Su mirada no es lo que me aterra, sino que, al llegar ante mí, se detiene y al dar mi primer paso hacia atrás... se aferra fuertemente de mi brazo, lastimándolo por su fuerza... ¡Me duele!
—¡Eres un monstruo, y a los monstruos hay que matarlos!
Mi corazón deja de latir y me quedo inmóvil. Sabía que esto iba a pasar, que alguien me odiaría por lo que soy, por ser una Utópica. Sus ojos claros me atormentan, bajando la mirada, atontada, como un cachorro regañado, mirando el suelo, temiendo por mi vida, otra vez.
—Por favor...
Mi voz está temblorosa, suplicando que se apiade de mí. Él se ríe, aún mirándome fijamente, yo, sigo con la mirada fija en el suelo, pero mi mente ve otras cosas. Un cuchillo pequeño está detrás de él, su mano la sujeta con fuerza. Tengo miedo.
—¡Miler!
Él levanta la cabeza y mira hacia atrás, yo también lo hago.
Aquella mujer rubia, una de las jefas de familias, está ahí, mirándonos, con un arma en la mano. Esa mano no tiembla, como la del Militar pelirrojo.
—Scarlett —susurra él.
Ella comienza a caminar hacia nosotros, mientras me voy calmando, agradeciendo que haya aparecido un ángel.
—Luke te necesita abajo. Nuestro General ha desaparecido y quiere saber dónde diablos está. ¡Ve rápido! —gruñe ella.
Él abanica la cabeza, pero no se mueve. Me mira de reojo con ese odio que me incomoda. Suelta mi brazo adolorido, y se va murmurando cosas, completamente enojado. ¿Qué es lo que iba hacerme si no hubiera llegado la Militar?
—¿Estás bien, pequeña?
La miro de repente por haberme sacado de mis pensamientos, tartamudeo un tanto tímida. Al verla, noto que es igual a mi madre, pero no por el físico, sino por la fuerza que proyecta. Su cabello rubio sólo llega hasta los hombros, haciendo que su rostro sea un poco redondo, aunque sea delgada, no es una simple mujer Militar, sino una heroína para mí.
—¿Por qué él es así?
Ella se asombra por mis palabras. Da una sonrisa algo pobre y se agacha, para mirarme fijamente. Hace algo que me sorprende, retira las mechas de mi cabello largo y ahí logro ver sus ojos claros.
—No te preocupes por él, es así. Se ve rudo y odioso, pero es inofensivo. No te preocupes —me guiñe el ojo y sonríe sin más, creo que para tranquilizarme—. Será mejor que entres a ayudar a tu madre. Ve y dile que es hora de salir del hotel.
Respiro con más tranquilidad, me despido de ella con una sonrisa tímida y entro al departamento. Pero ese sentimiento de angustia de lo que hay allá afuera, me hace temblar de miedo.
Cuando aparece mi madre y mi hermano, les digo que nos necesitan abajo. Y eso hacemos. Bajamos por las escaleras de forma callada y tranquila, pero eso no sirve para Spen.
—¿Dónde está nuestro General?
El rostro de mamá no parece estar complacida, más bien dudosa, o también algo enojada. ¿Por qué ella estaría enojada con nuestro General?
—Se ha ido a salvar a otras personas. Fuera de San francisco. Eso es lo que me dijeron.
¿Por qué ella está mintiendo? Sé cuándo miente, porque ella es de esas personas que no esconde la mirada al decir las cosas. Y cuando miente sí lo hace. Quizás esté mirando las escaleras para no caerse, mientras está pendiente de nosotros, pero ella no nos ve a los ojos. Ella está mintiendo. Sé que no tiene la libertad de decirnos las cosas a nosotros, somos niños, y sé que los padres nos mienten para protegernos. Sé que el General Tom Guek desapareció con algunos de ellos, porque yo lo vi irse esta noche, antes de que el puente se convirtiera en polvo sobre el mar.
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Ladrones de Insignias © (Libro 1)
Roman pour AdolescentsHace 39 años, ocurrió una guerra en Chile, que separó al país en dos. Los causantes de esa guerra y división, los temibles Encapuchados, llegan ahora a San Francisco, causando terror y muerte por las calles de la ciudad. Alín, una niña de 10 años...