Capítulo 1

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Ánika

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Ánika

¡Dios!

Es que son idénticos, desde sus cabellos, su porte y hasta la barba que borda sus labios. Mis ojos se les quedan fijos en sus rostros, saltando de uno al otro buscando algo que me indique cuál de los dos es Scott, mi esposo. Los dos dicen serlo y yo no sé diferenciarlos.

¿Por qué no lo pensé antes?

—Saquen sus identificaciones —digo con autoridad pues odio los juegos pesados.

Los dos lo hacen y me la tienden. Al tomarlas y verlas veo que no servirá de nada. Las dos identificaciones dicen exactamente lo mismo y yo comienzo a preocuparme. Ellos se miran con mala cara el uno al otro.

Odio las trampas y los embustes por lo que digo:

—No me gustan los juegos así, así que les recomiendo que paren ya y que me acaben de decir quién rayos es uno, y quién es el otro.

—Amor yo soy tu esposo —afirma el primero que llegó.

—¡Te dije que no le digas amor Joder! —dice el otro sujeto y se le lanza encima al que vi primero, y le da una bofetada en su cara.

El que recibe la bofetada no se queda tranquilo, al contrario, comienzan a golpearse de forma violenta. Las manos de Alicia me tocan y me llevan hasta fuera de la habitación, lejos de donde están peleando los dos chicos idénticos.

El silencio se hace abrumador en los grandes pasillos de mi casa, observo las paredes llenas de carísimos cuadros con pinturas y colecciones de famosos. Las paredes tienen un diseño en el medio de color dorado que las enmarca por completo, el techo lleno de lámparas llenas de pequeños cristales, todo es precioso y justamente como lo diseñaría mamá.

Mis padres al morir tenían todo a nombre mío, desde la casa hasta innumerables propiedades de Tenis y Resorts, dejaron a mi disposición muchísimas acciones en compañías millonarias del país. Me he dedicado a duplicar todo e invertir en cosas, que ha hecho que aumente en sobremanera la fortuna de mis padres fallecidos.

Alicia que me rodea con sus brazos me lleva hasta el comedor, pues es hora de cenar. Me siento y ella pide a la empleada doméstica que me pongan la cena, al momento lo hacen y yo observo todo con detalle.

El comedor tiene vistas también al precioso barranco debido a las grandes ventanas que posee, una mesa gigante de madera y cristal con sus sillas acorchonadas a juego, combina perfectamente con el diseño de las paredes y los ornamentos de flores que hay sobre la mesa.

Me entra nostalgia al pensar que todo estuviese ahora en tranquilidad con Scott y que cenaría conmigo hoy como todos los días. Recién estoy operada de la vista y sé que no sería bueno alterarme o estresarme, por eso trato de calmarme para luego ver cómo se resuelve este malentendido.

Al terminar de cenar le pregunto a Alicia:

—¿Sabías algo de esto?

—No señorita, hasta yo me impresioné y ni siquiera sabía que el señor Scott tuviese un hermano, jamás lo mencionó —dice con sinceridad.

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