Abro los ojos, todo a mi alrededor es de un color blanco sólido. ¿En dónde estoy? ¿El golpe me mató? ¿O estoy soñando?
Estoy tan confundido.
–Ian –dice una voz conocida, detrás de mí.
Esa es, esa es la voz de mi madre. ¿En verdad es ella?
–¿Mamá? –digo mientras volteo–. ¡Mamá!
Es ella, es ella vistiendo la misma ropa de esa noche en el cine; traje sastre color azul marino, zapatillas del mismo color, y camisa blanca.
–¡Mamá! –repito, mientras la abrazo con fuerza–. Mamá...
Todo se siente tan real, su olor, su corazón palpitando, su cabello, todo.
–¡Mamá! –comienzo a llorar–. ¡Mamá, no te vayas, no te vayas mamá! ¡Déjame quedarme aquí contigo, quiero estar contigo, por favor!
–Ian –dice ella.
Escuchar su voz nuevamente se siente tan irreal, no estoy entendiendo nada.
–Mamá, no hay nada más que desee en este momento, quiero estar a tu lado, por favor, déjame quedarme aquí, aquí contigo.
–Ian –repite–. No puedes hacer esto. No puedes arriesgar tu vida de nuevo. No quiero que vuelvas a hacerlo, me rompe en mil pedazos.
–Yo solo quiero estar contigo –contesto.
–En algún momento volveremos estar juntos, pero hoy no, mi niño.
–Es tan injusto, por favor, déjame quedarme –repito.
Deja de abrazarme y me mira fijamente. Limpia mis lágrimas y besa mi frente.
–Tienes mucho por delante, yo lo sé, lo veo. Te veo llegando lejos, cumpliendo tus sueños, enamorándote, llorando y sufriendo, pero siempre aprendiendo y conociendo más todo lo que el mundo tiene que ofrecerte. De eso se trata.
–Yo lo único que quiero es estar contigo, que todo vuelva a ser como antes. Yo no puedo ver mi futuro, no desde que te fuiste.
–Ian, nada es como antes porque me he ido, y no puedo regresar, es lo que más quisiera en este mundo, pero no puedo.
–Eso es tan difícil para mi, vivir, vivir y tu ausencia. ¿Qué sentido tiene todo después de tu partida? Todo se siente tan raro, tan extraño, la lluvia, el verano, la noche, todo se siente incompleto sin ti.
–Eso es parte de la vida, Ian. Debes de aprender a sobrellevar las cosas.
–Mamá. ¿Cómo puedo hacerlo?
–Sé que te lastima el que no esté físicamente ahí contigo cuando todo eso sucede. Pero recuerda que siempre lo veo, veo lo mismo que tú ves, siento lo mismo que sientes, siempre estoy a tu lado aunque no puedas verme. No te sientas mal porque no estoy ahí de manera tangible cuando llueva o cuando caiga la primera nieve en mi ausencia. Porque yo siento absolutamente todo, yo estoy en todas partes, mi niño. Nunca te he abandonado y nunca lo haré, mucho menos ahora.
–Entonces... ¿Cuándo tomé las pastillas?
–Estuve desde el momento en el que entraste al baño. Rogándote para que no lo hicieras.
–¿Cuándo me desmayé?
–Estuve a tu lado, tomando tu mano.
–¿Y en el hospital?
–Siempre a tu lado, esperando a que despertaras. Ian, siempre he estado ahí, y siempre estaré. Hasta que puedas estar bien, no me iré.
–¿A dónde irás cuando yo mejore? –pregunto, con miedo.
–No estaré lejos, pero estaré en paz y dejaré que continúes con tu vida.
–Yo no quiero que me dejes.
–Es el ciclo de esta misma, toda madre ve a sus hijos convertirse en adultos y ser independientes, es ahí cuando nuestro trabajo termina.
–Yo no quiero que eso suceda.
–Mi niño, estoy segura, ni tú mismo te darás cuenta cuando eso pase.
–Mamá... Te extraño tanto, es tan difícil vivir sin ti.
–También te extraño, mi niño. Todos los días.
–No te vayas, por favor.
–Mi niño, nunca me iré. Recuerda que estoy en todas partes. Depende de ti el saber cuando y donde.
–¿Cómo es que llegaré a saberlo?
–Porque lo sentirás.
–Mamá. ¿Recuerdas cuando en la sala de quimioterapia me decías que morías por ir a la playa?
Se ríe.
–Claro que recuerdo, mi niño.
–Quiero, quiero ir, quiero llevarte conmigo a la playa. Quiero cumplir tu última voluntad. Lo haré, te llevaré a la playa, te llevaré a la playa y veremos el atardecer juntos, te llevaré a todos los lados que me pidas.
–Mi niño, no hay otro lugar en el que quisiera estar, que aquí contigo.
La vuelvo a abrazar.
Se sigue sintiendo tan extraño, tan real, todo se siente real, no quiero que termine.
Cuando cierro los ojos puedo ver como toda mi infancia se proyecta en aquel cuarto blanco, ahora estamos frente 4 pantallas enormes, en el techo y piso también. Eran recuerdos de cuando era un niño, recuerdos de mi madre a mi lado en todo ese transcurso.
Fue ahí cuando lo supe, este es el final. Sea lo que sea esto, un sueño, un espejismo, un efecto secundario por la marihuana y el golpe, ha llegado el momento de despedirme de mi madre, no sé cuando la volveré a ver, espero que pronto, no sé si esto sea solo un sueño, porque se siente tan real, y puedo sentirla. No quiero despedirme, quiero quedarme aquí en este lugar con ella, quiero estar todo el tiempo posible a su lado. No encuentro las palabras para despedirme, tampoco sé que hacer al respecto, solo quiero recostarme junto a ella.
–Te amo, ma.
–Te amo, mi pequeño; y siempre lo haré. Nunca lo olvides.
–No quiero que te vayas ma, quédate conmigo.
–Juro que no me iré a ningún lado, Ian. Solo quiero que vuelvas, sé el niño de antes, sé feliz, vive la vida como nunca lo has hecho.
–No creo poder hacerlo nunca.
–Tienes que mi pequeño. Y tienes que volver ahora.
–¿Qué?
–Tengo que irme, y tú tienes que regresar. Prométeme que dejarás de intentar lo que acabas de hacer.
–Lo prometo.
Suelto una última lágrima, es nuestra despedida. Abrazo a mi madre fuertemente, quiero recordar su olor, la textura de su cabello, el sonido de su corazón latiendo. Quiero quedarme aquí para siempre, ella es mi lugar seguro.
Nos miramos fijamente a los ojos, puedo ver mi reflejo en sus lentes, ella también está llorando, sus lágrimas brillan como si fueran diamantes preciosos. Trato de quitárselas con mis dedos de forma delicada. Se sienten tan reales.
Si todo se siente así, no quiero dejarlo.
–Ahora sí, en serio tengo que irme, recuerda que eres lo que más amo en este mundo, no quiero que nunca lo dudes. Y una última cosa, tú no estás ni nunca estarás solo.
–Te amo, ma.
–Yo a ti, Ian.
–Puedo quedarme, un minuto más, o para toda la eternidad.
–Mi niño, todavía no es tu momento, pues eres infinito.
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Infinito por Privilegio
Genç KurguIan Collingwood está por cumplir diecisiete años, tras la muerte de su madre, siente que no hay una razón para continuar con su vida. Después de su segundo intento de suicido, tiene un sueño en donde la ve, y ella le dice que deje de intentarlo, "to...