Narra Mika
Después de cenar Liam se marcha a su habitación con la excusa de terminar con sus deberes pendientes. Sé que es mentira. Es el primer día de clase y tanto los profesores como los alumnos todavía nos estamos recuperando de la depresión posvacaciones.
Cuando yo también termino de cenar, decido ir a hacerle una visita a Liam.
Sin antes llamar abro la puerta y me llevo una sorpresa al verlo sentado frente al ordenador y con su miembro entre las manos.
Mis ojos vuelan directos a su anatomía.
Nunca antes la he visto, pero sí sentido por lo que ya me hacía una idea de cómo la tendría. Cómo sería de tamaño y grosor.
Igualita que en mi imaginación o incluso mejor.
─¡Fuera!─exige hecho una furia.
Aprisa vuelvo a cerrar la puerta apoyando mi espalda en esta. El corazón me va a mil y apostaría lo que fuera a que estoy igual o incluso más roja que un tomate.
Segundos más tarde Liam me llama desde el otro lado.
─Ya puedes entrar.
Aún con la respiración agitada obedezco. Me fijo en que ha cambiado de posición y puesto. Ahora se encuentra tumbado en la cama con los brazos detrás de la cabeza y una mueca de superioridad en el rostro.
Más ridículo no puede ser.
─¿Qué haces?
─Creo que eso debería preguntarlo yo.
─He venido para hablar contigo.
─¿Y no podías esperar a mañana?
Lo ignoro. Camino hasta quedar frente a él. Luego me cruzo de brazos con la intención de intimidarle un poco.
─¿Cuándo tienes pensado hablar con Kayla?
Me cabreo cuando obtengo un bufido y una carcajada como respuesta.
─No sé de qué me hablas.
─Sí, sí que lo sabes. Lo sabes perfectamente pero te estás haciendo el tonto─repito las mismas palabras que me ha dicho él esta mañana.
─Bien.
Se incorpora un poco para sentarse de piernas cruzadas. Me ruborizo un poco cuando caigo en la cuenta del bulto que aparece en sus pantalones. Él pone los ojos en blanco a la par que se tapa con un cojín.
─¿Bien qué?
─Teníamos un trato. Nosotros cumplimos con nuestra parte pero tú decidiste jugar con nosotros.
─Si no hubieras saboteado mi cena ahora mismo estaríamos en paz─le recuerdo.
Entonces comienza a reírse como si de un lunático se tratase. Frunzo el ceño sin saber que le hace tanta gracia. Cada día lo entiendo menos.
─¿De qué te ríes ahora?
─Recuerdo cuando el abuelo escupió el puré y la cara de ridícula que se te quedó.
Sus risas aumentan y yo le lanzo lo primero que encuentro a la vista; un libro que descansa sobre su mesita de noche.
Pero Liam es más rápido y consigue protegerse con el cojín haciendo que el libro rebote y caiga al suelo.Cuando veo la imagen y el título de la portada me quedo boquiabierta.
BDSM. Introducción a las técnicas y su significado.
Lo recojo para echarle un rápido vistazo antes de que me lo arrebaten de las manos.
─¿Por qué coño tienes eso?─le pregunto más confundida que nunca.
─No es asunto tuyo.
Se pone de pie para abrir su armario empotrado y esconder ahí dentro el libro, entre las camisetas y los jerseys.
Lo observo fijamente. Se ha puesto muy nervioso y las manos le han comenzado a temblar.
Es en ese preciso momento cuando algo en mi cabeza hace click y todo parece encajar.
─Eres el sumiso de Zayn.─Y no es una pregunta, sino una afirmación.
Espero que me contradiga y me diga que estoy loca pero cuando no lo hace sé que he dado en el clavo. Ahora soy yo quién se ríe. No me puedo creer que esto sea verdad.
Recuerdo la conversación que tuve con la madre de Zayn. Cuando me contó que su hijo tenía juguetes sexuales para practicar el BDSM y lo sorprendida que me quedé.
Mi reacción anterior y la actual son las mismas.
─¿Desde cuándo?
─¿Qué te importa?
─A mí nada pero no creo que nuestros padres se tomen muy bien saber que su hijo es un puto enfermo.
No me da tiempo a reaccionar cuando en un abrir y cerrar de ojos me agarra del cuello y estampa mi espalda contra el armario. Una mueca de desprecio decora sus labios al mismo tiempo que sus fosas nasales se agrandan.
─Cuidado con lo que dices, novata.
─Sólo he dicho la verdad.
Al escucharme aprieta un poco más su agarre. Por unos segundos siento que me estoy ahogando pero me limito a apartar la mirada. Entonces, como si hubiera leído mis pensamientos, gira mi cabeza haciendo que nuestras miradas se encuentren.
Cuando ese gesto de superioridad regresa a su rostro sé que me ha pillado.
─Eres una jodida pervertida.
No digo nada.
─Al menos ten las agallas de admitirlo.
─No tengo nada que admitir.
─¿Ah, no?
Afloja un poco el agarre para después volver a hacerlo con fuerza. Un fuerte jadeo se escabulle de entre mis labios haciendo que la sonrisa de Liam se ensanche.
─Ahora mienteme y dime que no te pone nada cachonda que te ahorquen.
─Suéltame─exijo.
─Dilo y lo haré.
Entrecierro los ojos.
─Que te jodan.
─Ojalá fueras tú quién lo hiciera─susurra a escasos centímetros de mi rostro.
Su cálido aliento me roza la punta de la nariz.
Cansada de esta situación y sin pensármelo dos veces, golpeo su entrepierna con mi rodilla. Al instante cae al suelo maldiciendo. No tarda mucho en empezar a doblarse y a gemir de dolor.
─Te dije que me soltaras.
Me agacho frente a él doblando las rodillas.
Su cara de sufrimiento me comienza a hacer demasiada gracia. Ladeo la cabeza observando como se sigue retorciendo.
─Último aviso, capullo. Si tú no hablas con Kayla tendré que hacerlo yo. Y créeme, no quieres ponerme a prueba.
Palmeo su brazo para después erguirme y caminar hacia la puerta.
─Espero que te haya quedado claro; si quiero, te arruino la vida.