Capítulo 1

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Soer

Lo más extraño de todo esto, es que, al llegar al hotel, surge esta sensación que me molesta, porque a esta gente que se hospeda, es como si no le importaran los incidentes que ocurren en nuestro alrededor. Siguen con sus malditas vidas de ricos, ostentando el dinero y joyas, mientras caminan hacia la sala de estar. Yo sigo adelante, siguiendo a Moon. Ella parece muy decidida por donde va, como si conociera el hotel como la palma de su mano.

El hotel es grande, lujoso, dorado y rojo, y hay espejos por doquier. Admito que no me gusta el lugar, menos el hotel, y la gente que vive aquí; no se preocupan de nada de lo que sucede allí afuera... Veo a una señora anciana, vestida con un abrigo de piel gris, tomando un sorbo de café o té, sentada en ese sillón rojo afelpado. Su mirada la posa en mí y baja sus ojos hacia el plato con galletas. Qué arrogancia.

—¿Por qué este hotel? —Pregunto, quedando al lado de Moon.

—Es el hotel más lujoso de San Francisco, muy pocos se atreven a pagar una estadía, por eso decidimos que este sería nuestra estadía hasta que nos transporten a Ákoran. Además, aquí nos recogerán.

Moon parece decidida y seria. Nada novedoso en ella. Llegamos a unas escaleras rojas con líneas doradas y subimos sin rechistar. Reviso un poco donde está Alín: trata de subir con su maleta roja, más atrás de mí.

Otro salón enorme nos invade al subir. Hay mucha gente aquí. Me alegro un poco al ver que encontramos a las 11 familias de algunos que son Sargentos y Comandantes, las unidades de Moon y Símon, que viven en esta ciudad. Dejo las maletas en el suelo por el dolor en la espalda, mientras observo a Alín corriendo por el salón para conversar con su amiga, Judith, la hija adoptada de Ester.

—¿Qué? ¿Dolores en la espalda?

Alguien aparece de la nada, dándome una palmada fuerte en el hombro. Suspiro un poco. Veo la felicidad innata de Cáspian, y eso es algo que me tranquiliza. No puede ser, lleva ese feo abrigo negro y esas zapatillas converse rojas. Siempre le he dicho que no se los vuelva a poner, no le quedan.

—Deja de fastidiar. Estoy cansado.

—¿Por qué crees que lo hago, amigo?

Nos reímos, ya que lo suyo es contagioso, además, lo hace para calmarme un poco. Se lo agradezco.

—Esto sí que será genial —Astur se une a nosotros, mirando atrás de mí.

Giro hacia las escaleras, y me sorprendo al ver nuestra esperanza. Nuestro General Tom Guek acercándose, acompañado de su pelotón; no sé cuántos de ellos han venido, pero son muchos, atrayendo la atención de todos. Moon y los demás de su pequeña Unidad, lo saludan posando su mano en su frente mientras se quedan rígidos. Él hace lo mismo, como el resto de los Militares. Escucho algunos murmullos.

—¿Crees que nos regresarán ahora? —se cuestiona Cáspian.

—No lo sé, amigo —susurra Astur.

Moon y los demás se quedan conversando, mientras observo a los Militares. Grandotes, con armas colgando de sus hombros, usando trajes blindados de color rojo y negro. También hay mujeres allí en medio de ellos, con una pose firme y recta.

—No parecen Militares —susurro.

—Todo es diferente ahora, Soer. Ya nada es como antes, amigo. —Cáspian me golpea de nuevo el hombro.

Retiro mi vista y miro a mi hermanita pequeña. ¿Por qué tiene ese rostro asustado? ¿Qué estará viendo? Intento ver en lo que ella se fija con tanta determinación, pero no logro distinguir a quien mira, hay muchos Militares en este Hotel.

—¿Se encuentra bien? —se preocupa Cáspian.

—De seguro está cansada, como todos. Veré qué le sucede.

Mis amigos asienten y me alejo de ellos. Me agacho al llegar a ella, para admirar sus ojos; pero, como siempre, ella se esconde detrás de su cabello largo que cubre su rostro pequeño y blanco.

—Quiero ver tus hermosos ojos grises.

Ella intenta mirarme, y le sonrío cuando lo logra.

—¿Qué sucede?

Niega su comportamiento de un modo extraño. Intuyo lo que le sucede...

—Alín... aquí no, ¿sí? No lo hagas —le susurro.

Asiente y decide abrazarme con fuerza, escondiéndose de todos.

—Es muy peligroso que lo hagas.

Después de unos segundos me separo de Alín y le sonrío como siempre.

—¡Niños! —Grita Moon—. Nos vamos a nuestras habitaciones. Después tengo una reunión con mi Unidad.

Me levanto de golpe. Moon llega donde estamos nosotros.

—¿Cuándo nos iremos?

Ella mira el suelo, con las manos puestas en sus caderas. Spen se une a nosotros, fascinado con las armas de los Militares.

—Aún no está determinado, no ha llegado nuestro rescate aéreo. Pero, por las llamadas de nuestro General, llegarán en unas horas.

Asiento.

Todos tomamos camino hacia el final del hotel, donde están los ascensores para llegar al tercer piso, donde está nuestra habitación. Moon fue directo hacia esas reuniones, en un salón destinado sólo para ellos. Mientras que nosotros, los niños, los hijos de los Coroneles y Sargentos, nos quedamos en las habitaciones, para dormir. Aunque sé que nadie dormirá bien, sabiendo el peligro que hay allá afuera.

Ladrones de Insignias © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora