Capítulo 25

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—¿Qué hora es? —pregunto.

Mamá mira su reloj de mano.

—Son las 10:24 minutos. Casi las diez y media —responde Spen, muy decidido.

—Bien, tenemos tiempo suficiente —suspira ella—. Vamos niños, no quiero encontrarme con los Encapuchados.

Ella da los primeros pasos con un arma en las manos, no sé qué tipo de arma es, aunque sé que es un rifle de asalto, mamá lo nombró de esa manera. De seguro mi hermano lo sabría de inmediato si estuviese con nosotros. Aunque, sin querer, cada vez que veo un arma me acuerdo de él, ya que siempre habla de armas, una y otra vez, algo que a veces me aburre, pero no me aburro de él, sino del tema. Mamá encontró esta arma en una habitación, en el fondo de este Bar. Spen y yo la seguimos, avanzando detrás de ella, esa fue su orden. Salimos con cuidado del Bar y ella suspira. Abrazo con fuerza a Motas y sujetando la mano de mi hermano.

Agradezco que hayamos salido a esta hora, lo que hace que me llegue un gran descanso, ya que no hay tanta oscuridad. No da tanto miedo. Digo a cada minuto que nadie está cerca de nosotros, espiándonos o arrinconándonos hacia trampas mortales, como susurra Spen. Creo que tener esta cualidad, tiene sus "privilegios", otra palabra que me enseñó Soer, aunque entiendo muy bien su significado. Miro a mi hermano y todo pensamiento me descoloca. Tengo miedo de separarme de su lado.

A ratos, Spen cuenta chistes, lo ha pedido mi madre para tranquilizar el camino, y de seguro también sus nervios. Pero cuando a Spen se le agotan los chistes, comienza a hablar sobre muchas historias que ha visto en películas antiguas y series de televisión, para aliviar el momento. Creo que él tiene baterías de esas que se cargan por si solas, o sea que nunca termina. Eso me agrada de él, y se lo agradezco. Pero luego, de pronto ha dejado de hablar.

—Por favor, Spen sigue hablando. Eres inteligente, habla sobre algún dato que sabes.

Ahora, no puedo ver el rostro de ella, sólo veo su brazo cubierto por un abrigo largo, de un color verde oscuro, algo usado, y sus piernas no paran de caminar. A mami no le gustan los colores, sospecho que era de su amigo. Cruzamos una calle a nuestra derecha, donde hay una cuesta.

—¿Les cuento un dato curioso sobre el puente Golden Gate Bridge? —pregunta Spen, con algo de entusiasmo.

—Claro...

Él se ríe.

—Catalogado como el "Puente Colgante", construido a principios de enero en 1933 y terminado en 1937, es un proyecto del ingeniero Joseph Strauss. Tiene una longitud aproximada de 1.280 metros. Está suspendido por dos torres de 227 metros de altura. Tiene una calzada... bueno... tenía una calzada de seis carriles (tres en cada dirección) y disponía de carriles protegidos accesibles para peatones y bicicletas, cosa que me emociona al separar dos vehículos diferentes. El puente se utilizaba para el cruce de tendidos eléctricos y conducciones de combustible. Bajo su estructura, dejaba 67 metros de altura para el paso de los barcos a través de la bahía —Spen se detiene por unos segundos, pero vuelve a retomar la conversación—. El Golden Gate constituyó la mayor obra de ingeniería de su época, cosa que también me fascina por tal record. Fue pintado con urgencia para evitar la rápida oxidación producida en el acero puro de su estructura por el océano Pacífico.

Lo miro asombrada mientras bajamos la cuesta, un pasillo con curvas, donde a su alrededor hay plantas y árboles. Es como un pasillo curvilíneo en el cual yo podría jugar, pero en estos momentos no lo puedo hacer. Spen susurró que se llama Lombrad Street. Creo que lo dije bien.

—¿Qué? Es que leo mucho. Soy una enciclopedia libre... Aunque me entristece que se haya destruido. Para mí era uno de los monumentos más extraordinarios del mundo.

Ladrones de Insignias © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora