Soer
Me muevo para estar más cómodo, mientras escucho los parloteos molestos de Cáspian que igual me provocan risa, y me alegra ver cómo es él a pesar de todo lo que estamos pasando, y eso me calma. No sé qué sucedió, pero me alegra volver a ver a mi hermanita, que es la persona que más amo en este mundo, a mis amigos a mi lado, y constatar que no me han abandonado aún después de creer que yo había muerto, o eso sospecho.
Cáspian se detiene por completo. Da un suspiro muy hondo, me mira con una alegría que contrasta en su rostro tan sucio, lleno de polvo como todos nosotros. Le digo, como un susurro, lo feo que se ve con todo el polvo de cenizas, pero él no me toma en cuenta. Tiene una herida en la frente, ni siquiera se ha dado cuenta de ello, puede ser por la adrenalina. Mi cuello duele, pero mi cuerpo no lo siento. Los pocos Militares revisan a los caídos, deseando que uno de sus amigos esté vivo. Aunque sus rostros dicen lo contrario mientras revisan a sus compañeros.
—Voy a buscar a mi familia, para irnos todos juntos —agrega Cáspian, agitado.
Moon se levanta y detiene a mi amigo. ¿De qué estaban hablando? Aún estoy aturdido, apenas puedo escuchar bien. ¿Qué le dijo Moon a Cáspian?
Laron se levanta y lo sigue. Los veo aún aturdidos, cojeando, lo digo por sus formas de caminar. Ellos desaparecen por las escaleras, cuando Moon comienza a reforzar la venda de la herida en mi pecho con una tela café, rasgada, pero limpia, que sacó de la camisa de Astur. Creo que es la de él, reconozco esa camiseta amarillenta que tanto le gusta usar.
—Tienes una hermana muy valiente —susurra él, ignorando un poco a Moon, mientras ella hace lo mismo—. ¿Quieres que te cuente lo que hizo por ti, por todos nosotros...?
Frunzo el ceño, aturdido todavía; veo un poco borroso y los ruidos son ecos heredándome dolores de cabeza. Todavía me arde la herida, me pica y duele. Miro a Moon para confirmarle que sí me duele. Afirmo con la cabeza a Astur, esperando a que me lo diga. Siento un pequeño viento que proviene detrás de mí. Ahora recuerdo que la entrada ya no existe, sólo hay humo y viento, y un montón de muertos tirados por cada rincón, ¿o son los escombros del hotel?
—Ella vio que habías muerto, y no sé cómo, pero en un segundo hizo flotar los vidrios rotos que estaban tirados en el suelo, impulsada por la rabia y la tristeza que sentía por tu muerte, creo yo... Mató a los Encapuchados de manera instantánea. Así, en un segundo —dice, chasqueando los dedos, muy impresionado.
¿En serio hizo eso? Quizás no se dio cuenta, por las circunstancias, pero demostró lo que ella es. No quería que ella mostrara su... cualidad, por mi culpa. No debió hacerlo. A Moon parece fastidiarle la conversación, y a mí también. ¿Acaso ella la vio expandir su don? Suspira un poco, termina de vendarme con sus manos un poco temblorosas que llegan a tocar mi herida por accidente, veo su rostro con algunos raspones, empolvada de pies a cabeza. Su piel morena, parece no estar tan suave como antes, y esos raspones en sus manos me preocupan. Escucho un ruido, ella levanta la cabeza dando un grito, me ve por unos segundos, sonriéndome a duras penas y decide ir a conversar con uno de los Militares. ¿Acaso la llamaron, o ella decidió ir?
Astur da una leve sonrisa mientras se sienta a mi lado, apoyándose en el sofá que ha sido girado boca abajo o es lo que mis ojos ven. Se queja de dolor y se revisa el hombro, está herido, pero lo ignora. Puedo ver el rostro fruncido de Astur, porque no sé muy bien si estoy delirando o él está comunicando algo. Creo que ha dicho algo, porque espera alguna cosa de mí...
—No me encuentro muy bien —susurro.
Las cosas dan vueltas, es como estar dentro de un remolino, y siento que dentro de unos segundos caeré al suelo de nuevo. Sé que mi amigo reacciona y llama a Moon, lo sé porque ella llega hasta a mí para examinarme.
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Teen FictionHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...