—¡Mamá! —grita Spen, que corre hacia nosotras y mira para todos lados—. ¿Dónde está Soer?
Ella me baja y yo apenas puedo sostenerme en mis propias piernas. Me aferro a la chaqueta negra que usa mamá y con la mirada dice todo. A veces no la comprendo, ¿por qué dejó que Soer se quedara allá, en ese infierno? Se supone que es su hijo, debería protegerlo como toda mamá. Sigo sin entender las decisiones de los adultos, a veces llega resultar egoísta.
—¡No puedes dejarlo allí! ¡Tienes que traerlo! ¡Es mi hermano! ¡Es tu hijo!
Spen se acerca a ella e intenta sacudirla, intentando a que entre a su... ¿cómo se dice?... ¿Juicio? creo que esa es la palabra correcta. Ella reacciona y lo toma de los hombros.
—¡Fue su decisión! ¡No quiero que ustedes también paguen con sus vidas por esto! Por eso nos vamos ahora.
¿Qué está diciendo? ¿Por qué se comporta de esa manera? Estoy asustada, muy asustada.
—¡Pero somos una familia!
—¡Lo sé, Spen! Pero mi deber es proteger el resto de lo que quedará de ella.
¿Mamá, estás llorando? No llores.
Ella se marcha, entrando a esa sala comedor en el que todos agarran lo que queda de sus cosas, para marcharse. ¿Por qué las personas son así? Egoístas, frías, no les importa nada más que sus propias vidas. ¿Por qué mamá es una de ellas? Los ojos de Spen brillan un poco. El no deja de mirar por dónde venimos, queriendo ir allí para hacer algo por nuestro hermano. Yo...
Sigo escuchando la balacera, como si fuera una música inquietante, que sigue ahí, un constante sonido que me pone más y más triste. Pero mi hermano no quiere que baje, a ir por él; quiere mantenerme a salvo con mamá, mientras nos alejamos más y más de la entrada al hotel. ¿Y yo? Yo también quiero mantenerlo a salvo a él, yo también quiero que viva y que no esté enfrentándose a los Encapuchados. Tomo fuerzas y decido entrar a esa sala, tomando la mano de mi hermano, aunque mis movimientos son algo atolondrados. ¿Qué puede hacer una niña de 10 años en esta circunstancia? Me lo pregunto una y otra vez, de un modo monótono. A veces me aburre esta pregunta, pero me mantiene cuerda. Cuando alguien ama a alguien, no puede quedarse con los brazos cruzados mientras que su ser querido está en peligro. ¿Cierto?
No sé, no sé nada.
Tomo mi mochila y veo la mochila de Soer en una de las sillas. Mamá nos llama, con algo de frialdad en sus ojos, para irnos del hotel, por la parte de atrás del hotel. ¿Quizás ese sea el verdadero rostro de mamá? Camino hacia ella llegando a una puerta metálica que está abierta...
Alguien me detiene, tomándome del brazo. Veo a Spen que tiene el rostro enfadado, con esa mirada como en llamas, como una conflagración, esa palabra me lo enseñó Soer... ¡Conflagración!, es una hermosa palabra, creo.
—¡Sé que puedes hacer otras cosas aparte de escuchar o ver! —susurra con seguridad—. Si de verdad quieres que nuestro hermano esté con nosotros, podrás hacer lo que sea. Eres una Utópica, ¿no?
Asiento sin más, viendo que su mirada se dulcifica a cada segundo que pasa mientras está a mi lado, igual que su voz. Su mirada se parece a la de Soer, ahora lo puedo entender, su mirada y la forma en cómo me trata, en las cosas que dice y que poseen un gran significado, es igual a Soer.
—Entonces vamos a sacarlo de allí, sin importar lo que diga mamá. Es nuestro hermano. Haremos que vuelva con nosotros y que esté a salvo. Eres la única en este encierro del infierno que puede hacer cosas grandiosas, y tú lo sabes perfectamente... No, corrijo, no tienes idea de lo que puedes hacer en realidad.
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Novela JuvenilHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...