Alín
Sentada encima de la mesa, moviendo mis pies de un lado para otro, viendo cómo mis manos juegan de una manera vaga y tonta, con ellas mismas o con algo invisible, ya que no tengo nada en las manos; están tibias y temblorosas.
Tengo miedo que algún día me miren como un monstruo, y quizás, por alguna circunstancia, una asesina. No lo soy, pero lo pensarán algún día, cuando salgamos de aquí... le he dicho a mamá que he visto a los Militares de este país ayudando, lo que pueden, a las personas, que las están llevando fuera de aquí, pasando por ese puente, Golden Bate. Mi mamá se puso algo triste porque nosotros estamos aquí, encerrados, sin poder salir. Pero siento preocupación. Había escuchado que los malos no dejarían salir a ninguna persona de la ciudad... ¿Por qué han cedido sacarlos de esta ciudad por ese puente rojo?
Percibo protección y amor al sentir ese olor único, ese olor que, aunque haya millones de personas con sus propios olores diferentes, lo sentiría y lo encontraría. Miro la puerta de entrada y espero a que entre, los segundos pasan muy rápidos, pero ahí está, Soer entrando por aquella inmensa puerta. Sin pensarlo dos veces me bajo de la mesa con torpeza y corro hacia él, pasando por un costado del laberinto de personas, haciendo que mi cabello vuele junto conmigo mientras corro hacia él.
—¡Soer!
Al percatarse de mi grito, me descubre de inmediato con ojos de preocupación porque me ve con lágrimas en el rostro, necesitando un abrazo de él, su protección y su amor incondicional.
—Alín.
Él se arrodilla justo cuando me abalanzo sobre él para abrazarlo con fuerza. Sentir su calor es como una manta tranquilizadora para mí, y su olor reduce todo el mal, todos los miedos que se aferran a mí. Su olor es fresco y dulce, como una flor en medio de un bosque. Lloro en su regazo, sin importarme si nos están mirando o no, aunque siento que sus amigos están demasiado cerca de nosotros y nos observan.
—No llores pequeña, no me gusta que llores —me dice con un susurro, abrazándome más fuerte, pero sigue manteniendo esa dulzura en su voz y en su manera de abrazar—. Sabes que siempre voy a estar contigo, aquí, sin importar las circunstancias. Siempre me encontrarás, y si no puedes yo te encontraré.
Afirmo, aún mi rostro apoyado en su hombro, añorando cada momento que he pasado junto a él. Soer se aparta de mí y limpia mis lágrimas, rozando sus dedos suaves por mis mejillas, con una sonrisa que jamás olvidaré.
Siento un cosquilleo en mi cuello produciéndome escalofríos, algo inusual, un presentimiento que me dice que algo muy malo está pasando. Mi rostro mira inconscientemente hacia atrás ¿Hacia dónde? No lo sé. Mi mente me muestra imágenes reales y devastadoras.
Un ruido estruendoso me hace saltar. Otro ruido. Y otro más. Estoy muy segura de que ha sido provocado por pequeñas bombas que están destruyendo el puente Golden Bate. ¡Las personas que están siendo evacuadas! ¡Están allí...! ¿Por qué no se mueven? ¡Están sangrando! ¡No quiero que lloren, no quiero que sufran! Cada trozo del puente cae como una lluvia de meteoritos hacia el mar que chapotea enormemente por las estructuras del puente que caen poco a poco. ¡Está pasando ahora, lo están destruyendo!
—El puente, —mascullo— el puente Golden se está derrumbando. ¡Lo están destruyendo con bombas!
Todos murmuran ya que, de seguro que han estado observando mi extraño comportamiento. Mis oídos retumban jugándome en contra, comienzan a dolerme. Me los tapo con fuerza, arrugando mi rostro mientras siento que estoy más vulnerable que nunca. Tengo miedo.
—¿Por qué hay tanto ruido? —chillo, sin poder escuchar lo que Soer me responde o me dice, sólo veo sus labios moviéndose rápidamente.
Retrocedo dando pasos cortos; escuchando un zumbido grave que me atonta, doliéndome los tímpanos como si me inyectaran agujas que van cortando lo que hay dentro de mis orejas, haciéndolas sangrar. Grito más y más. Siento que me zarandean o así es como se dice. Aquello se detiene de golpe y reacciono, como si estuviese acostumbrada a ello, pero aún siento este dolor que me vuelve vulnerable, como un globo.
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Novela JuvenilHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...