Sigo leyendo "Don Quijote de La Mancha", es un libro un poco antiguo; es lo único que me aleja de lo que hay allá afuera, ignorando todo, como siempre he hecho y es lo único que me hace seguir con vida: manteniéndome egoísta y frío.
La habitación ahora está tranquila, me siento relajado en esta silla acolchada de la mesa, pero mi mente, aunque esté leyendo, aún sigue pensando en este problema. Los Encapuchados pueden venir en cualquier momento y aún no se ha dicho nada, y eso nos tiene a todos muy molestos.
Miro la entrada de reojo y sólo puedo ver el pasillo del tercer piso del hotel. Estoy solo aquí porque Moon está ayudando a cuidar a la abuela de Brooke. Hace unos minutos fui a verla, ya que tengo conocimientos en medicina. Pero prefiero que Moon la cuide. Unas risas y quejidos aparecen desprevenidamente. Aparecen mis tres mejores amigos: Cáspian, Laron y Astur. Me río al ver a Cáspian y Astur empujándose y golpeándose como cuando eran niños y, Laron, que mueve sus manos diciéndome "estos dos nunca van a cambiar", y yo coincido con él mientras pone sus ojos en blanco, rindiéndose ante las niñerías de los otros dos.
—Permiso, Soer...
—Adelante, chicos.
Se sientan a mi mesa, mientras se ríen de algo que no sé y en realidad tampoco me interesa, no se me da mucho eso de la curiosidad, eso se lo dejo a Alín y a los chicos, eso lo entienden perfectamente.
—Hemos visto al pequeño Spen en la Sala de Juegos. Yo me hubiera quedado en ese paraíso, pero me obligaron a salir de allí—habla Cáspian, volviendo con esa alegría y entusiasmo—. Así que dijimos "nuestro querido Soer, como siempre, debe de estar solito en algún lugar, leyendo su libro como un ermitaño gruñón..."
Otra vez con sus sarcasmos e idioteces, Cáspian es así de burlón tirando chistes a todo el mundo, como también era experto coqueteando con las chicas en las clases. Admito que es el más guapo de nosotros ya que, a su manera, él siempre está seduciendo; algo caprichoso y completamente quisquilloso, con ese cabello rojo oscuro y un poco largo, casi negro que vuelve locas a las chicas. Aunque su físico es algo escurridizo, sé que es fuerte, porque lo ha demostrado. En comparación con Astur que es el más corpulento de nosotros, tan alto y con su piel muy morena. Él dice que viene de África, aunque poco sabemos de ese continente. Solo sé que fue devastado por nuestros enemigos, los Encapuchados, hace 10 años. Aunque las fechas están mal; estamos en 2054, y la fecha de la ocupación en áfrica dice exactamente que fue en 2042, eso explica que ha pasado 12 años de esa ocupación, aunque la fecha oficial dice que ha pasado 10 años. A veces las personas mienten para cubrir la verdad de los hechos.
Mis amigos dicen que yo también llamo la atención de las chicas, pero a mí en este momento no me interesan. Aunque no entiendo por qué les iba a gustar a las chicas: soy frío y distante, no soy para nada bromista, excepto con Alín o Spen. En eso me gana Laron, que es el tierno de nosotros, aunque tengo que decir la verdad sobre él, es el maduro del grupo. Puede que al no hablar sea una discapacidad para él, pero sigue siendo un chico maduro y responsable.
Astur parece estar feliz ante el comentario del Chistosito.
—No es para nada gracioso —comento seriamente, mientras mi mirada pasa ante los dos, fríamente, como si quisiera asesinarlos con mi contemplación.
Los dos detienen su risita a costa mía, al darse cuenta de mi poca paciencia ante ellos, mientras que Laron mueve sus manos nuevamente: "Lo que pasa es que estos dos son inmaduros, y para que ellos encuentren su madurez sería el día en el que envejezcan". Me río por lo que ha dicho Laron a través de sus manos. No es necesario leer nuestros labios para entendernos perfectamente: él escucha muy bien, solamente que es mudo.
—¡Somos muy maduros! —exclama Astur, mientras deposita un golpe que intenta parecer violento sobre la mesa con su puño grande. Casi rompe la mesa.
