CAPÍTULO 4

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-¡Ya estoy aquí! -anuncié una vez que entré en casa.

Había tenido un día extraño. Trabajé por primera vez en mi vida, aprendí a servir tanta variedad de café, atendí a mi jefe de mala gana y además no puse azúcar en su café.

-Hola -Erika se asomó desde la cocina. Dejé mi bolso sobre la mesa y colgué mi sudadera en el perchero de la entrada.

-¿Qué hacen? -pregunté. Entré en la cocina donde ya estaban mi padre y Erika, preparando la pasta seca de camarones que mi padre ama.

-Insistí, pero no me ha dejado pedir pizza -dijo Erika derrotada.

-Richard ya comimos tú pasta el viernes -renegué.

-En el fondo aman mi pasta -alardeó mi padre mientras echaba más sal al sartén.

-Hermanito, te amo, pero iré por comida -dijo Erika antes de tomar las llaves de la mesa.

-No entiendo cuál es su obsesión con la comida callejera -expresó mi padre.

-Vee, vamos por comida tailandesa -pidió Erika.

-Yo iré con ella -le dije a mi padre, quien me miraba con desaprobación.

-Bien.

Derrotado, mi padre sacó su billetera y me dio dinero. Erika le plantó un beso en la mejilla a su hermano y después salimos de la cocina.

Mi tía conducía su cómodo auto, nos dirigíamos al centro ya que según ella, en un local del lado de Erhermoor se encuentra la mejor comida tailandesa de Hill Valley.
Siempre he sido una persona curiosa, por no decir chismosa o entrometida. Mientras Erika maneja yo me dispongo a esculcar su auto. Casi siempre lo hago con la intención de encontrar algunos de sus lindos labiales y pedirle que me los regale, Erika compra montones de labiales y siempre termina usando humectante de labios.

Al abrir la guantera me llevó una enorme sorpresa, hay un perfume, uno de hombre. Lo sacó y lo muestro juguetonamente.

-¿Por qué hay un perfume de hombre usado en tu guantera? -cuestioné con sospecha.

-¡Vee! -exclamó. Erika frenó de golpe y me arrebató el frasco.

-Solo responde Erika -amenacé.

-Se llama Killian -dijo después de unos largos segundos en silencio.

-Killian -pronuncié aquel inusual nombre.

-Si, es mi editor, lo conocí hace unos meses, me hace muy feliz -confesó Erika. Podía ver una chispa en su mirada cuando hablaba de él.

-¿Cuándo piensas contárselo a Richard? -cuestioné. Erika formó una mueca de disgusto.

Richard era algo intenso con las parejas que Erika y yo teníamos. Jamás le agradaban, siempre encontraba un problema en ellos, jamás nos impedía salir libremente con quien quisiéramos, pero al parecer criticarlos era más como un deporte para él.

-Quizá el próximo fin de semana le hable sobre él -dijo no muy segura de su decisión.

-Si, bueno ya quiero ver eso -ironicé.

Después de que Erika y yo compramos la cena, regresamos a casa. Papá tenía la mesa lista, dos copas de vino, una para él y otra para Erika, mientras que para mi había un vaso de Coca-Cola de cereza. Odiaba el vino, no comprendía a las personas que lo amaban, jamás pude tomarle el gusto.

-¿Entonces Vee ya te mencionó lo de las clases de piano? -preguntó Erika antes de llevarse un trozo de ese guiso tailandés que había comprado, a la boca.

No me mientas, cariño...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora