Capítulo 21.

107 12 1
                                    

Es nuestro último día, despertamos algo tarde, y comenzamos a empacar. Tenemos que irnos antes de las 4:00 PM. Y es medio día.

Nos duele a todos la cabeza, pues estamos un poco rezagados por la noche anterior. Ordenamos algo a la habitación mientras continuamos empacando y hablando sobre todo el viaje, quien diría que ha llegado el final de este.

Antes de partir, iremos una vez más al Brooklyn Bridge Park, veremos por última vez la ciudad, y regresaremos a casa.

Todo está listo, las maletas en los autos, los tanques llenos de gasolina, café, agua y frituras para el viaje. No nos hace falta nada.

Caminamos hacia el parque, todos vienen diciendo tonterías y riendo a la vez, incluyéndome.

Al llegar, siento un poco de tristeza, agacho la cabeza y me quedo atrás del grupo.

–¿Qué sucede? –pregunta Michelle, al lado mío.

–Nada, solo, no quiero irme, en este lugar sucedieron muchas cosas.

–Te prometo, esto no ha sido nada, es el principio de mucho.

–Yo lo sé –digo–. Y descuida, estaré bien, solo es algo que no puedo evitar.

–¿Promesa? –pregunta Michelle, mostrándome su dedo meñique.

–Promesa –respondo, mientras que nuestros meñiques se entrelazaban.

Siento la brisa y me relajo un poco. Este momento, este viaje quedaría marcado para siempre en mi mente, y por supuesto, en mi corazón.

Se vienen todos los recuerdos a mi cabeza. Proyectándose como una película. Nosotros llegando a Nueva York, pasando por el puente de Brooklyn, Coney Island, nuestra pequeña fiesta en el hotel, la gran fiesta en casa de Ashley, todo.

No debo de temer porque esto esté a punto de terminar, debo de alegrarme; porque sucedió.

Volteo a ver a todos, se están divirtiendo, bailan, cantan y ríen al mismo tiempo. Jamás los cambiaría por nada, al fin los encontré y ellos me encontraron a mi, después de todo.

Comienzo a llorar, de alegría, alegría al saber que jamás estaré solo de nuevo.

Miro hacia el cielo y solo agradezco en mi cabeza. No lo sé, creo que todo esto es obra de mi madre, quizá ella me mandó gente hermosa, para que jamás estuviese solo y le agradezco, porque de alguna u otra manera, ella estuvo ahí. Y estará siempre, reflejado en mis amigos, en mi padre.

Recuerdo un hermoso trozo de papel, en donde mi madre escribió una cita antes de morir, este se encuentra en el armario de mi padre, junto con un par de cosas que eran de ella.

"Sí algún día mi hijo se siente solo, o me extraña, que mire al cielo. Yo veré su rostro y sabré que estará bien, porque nunca lo dejaré, porque él sabrá que estoy ahí, en todas partes".

Es momento, momento de dejar que la tristeza me consuma, momento de vivir la vida, de ya no esconderme. Pues la vida es hermosa.

En mi cartera siempre llevo una fotografía de mi madre y yo en blanco y negro. La saco, y la beso.

Este lugar me recuerda a ella, las nubes se ven esponjosas, me recuerdan a su hermoso cabello, y el aire a sus caricias, ella tiene razón; está en todas partes.

Dejo la fotografía aquí, sobre una roca, en el lugar que me ha dado vida, porque ya no me siento solo, y quiero que una parte de mi y de ella se queden aquí. Ella y todos, están conmigo.

Volteo a ver la foto por última vez.

–Gracias –digo–. Gracias por todo, ma.

El aire golpea un poco, y esta sale volando, ya que no le coloqué nada pesado encima. Me alegra, pues siento que ella ahora es libre, ya no quiero que se preocupe porque haga algo malo, su trabajo está hecho, ya no quiero perderme las maravillas de la vida.

Estoy bien.

–Ahora eres libre –digo, mirando al cielo–. Ahora es mi turno.

Me acerco a todos, me ven llorando y lo primero que hacen es abrazarme.

–Gracias por esto, chicos.

Los observo, todos están conmovidos, unos lloran.

Matt comienza a aplaudir, seguido de Ethan, hasta que todos lo hacen.

–Lo has hecho bien, Ian –dice Michelle–. Te amamos.

Antes de irnos, obviamente, nos tomamos una fotografía, y fue una que más me gustó.

Jessica la toma desde arriba, de tal forma en la que su cara predomina más.

Yo aparezco en medio, Michelle junto a mi, junto a ella Jorge y este carga a Drew, a su derecha están Mónica, Matt y Ethan. Y por último; Brittany, Sam y Wendy, que están sentadas para que puedan aparecer todas en la foto.

A la fotografía no le falta nada.

Comenzamos a caminar, es hora de irnos.

Veo una última vez el lugar, respiro profundo y volteo sin mirar atrás, pues a partir de ahora, seguiré adelante. Justo como mi madre quería.

Yo no quiero conducir, le he dicho a Ethan y a Drew que entre ellos lo hagan, quiero dormir todo el viaje, dormir y escuchar música. También quiero aprovechar para escribir un poco, esta vez sería en mi celular, pues las pocas hojas que escribí se encontraban en mi maleta, o al menos eso creo, yo estoy seguro, están ahí.

Le escribo a mi padre, avisándole que estamos en camino a casa. Ignoro todos los demás mensajes que tengo y solo me coloco los audífonos. Intento dormir, me duele un poco el cuello, pero hago mi mayor esfuerzo.

Parece que funciona, me estoy quedando dormido.

Sueño con Johanna, estamos los dos bailando como aquella noche, pero estamos bailando en el hotel, en Coney Island, en todos los lugares a los que fuimos y estuvimos. Es mi mente de nuevo. ¿Qué quiere? Tal vez deba responderle el mensaje que me envió anoche.

¡No! Tengo que buscarla en cuanto lleguemos a Cleveland, soy muy malo expresándome por mensajes, tengo que aguantar un poco más, solo un poco.

Quiero dejar de verla en mis sueños, quiero solo soñar con un fondo blanco, o con un fondo negro, quiero dejar de verla, o no podré dormir en todo el viaje, es mi mente haciendo que piense en ella. ¿Qué quiere? Ya tengo todo planeado, no quiero precipitar las cosas, quiero que todo sea espontaneo, que todo fluya, como ella dice.

Despierto de golpe, pues no puedo seguir durmiendo.

–¿Qué hora es? –pregunto confundido.

–Son las 7:00 PM –dice Ethan–. Dormiste tres horas.

–Parece que tuviste una pesadilla –dice Drew, mirándome por retrovisor.

–Estoy bien –digo–. Intentaré volver a dormir –digo.

–Tranquilo –dice Ethan–. En un rato le pasaré el volante a Drew, tal vez me cambie a los asientos de atrás y así pueda hacerte compañía.

–¿Y yo seré su chofer? –pegunta Drew.

–Ethan, mido casi dos metros, no hay espacio para ti aquí atrás.

Todos reímos.

Vuelvo a acomodarme para intentar dormir otro poco, y lo logro, una vez más.

Ya no vuelvo a soñar con Johanna.

Infinito por PrivilegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora