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Cómo explicar que en un fin de semana ya había conseguido que Lisandro decidiera tomar la medicación.

La primera vez no fue buena, el rubio se quedó enojado todo el día y apenas le podía ver a los ojos. La cosa, es que se la había dado sin permiso y sin que se diera cuenta.

Prácticamente, la había tragado porque el otro no le regalaba otra opción.

Estaban ambos en la habitación, acostados en la cama y tranquilos antes de dormir la siesta aquel día. Cristian se había acercado a la mesa de luz, y sin que el otro se diera cuenta había sacado una pastilla y se la había metido en la boca.

Le había dado vuelta a Lisandro, posicionándose sobre él, lo había besado y bajado la pastilla por la garganta del otro.

Obviamente, el menor se percató, pero era muy tarde, porque Cristian tenía una mano sobre su boca y lo único que podía hacer era tragar esa cápsula de mierda.

Mucho para muy poco respeto, parece.

Al principio, dejó pasarlo de largo y se separó un poco de él, intentando verse ofendido. El cansancio pronto le llegó al cuerpo y solo pudo relajarse y dormir.

Entonces, después de la siesta de ese día, se cago a piñas con él.

Bueno, piñas es algo muy fuerte, podemos decir que solo se pelearon durante todo el día hasta que Cristian decidió hacer algo al respecto, y se perdonaron entre sí. El morocho prometiendo que nunca más iba a hacer lo que hizo.

Ya de por sí, Lisandro le creyó y se pudieron arreglar sin tantos problemas; pero sí terminó un poco caliente con él.

Cambiando de tema, ya era lunes y cada uno había salido por su lado. Se habían prometido encontrarse a la tarde en la biblioteca antes de volver a la casa de Cristian, porque tenían que ponerse a estudiar para unos exámenes del mayor.

Antes de entrar a clase, el teñido escuchó como alguien lo llamaba a los gritos.

—¡Lisandro! —Gritó y se giró para encontrarse a Nahuel, que parecía venir de hacer un maratón. Estaba respirando pesado y tenía sudor en la frente.

—Nahu, ¿qué pasó?

—¿Te puedo hablar?

Lisandro miró adentro de la clase, pensando. Era tarde y ya había sonado el timbre hace unos minutos, no estaba del todo seguro. Además, estaba por rendir una prueba, así que apenas tenía tiempo.

—¿Puede ser después de clase?

Nahuel lo miró, algo decepcionado y como si estuviera estresado por aquella respuesta. 

Se quería sacar eso de encima, necesitaba hablarle. Pero también notó como su amigo parecía tambalear en el lugar y se preocupó, agarrándolo del costado para estabilizarlo.

—¿Te sentís bien?

Asintió, pasando una mano por sus hebras rubias. —Sí, pero de verdad tengo que entrar. Te hablo después, mandame un mensaje para encontrarnos.

El cordobés no pudo competir con eso, así que con una mueca dejó que su amigo siguiera su camino hacía la clase.

Se mordió la lengua, y empezó a mirar de un lado a otro por los pasillos. Si no podía hablar con Lisandro, entonces lo haría con Cristian.

No podía dejar que esto siguiera pasando por más días. Ya de por sí, era un tema que estaba afectando su relación con Paulo y necesitaba volver a verlo.

Esos días, solo se habían visto por la ventana que de casualidad daba a la pieza del otro e intercambiaron un par de miradas, pero no habían hablado en absoluto. El silencio que estaba sosteniendo con él lo estaba matando.

Tutor {1} ~ (Cuti x Licha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora