Me fijo que nos estamos dirigiendo a un callejón oscuro. Pero ese callejón conduce a la parte trasera de nuestro hotel: es como un pasadizo secreto de emergencia hacia el edificio. Aferro con mi mano la de Alín para que no entre en pánico al entrar en el pasadizo oscuro. Nos detenemos y trato de alargar mi cuello para ver qué sucede. Aquel ruido penetrante me dice que es un portón lo que ellos abren. Tocan y gritan algo desde el otro lado de la puerta. Segundos después escucho que la abren. Nos adentramos lentamente. Sí, también cuidan esta entrada, no logro contar cuantos hay aquí. Seguimos caminando por otro pasadizo algo oscuro. Miro hacia atrás y noto que, en el portón negro, al cerrarlo, ponen un dispositivo, creo que es una alarma por si los Encapuchados se acercan. Una vez Moon puso uno de esos en la casa.
Atravesamos la puerta de emergencia y de inmediato nos encontramos con una bodega gigantesca, repleta de estantes metálicos con cajas y más cajas cerradas. Apuesto que es comida, medicinas, frazadas o lo que sea. O simplemente están vacías. Nos retiramos las máscaras ya que aquí no parece haber peligro de algún químico o ácido. Las grandes lámparas rectangulares están conectadas al techo de cemento igual que toda esta bodega. Camino por un laberinto de estantes sin soltar la mano de Alín. Ahora, este silencio me aterra, como si de repente pudiese aparecer algo que podría acabar con nuestras vidas, como las típicas películas de acción o de terror, cuando todo está tranquilo, silencioso o bonito, aparece el terror, como lo que ha estado ocurriendo en estos últimos y largos minutos.
Sí, los minutos son infinitos, avanzando con pasos sigilosos por este lugar lleno de enormes refrigeradores encendidos, que provocan un frío más doloroso que el de allá fuera, congelando poco a poco mi cuerpo. El vaho de mi aliento sale desde mi garganta de un modo evidente.
—Wouw, sí que hace frío en esta bodega —agrega una Militar, que está a unos pasos más delante de los míos.
Observo las cajas mientras avanzo. Me hacen recordar cuando estaba empacando mi ropa y las guardaba en unas cajas cuando supe que había sido adoptado, al igual que mis amigos que de seguro sintieron lo mismo, me sentía aliviado porque mi momento había terminado; siendo parte de una familia, junto Alín. Para ella era lo mejor pertenecer a una familia, como todos, pero no todos cumplieron su sueño. Solamente nosotros.
Llegamos a la única puerta que encontramos, decidimos traspasarla cuando nos topamos con la cocina vacía y desordenada. Una ruma de platos sucios cubre un gran mesón de aluminio, algunas llaves están abiertas y escucho el agua salir y rebalsarse hacia el suelo. Algunos militares cierran las llaves para no inundar todo. Salimos y nos topamos con la sala comedor principal del hotel, todo está casi vacío. La gente está desesperada: trasladan sillas y mesas a alguna parte, otra gente está en el suelo, incluso esa vieja rica que me miraba mientras bebía café, disimulando su rabia, ahora parece tener miedo, agarrando fuertemente su bolso de cuero, sentada en una silla a un rincón. Menos de la mitad de las mesas y sillas que había siguen aquí. ¿Qué pretenden hacer con ellas?
—¿Qué está sucediendo? —pregunta la mujer Rubia.
—Las estamos poniendo en la entrada como barricada para impedir que los Encapuchados ingresen al hotel, por si se acercan, por si irrumpen la valla de la calle —responde un hombre al que nunca he visto en mi vida, ayudando a otro a arrastrar una mesa.
Eso significa que los Encapuchados aún no se han acercado a este hotel, que no nos han captado saliendo del supermercado, y por lo visto muchas de las personas han huido a otros sectores de la ciudad de San Francisco, a buscar sustento para sobrevivir...creo.
Decido caminar en compañía de Alín, mirando a Cáspian de vez en cuando para asegurarme que realmente está bien. La puerta que conduce a la sala principal está abierta, y sin importarme qué está haciendo el resto, lo único que quiero es ver a Moon y a mi hermano. Llego al lobby y todos están bajando las escaleras para trancar la puerta con sillas y mesas, cubriendo las ventanas que dan a lo largo de la sala principal, trabajando en equipo, como siempre.
Todos parecen estar confundidos por causa de este atentado. Miro todo el desorden, y me apeno un poco al ver que esta hermosa sala lujosa, ahora no es más que un verdadero basurero de cosas arrumadas y tiradas en un rincón.
Astur aparece de pronto y se acerca a nosotros dando un trotecito algo torpe.
—¿Cómo estás amigo? Nos tenías preocupados cuando supimos que no pudieron llegar al punto de rescate.
—Estoy bien. Sólo quiero ver a mi familia.
—¿Y Cáspian?
—Está allí.
Él asiente algo melancólico, algo que no es muy común en él. Suspira, apoyando sus manos en sus caderas, de seguro está pensando cómo pude yo ir, junto con Alín, allí afuera, sabiendo lo que nos puede pasar si damos un paso en el exterior. Sabiendo que este ataque no nos pertenece.
—Bueno... ¡Me alegra que sigas con vida, amigo, al igual que la pequeña Alín! —dice, con respiración cansada, dándome un abrazo.
Al separarse de mí, noto que él está completamente sudado, parece que hoy le ha tocado algo de trabajo en trasladar mesas y ayudar a los otros.
—¿Dónde están Moon y mi hermano?
—Ellos están encerrados en su habitación. Moon se puso histérica al saber que ha fallado el rescate y que estaban encerrados en ese supermercado. Quería ir a buscarlos, pero la encerraron para que no se arriesgara.
—Bien. Iré para que se tranquilice. Gracias por la información.
Miro hacia la barricada y veo a Cáspian llegando hacia nosotros.
—¿Estás bien, Amigo? —pregunta Astur algo preocupado, mirándole de pies a cabeza, de seguro él supo que Cáspian también fue al supermercado—. Estábamos muy preocupados por ti. Te ves horrible.
—Estoy bien. Y gracias por decirme feo, solo estoy empolvado y con algunos raspones. No te preocupes, ya bañado me veré guapo como siempre.
Astur se ríe y le da un golpe en el hombro a Cáspian, este se queja de dolor y se ríen juntos. Giro todo mi cuerpo hacia Alín de forma inconsciente, pero no la encuentro a mi lado, comienzo a desesperarme al no verla, en medio de toda esta multitud.
—¿Dónde se metió Alín?
Le busco entre tantos rostros. ¿Por qué le cuesta tanto quedarse a mi lado por un rato?
—¡Allí está! —apunta Judith.
Al mirar hacia el lugar apuntado, la veo a ella, admirando una enorme pecera que no me había dado cuenta que estaba allá en esa pared de agua cristalina. Llego hasta a ella que se ríe por los peces de colores anaranjados y azules, esos pececitos no saben lo que está sucediendo. Ella se da cuenta de mi presencia al acercarme y me sonríe. Alín, a pesar de todo, sigue siendo la de antes, transformando mi vida en algo bueno.
—Voy a llevarte a nuestra habitación, estarás más segura allá —le digo, incómodo por haber asegurado que estaría más segura en el supermercado conmigo que aquí en el hotel—. Vamos.
Ella toma mi mano con fuerza y caminamos por la sala para acceder a la escalera que está más al fondo, giro mi rostro hacia Astur que conversa con una Recluta, al mirarme de reojo, y con una seña, le hago entender que estaré aquí dentro de unos minutos para ayudar a cuidar la puerta del hotel.
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Genç KurguHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...