—Sí, Astur tiene razón, lo que pasa es que hay que mirar lo bueno de la vida y disfrutarla al máximo, especialmente en el momento en que nos encontramos, y como ya no somos huérfanos desde hace 5 o 6 años, teniendo nuestras familias... a menos que los Encapuchados...—se detiene Cáspian, con su voz que se pone de un momento triste al igual que nuestras caras.
Nos quedamos en silencio, Cáspian trata de cambiar el tema medio culposo por haber metido la pata, pero creo que ya es demasiado tarde para cambiar algo tan estúpido como sus comentarios desubicados que a veces suenan aterradores. A veces la torpeza de sus comentarios arruina muchas cosas y eso me enfurece, deseando darle una patada en el culo, literalmente. Hace unos meses, Laron estaba por cumplir los 19 años, le teníamos preparada una fiesta sorpresa, hasta que, cuando Cáspian, para hacerse el lindo con unas chicas de nuestra clase, gritó a los cuatro vientos que las invitaba a la fiesta de Laron: lo arruinó por completo, ya que Laron estaba ahí con ellos. Laron es mudo, pero no sordo. Y eso ha ocurrido muchas veces. Así que decidimos no informarle de las fiestas antes de lo previsto, sino que el mismo día lo invitábamos, a última hora para que no lo arruinase, o a veces ni siquiera lo invitábamos. Aunque de todas formas aparecía...
Y pensando en eso, en ser arruinado, no quiero que suceda.
—No dejaré que la felicidad de Alín y de mi familia se destruya por completo —comento sin pensarlo—. No voy a permitir que eso pase.
Ellos me quedan mirando con preocupación, sé que ellos sienten lo mismo por sus familias, siento que esas palabras los identificaron tanto como a mí. Asienten con tranquilidad, como yo ante mí mismo, sin darme cuenta de lo que hago. Aunque evitamos demostrarlo, les tenemos miedo a los Encapuchados. Ellos fueron los culpables de cometer ese atentado hace 39 años, ellos hicieron que millones de personas se unieran en contra de todos los que se oponían a ellos, explicando tener una nueva ideología para tener otra mentalidad hacia nuestra vida. Sabíamos que ellos se prepararían y entrenarían, para un día hacer lo mismo, y volver a desestabilizar a muchos países, y si es posible a todo el mundo.
Y volvieron.
—Tenemos que dar lo mejor de nosotros para proteger a nuestras familias, estar unidos, siempre —habla Cáspian, su voz es seria y opaca, pero sincera en lo que transmite.
Sin más que añadir.
—Estoy muy preocupado. Ojalá los Líderes de los Militares realicen un plan para sacarnos de este hotel y así alejarnos de los Encapuchados... que nos saquen de aquí tan pronto como lo prometieron... no quiero estar más encerrado.
—Nadie quiere eso, Astur —le doy consuelo, aunque a veces no sé qué tipo de consuelo les doy. Al fin y al cabo, no soy bueno para estas cosas—. Solo hay que dejarles hacer su trabajo, sabes que no podemos hacer nada en situaciones así.
Un ruido nos hace saltar y echamos una hojeada a la puerta.
—¿Qué pasará si nuestros padres mueren por los ataques de los Encapuchados? ¡Nos quedaremos huérfanos! ¡No tenemos nuestras insignias, sino nuestros padres! No tendremos futuro en Ákoran...
Miro a Spen que está parado debajo del umbral, sus ojos lagrimosos me sorprenden.
—¡Sin nuestras insignias no somos nada! —grita con fuerza.
Me levanto de golpe, pero antes de dar un paso, él desaparece con una corrida muy rápida saliendo del departamento.
—¡Spen!
—Todos nos sentimos así, Soer —murmura Cáspian—. Tiene tanto miedo como nosotros. Él nunca fue huérfano, y serlo después, eso sería...
¡Maldita sea! Spen debe sentirse aturdido por todo esto, como Alín. Gracias a Dios ella está durmiendo, soñando, y ojalá sueñe con algo tierno como las cosas que a ella le gustan. Algo que nosotros no podemos hacer; soñar algo lindo, porque nosotros sí soñamos, pero soñamos la realidad, y la realidad no es algo bueno.
ESTÁS LEYENDO
Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Novela JuvenilHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...