7 meses atrás.
Ya son pasadas las doce de la noche cuando ella llega al motel.
Antes de salir del coche, decide revisar una vez más su teléfono móvil para ver si tiene alguna notificación nueva.
Nada.
Sigue tal cual lo dejó hace unas horas.
Al instante le llega un mensaje de él.
Dice que ya la está esperando en la habitación y ella le responde que no tarda mucho en llegar. Luego sale del vehículo dispuesta a olvidar por unas horas todas sus penas.
Dispuesta a experimentar de nuevo, a dejarse llevar.
Ella llama a la puerta y él la recibe con una pícara sonrisa en los labios. Se saludan con un beso. Un beso ardiente y fogoso.
Continúan besándose hasta llegar a la cama dónde ella toma asiento y él, de pie, se coloca frente a ella.
─¿Estás segura de esto?─le pregunta acariciando el labio inferior de la chica.
La mira con deseo y ansia. Cuando ella le chupa el dedo de manera sensual él se siente incapaz de poder controlarse mucho más.
─Ya te he dicho que sí─responde. A continuación se deja caer lentamente sobre el colchón al mismo tiempo que abre las piernas─. Quiero que esta noche me hagas tuya otra vez.
Esa frase consigue enloquecer al chico. En cuestión de segundos se abalanzan el uno sobre el otro y su encuentro esporádico comienza.
Cuando se quieren dar cuenta ya han pasado tres horas.
Exhaustos, sudados y con la respiración acelerada ambos se vuelven a besar. Pero esta vez lo hacen más lento, sin prisas. Como si el universo se hubiera detenido y ambos dispusieran de todo el tiempo del mundo.
Así se ha sentido ella; en una burbuja. Y es que echaba de menos volver a experimentar ese cúmulo de sensaciones.
Si algo tiene muy claro es que con él hasta lo imposible puede llegar a ser posible.
En un momento dado ella se separa de él. Se pone de pie al mismo tiempo que comienza a recoger sus prendas del suelo.
─Debo irme ya.
─Quédate a dormir─le pide─. La habitación ya está pagada.
Por mucho que a ella le tiente la idea, niega con la cabeza.
─Lo siento.
Él se limita a asentir.
─Deja al menos que te vuelva a vestir.
La chica se acerca para darle su ropa interior y él se la comienza a poner dejando besos en cada rincón de su piel. Varios jadeos la delatan.
─Si sigues haciendo eso terminaré quedándome.
El chico se irgue para dejar otra larga hilera de besos por su cuello.
─¿Quieres que siga?─le susurra en el oído.
A ella le encantaría pero sabe que ya es suficiente por hoy. Algo le dice que no debe abusar tanto del deseo y la lujuria.
─Lo siento─repite poniendo de nuevo distancia entre dos cuerpos calientes.
─De acuerdo.
Mientras que uno termina de vestirse, el otro comienza a desvestirse. Luego se mete de nuevo en la cama a la espera de que su acompañante se marche. No quiere quedarse solo en esa habitación.
En ningún momento vuelven a dirigirse la palabra.
Ella se termina de abrochar los tacones. Él la observa desde la distancia con admiración.
Todavía no asimila todo lo que ha sucedido entre ellos hace unas horas. Para él ella siempre fue un sueño. Algo imposible que pensaba no poder tener nunca.
En cambio ahora… Allí estaba, sintiéndose el chico más afortunado.
Finalmente, se despiden con dos besos. Así lo prefiere la chica.
─Conduce con cuidado.
Ella asiente.
─Duerme bien.
─Lo haría si te quedaras conmigo.
La chica finge taparse los oídos para no escucharle. Sabe que si él se lo vuelve a pedir una vez más, ella se quedará.
Decidida, abre la puerta dispuesta a marcharse. Entonces cae en la cuenta de algo muy importante y se vuelve una última vez.
─Zayn.
─¿Sí?
─Haz el favor de no contarle nada a Liam, ¿quieres?
El pelinegro se lleva una mano al pecho fingiendo ofenderse.
─¿Por quién me tomas? Jamás haría algo así.
Ella pone los ojos en blanco.
─Déjame dudarlo.
─Lo único que haré será darle un par de consejos al aburrido de tu novio. Debería aprender a tocarte; así dejarías de recurrir a mí cada mes.
─Zayn─le advierte un poco más seria.
Él comienza a reírse. Luego levanta los brazos en señal de rendición.
─Llámame cuando quieras repetir.
─No lo haré.
─No mientas, Kayla. Ambos sabemos que sí lo harás.
─Adiós, Zayn.
─Nos vemos.
El sonido de un fuerte portazo seguido de un coche poniéndose en marcha es lo único que se escucha en una ciudad que todavía duerme.
Una ciudad ajena a todo lo ocurrido en la habitación 120 del único motel de la población.
Una ciudad ajena a todo lo que ocurrirá unos meses más tarde entre los dos primos y sus respectivos amigos.