es diferente a los otros, puedo diferenciar el dolor de estómago por comer algo malo, por comer muchos dulces, o el dolor provocado por una caída o por una herida. Esto es diferente, pero no sé qué es.
Salimos del gran comedor y doblamos hacia nuestra derecha por un pasillo muy ancho e iluminado, hay dos letreros, uno dice "Hombres" y el otro "Mujeres" ... mi hermano me conduce al baño de mujeres.
—Te espero en el pasillo.
Entro al baño arrastrando los pies. El dolor me sigue perturbando mientras ingreso a una de las cabinas de color rojo; pongo el seguro, me desabrocho el pantalón cuando de repente noto algo húmedo entre mis piernas antes de sentarme. Me miro con precaución ¡y veo que comienza a asomar algo como sangre entre mis piernas! ¿Sangre? ¿Qué es esto? Comienzo a desesperarme, intento ver si tengo alguna herida que haya provocado este derrame de sangre, entre mi estómago y mi entrepierna, pero no encuentro ninguna. El susto se apodera de mí de una manera espontánea. ¿De dónde ha salido esta sangre?
—Soer. Soer —susurro, tratando de gritar—. Soer ¡Soer! ¡Soer!
De repente la puerta de entrada del baño se abre con fuerza, mientras que yo me quedo parada, observando cómo asoma más sangre todavía.
—¡Alín! ¿Qué pasa? —pregunta con desesperación.
—Estoy sangrando, ¡pero no tengo heridas! —Respondo, sin creer lo que he dicho—. ¡Soer! ¡No entres! Por favor, busca a mamá.
No veo su rostro, pero conociéndolo sé que se sintió herido de que necesite ayuda de alguien que ahora no es él y creo que, además, se sintió decepcionado de sí mismo por no poder ayudarme, ya que soy una niña y él es un chico mayor. ¡Me da vergüenza!
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Novela JuvenilHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...