El jueves no se juntaron para la tutoría.
Si Cristian adivinaba, el otro lo estaba ignorando. Ya se habían visto dos veces en los pasillos, pero Lisandro siempre parecía estar yendo para el otro lado, y no cruzaba miradas con el mayor.
No sabía qué pensar. Quizás el otro no quería verlo ni en figurita, y no sabía si eso era algo que le gustara.
Le encantaba la atención, hacían maravillas a su ego.
Durante la semana, notó que el golpe en la mejilla se notaba menos. Parecía que Lisandro hacía que su piel fuera de un tono extraño; como si estuviera maquillando esa sección para que fuera normal, pero lograba todo lo contrario.
Igual, no podía tener opinión sobre aquello, pero le parecía muy raro.
Estaba en el medio del pasillo, esperando la aparición de Enzo, cuando sintió un golpe en el hombro. Se dió vuelta para ver quién había chocado contra su cuerpo, parecía apurado.
—Qué pelotudo. —Habló el amigo de Lisandro desde el piso.
No recordaba su nombre del todo, pero lo conocía como el que le había comprado comida. En ese momento, también cargaba con alimento, pero el haberse chocado con Cristian hizo que tirara todas las cosas al suelo.
El mayor se agachó para agarrar un paquete de galletitas surtido.
Que buena dieta, llena de vitaminas y proteínas, un ejemplo para la sociedad.
Se levantó para pasarle las galletitas al contrario, pero esté lo arrebató de sus manos, como pensando que le fuera a robar. Cristian lo miró con la ceja arqueada.
—Qué sos, ¿un kiosko? —preguntó, su tono de burla.
Apuntó a todo lo que cargaba en las manos. Además de las surtidos, tenía un paquete de galletitas de agua en una mano, y otra cosa que parecía queso untable en la otra. Cristian no comprendía porque no lo guardaba en la mochilla.
El cordobés menor lo observó, pareciendo un símbolo de interrogación viviente.
—¿Por qué traes tanta comida? —dijo Cristian intentando decirlo de mejor manera.
—No te tengo que explicar nada, pero si estas tan interesado... —respondió el contrario, como si estuviera por dar una charla larga.
Antes de que siguiera, Cristian lo paró. Por lo menos, tenía que saber lo básico de los amigos de Lisandro. —¿Cual es tu nombre?
—Nahuel. —sonrió un poco, removiendo las cosas en su mano para estar más cómodo, se apoyó contra la pared. —Traigo comida para Licha.
—Licha —repitió.
—Sí.
—¿No come el culiado? —preguntó, tentado a rodar los ojos, pero se contuvo para intentar no parecer mala persona frente al mejor amigo de su tutor.
Nahuel se quedó callado, su boca cerrada e intentando no decir nada más sobre el tema. No era su lugar de explicarlo y él tampoco tenía idea de lo que pasaba en casa de Lisandro.
No había dado ninguna explicación de su mejilla inflada, al principio dijo una excusa pedorra de que se había caído al suelo. Pero, sus amigos sabían que estaba mintiendo.
Lo de la comida ya era otro tema, Lisandro decía que salía de su casa sin comer porque se estaba despertando más tarde y el despertador no le sonaba; tampoco traía comida o plata para el almuerzo. Entonces, Nahuel se ofreció a comprarle algo estos días.
—¿Esta aca? —cuestionó cuando no recibió respuesta.
—Para, para. —Levantó una mano Nahuel, algo entretenido por la rafaga de preguntas. —¿Por qué te importa tanto?
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Tutor {1} ~ (Cuti x Licha)
FanfictionCuti & Licha Lisandro nunca creyó que fuera el tutor de un chico dos años mayor que él. Pero ahí estaba, ayudando a alguien que no quería su ayuda. Tampoco pensó que podría llegar a sentir algo por él, pero esa actitud miserable y desinteresada toc...