Nunca le habían interesado las mujeres, pero ella… Algo tenía ella que la hacía diferente al resto.
A lo mejor porque era su mejor amiga desde que tenía uso de razón, no lo sabía con exactitud. El caso es que desde hacía unos meses estaba indecisa.
No dejaba de ponerse nerviosa cada vez que ella la rozaba sin querer, la abrazaba o simplemente la miraba.
Cosas tan sencillas como esas se convirtieron en un auténtico infierno para Kayla.
Tan solo quería retroceder en el tiempo y regresar a esos días donde todo era normal.
Esos días en los que Mika no era su último pensamiento antes de cerrar los ojos, esos días donde ni se le pasaba por la cabeza querer besarla, tocarla o hacerla gemir.
La primera vez que se atrevió a confesarle sus sentimientos, ambas tenían quince años.
Por aquel entonces Kayla se besaba con muchos chicos, entre ellos Zayn. Todo lo contrario a Mika, que tan solo se había atrevido a besar a su propio hermano, Liam.
Era una calurosa noche de verano y se encontraban en casa de la pelinegra.
Desde pequeñas tenían la costumbre de aprovechar cualquier excusa tonta para hacer una fiesta de pijamas.
La excusa de aquel día fue: "tengo un problema, necesito desahogarme" de parte de Kayla.
Mika no había dudado ni un segundo a la hora de acudir a ella con una bolsa llena de sus películas románticas en formato cd y mucha comida basura.
─¿Qué te atormenta, pequeño saltamontes? ─le preguntó su amiga mientras le daba un gran bocado a su hamburguesa doble de queso.
─Creo que me gusta alguien.
Las cejas de Mika se alzaron a más no poder.
─Eso es genial. ¿Quién es? ¿Le conozco?
Kayla asintió, un poco avergonzada.
─Sí, la conoces de sobra.
─¿La? Oh, Dios mío. ─De un salto Mika se puso de pie y agarro a su amiga para que la imitara─. ¡No me lo puedo creer!
Ambas se fundieron en un fuerte abrazo.
Mika estaba feliz, orgullosa de que su amiga se atreviera a confesarle tal cosa. Sabía que a esa edad las dudas y el miedo siempre consiguen dominar a las personas, pero con Kayla no había sido así, eso le alegraba.
Volvieron a tomar asiento en la cama.
─¿Y quién es, si puede saberse?
─No sé si decírtelo.
─Oh, vamos. ¿Blair? ─probó Mika.
─No.
─¿Sasha? ─Se refería a una compañera de clase─. Es bastante guapa.
─Ya, pero no. Tampoco es ella.
Mika puso los ojos en blanco.
─Bueno, pues o me lo dices tú o…
La frase quedó flotando en el aire.
Kayla había sujetado el rostro de Mika con ambas manos y unido sus labios con los de ella.
Al principio Mika no sabía muy bien qué hacer, si apartarla o continuar con el beso.
Entonces algo le hizo click en la cabeza y entendió porque estaba ocurriendo aquello. La chica que le gustaba a Kayla era ella. El beso duró unos pocos minutos.
Al separarse, una lágrima descendió por las mejillas de Mika.
─Lo siento.
La pelinegra frunció el ceño.
─¿Por qué?
─Cariño, yo te quiero. Te quiero mucho, te lo demuestro todos los días, pero como amiga. Mi amor por ti es platónico.
Al instante las mejillas de Kayla se encendieron, nunca antes se había sentido tan humillada.
Se disculpó con Mika por haberla besado de esa manera, sin pedir permiso, de sorpresa.
Quedaron en no contar a nadie lo ocurrido, tampoco volverían a mencionar el tema entre ellas.
El resto de la noche transcurrió con normalidad.
Terminaron de cenar entre risas y algún que otro cotilleo jugoso del pueblo.
Después estuvieron viendo películas hasta que se hicieron las tantas de la madrugada.
Kayla se sintió dolida cuando Mika dijo que esa noche prefería dormir en el suelo, en vez de en la cama, con ella, como habían hecho siempre.
Por primera vez en mucho tiempo, Mika se marchó a dormir sin pensar en su mejor amiga.
La joven tenía una cosa muy clara; no se iba a permitir pisotear por nadie.
Por mucho que le doliera, debía regresar al mar, nadar en busca de otros peces que no fueran ella.
Porque ella era imposible.