Capítulo 7.2: ¿Las coincidencias, existen?

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Son las dos de la madrugada y Danna camina por las calles con un abrigo ancho de color negro de su hermano cubriendo sus cabellos que están amarrados a modo de coleta

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Son las dos de la madrugada y Danna camina por las calles con un abrigo ancho de color negro de su hermano cubriendo sus cabellos que están amarrados a modo de coleta. Su rostro ocultado por una mascarilla y las manos visten unos guantes ligeros y oscuros. A la par, su calzado deportivo evita que los pasos hagan algún ruido mientras se adentra en el recinto de la familia de Antonio. Esta consta de un niño de nueve años, sus dos padres y el susodicho.

El plan es simple: dejar en algún lugar de la casa el teléfono sin ser vista. El principal problema es entrar y burlar al perro del jardín, un dóberman de cuidado; por suerte, la residencia carece de alarmas que delaten a la chica.

Busca con la mirada al perro por el exterior, pero no logra verlo, debe pasar por sobre él para colarse por la puerta trasera; sin embargo, no consigue distinguirlo por ningún lado.

Concluye que el animal no está en el jardín y se adentra por el sendero hasta la puerta trasera. Esta se encuentra forzada y abierta. Las manos de Danna se posan sobre el picaporte y empuja para ver el interior.

"¿Qué demonios...?", piensa y avanza por la cocina, siendo esta la primera habitación al pasar esa entrada. El sitio luce aparentemente tranquilo y sin nada destacable, por lo que se dedica a avanzar hacia la sala de la casa.

En esa habitación se acerca al sofá blanco y coloca el teléfono entre los cojines, como simulando que siempre estuvo ahí.

"Listo", se atreve a especular, pero ve algo rojo que se escurre por detrás del mueble, sobre el suelo, en un contraste de colores, termina por acercarse a comprobar el extraño líquido. Se lleva las manos a la boca ahogando un grito, es el dóberman. Este tiene varias puñaladas por el cuerpo y desborda la sangre fresca por las heridas. En ese momento cada célula del cuerpo de Danna comienza a temblar, se da cuenta de que había alguien más en la casa además de ella.

Tiene dos opciones: salir corriendo o averiguar quién es. La familia de Antonio y él mismo podrían estar en peligro. Pero ¿Cómo se atrevería a avanzar? Sus piernas no le responden, su voz está encerrada, y sus manos tiemblan demasiado.

"...Debo ayudar...debo hacerlo...", es lo único que se atreve a pensar en ese shock, pero no se mueve. La casa sigue en absoluto silencio, cual víspera de tragedia.

Toma el teléfono de Antonio y llama a la policía marcando los números de forma torpe:

—Por favor...necesito que vengan, hay un ladrón en mi casa...acaba de matar al perro —sus palabras a duras penas se entienden, está muy nerviosa. En ese momento se le cae el aparato sobre la sangre y se lamenta de su suerte.

—Deme la dirección y vaya a un lugar seguro. —Danna no puede responder al no tener el teléfono—. ¿Hola? ¿Sigue ahí?

Lo recoge con las puntas de los dedos y trata de seguir la conversación lo más rápido posible.

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