Capítulo 15

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Ánika

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Ánika

Al llegar el auto mis tacones tocan el pavimento y salgo de un movimiento quedándome interte a lo que ven mis ojos. Es increíble la cantidad de mujeres que veo por todos lados, casi todas son de razas latinas y no puedo más que sentir algo que me oprime el pecho con fuerza.

—Ya te acostumbrarás —me alienta mi abuelo dándome unas palmas en la espalda.

Se me adelanta y yo le sigo rodeada de tipos gorilas con trajes negros. Llegamos a lo que podría llamar el recibidor y sale un señor de traje muy pulcro, con gafas y sombrero.

—Señor Castellanos realmente no lo esperaba hoy, venga por aquí —añade el hombre sin detenerse a verme, tiene un marcado acento mexicano al hablar.

Lo seguimos adentro de un cubículo con aire aconcidionado, lo que parece ser un despacho. Noto el sudor correr en mi frente lo que hace que instintivamente lo limpie con mi mano. Tomo asiento en una de las gigantes butacas que hay y miro hacia la ventana nuevamente, mujeres por todos lados, atadas de las manos en una fila de cientos de ellas.

—Aquí traigo a mi nieta —expresa Ramírez.

El hombre que ni siquiera había detenido a verme, ahora abre los ojos de la impresión y los fija con rapidez en mí.

—Disculpeme señorita Anika, jamás esperaba verla aquí en mi humilde puesto. Un placer soy Óscar Trujillo —me saluda con voz salamera y hace hasta una inclinación.

Yo en mi butaca cruzo mis piernas y asiento con la cabeza, extiendo una mano para que haga lo que debe hacer. Así me adaptó mi abuelo. Me saluda con su mano, obvio hoy llevo unos delicados guantes, mientras sus ojos me ven con interés, como si del presidente  del país se tratase.

—Ella hoy estará a cargo —le explica mi abuelo y este asiente aún con una mirada asombrada.

—Quisiera ver todos los papeleos, de dónde salen, entran, a dónde se dirigen y cuánto gano con ellas —expongo y este no hace más que asentir.

—Muchas vienen de Puerto Rico, Venezuela, Perú y hasta de Brazil —responde mi abuelo a mis dudas.

—¿Cómo las encuentran? —cuestiono.

—Casi todas vienen con coyotes pagados por nosotros, ellos les cambian los planes al llegar pues las trae con la ilusión de un sueño americano —me explica ahora Trujillo y planta en la mesita del frente una gran pila de papeles.

Me viene a la mente una jóven regordeta llegando asustadiza aquí, una jóven llamada Alicia. El imaginar como habrá sido dejar todo atrás solo para ser traficada y sabrá dios a que lugar pararía.

Tomo varios de los papeles en mis manos viendo barras y gráficas por todos lados.

—Quiero verlo todo —afirmo y ellos se levantan para guiarme.

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