𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼 - 𝖺𝖼𝖼𝗂𝖽𝖾𝗇𝗍𝖾

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Después de una semana en paz, sin sentir la mirada penetrante de Edward, me acostumbré al nuevo grupo, le pedí disculpas a Tyler por insultarlo el primer día y todos comprendieron mi humor y la actitud explosiva que tenía a veces, Bella también se...

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Después de una semana en paz, sin sentir la mirada penetrante de Edward, me acostumbré al nuevo grupo, le pedí disculpas a Tyler por insultarlo el primer día y todos comprendieron mi humor y la actitud explosiva que tenía a veces, Bella también se hizo participe del grupo y ella notó que los Cullen me miraban mucho, yo sólo le dije que fingiera que ellos no existen, no iba a explicarle a mi hermana los locos sueños que tengo que hacen dudar de mi cordura.

Mi abuela ya me había contado muchas historias, como para confiar en otros.

—Hoy el cielo se está cayendo —digo, Bella lleva una cazadora amarilla y con la capucha evita mojarse, por mi parte no me molesta el agua, me gusta, así que uso mi cazadora (también amarilla) sin la capucha. Ingresamos al instituto, agradecí al profesor de educación física que no hiciese deporte, las otras clases también fueron más suaves y estaba agradecida internamente porque iba a llegar pronto a casa y beber café caliente. Supongo que no debí agradecer tanto, porque al ingresar a Biología lo vi, estaba en el asiento que tantos días estuvo desocupado, y recordé entonces: no pienses. Caminé hasta mi asiento y me senté, fijé mi mirada en el pizarrón frente a mi hasta que lo oí hablar.

—Hola —me giré casi en cámara lenta para verlo, vi sus ojos y ahora eran dorados—. Lamento no haber tenido la oportunidad de presentarme antes. Soy Edward Cullen ¿Tu eres Stella?

—Sí —él me mira—, un gusto —digo, desvío rápidamente mi mirada al profesor quien explica lo que se hará en la clase, fue bueno que prestara atención en las anteriores clases, para así poder reconocer las células de raíz de cebolla.

—Primero las damas —dice Edward, lo veo y él acerca el microscopio a mí, veo e intento identificar la célula, admito que es complicado, pero al menos recordé ciertas cosas que las diferencian.

—Es proface —digo después de tener dudas existenciales de que si valió la pena nacer.

—¿Te importa si miro? —niego con la cabeza, él acerca el microscopio y en medio segundo identifica la célula.

Me sentí estúpida.

—Cambiémoslo —digo al tomar otro portaobjetos y ponerlo bajo el microscopio.

—Así que, ¿te gusta la lluvia? —pregunta, siento que hablo con alguien diferente, quizás más calmado, más maduro, no con el que me quería matar hace una semana atrás.

—Sí, me gusta —siento aun mi cabello húmedo por la lluvia—, pero no es sana, no al aire libre —digo, veo como él se acerca al microscopio y en instantes identifica la célula.

—Es anafase —dice, aprieto mis labios— ¿Quieres ver?

—No, te creo —le digo, pongo otro portaobjetos.

—Sí te gusta la lluvia ¿es la razón por la cual viniste a vivir aquí? —me pregunta mientras escribe las fases en su libreta, miro el microscopio e intento identificar la célula.

𝐒𝐎𝐋𝐒𝐓𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐈𝐍𝐕𝐈𝐄𝐑𝐍𝐎 - Parte unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora