Cap. 3: Solo Quiero Paz.

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Los ojos de Draco volvieron a escanear con detenimiento el aeropuerto. Hace dos semanas su papá le había anunciado que partirían a Londres, el hogar de los abuelos. Abordarían un avión y, si esa idea no era emocionante, Draco no podía dejar de pensar en la cantidad de cosas que quería hacer cuando llegaran.

Su padre sujetaba su mano con suavidad y con la otra leía algo en su celular, Draco se aseguró de que no lo estuviera viendo cuando dirigió su atención, de nuevo, a la pequeña familia reunida a unos metros de ellos. En la sala de espera, las sillas azules, los letreros digitales sobre sus cabezas y las televisiones eran lo más insignificante para él; tampoco encontraba atractivo mirar los aviones a través de los muros de cristal grueso que los dividían de la pista de aterrizaje. No, lo más llamativo que él podía encontrar, al menos en ese preciso instante, era ese niño ordinario, cubierto de un abrigo sencillo y con una mochila gris colgando de su espalda. El niño hacía extrañas muecas que a Draco le causaban una sensación de desagrado, pero que resultaban fascinantes para el bebé frente al niño, al igual que la mujer que lo sujetaba.

Draco frunció levemente el entrecejo cuando las carcajadas del bebé sonaron más fuerte y el niño, junto con la mujer, rieron. Por unos segundos observó a su papá de reojo, su expresión seria y endurecida era todo lo contrario a lo que esa escena representaba. ¿Por qué las muecas extrañas del niño eran divertidas para un bebé? Draco pensó, quizás con demasiada prisa, que no haría ese tipo de gestos, incluso si la persona destinada no tenía un mínimo de razonamiento.

-Tenemos que irnos - Dijo su papá, sacándolo de sus pensamientos cuando tiró de su mano.

Draco ignoró a los otros adultos que se quedaron en una fila mientras ellos entraban con tranquilidad a un pequeño pasillo hacía el avión. No demoraron en abordar, llegando a una parte diferente del avión, más iluminada y con espacios amplios entre los grandes asientos blancos. Draco soltó la mano de su papá para acomodarse en un asiento junto a la ventana cuando llegaron a su espacio asignado.

-Puedes dormir un rato, Dragón - comentó su papá cuando se sentó a su lado; frente a ellos, Dobby se dejó caer con suavidad mientras sacaba una pequeña libreta con manos temblorosas.

-No, estaré despierto todo el viaje. Quiero ver nubes - declaró con determinación. Su papá solo tarareó en respuesta y siguió escribiendo en el celular.

Treinta minutos después de que el avión despegara, Lucius aceptó la cobija que Dobby le ofreció y, con cuidado, cubrió al niño dormido hasta los hombros.

Lucius ha tenido un largo repertorio de viajes desde que se graduó de la universidad, sirviendo como vicepresidente en la empresa familiar Malfoy y, una vez consiguió el puesto de su padre como CEO, decidió tomar lo poco que le quedaba en Londres e irse por completo. Durante años se desveló esforzándose por llegar lo más alto en la empresa, preparándose adecuadamente para que su padre no tuviera la oportunidad de pararse justo detrás de él en el mando. Lucius fue competente en su trabajo, pero se convirtió en alguien más que hábil y fundamental para el constante avance de la compañía. Su padre no juzgó su progreso durante años y era consciente que debía mantener el ritmo porque, de lo contrario, lo tendría de vuelta.

Lucius no quería cerca a su padre, no quería que su hijo conviviera con una de las personas más crueles y calculadoras que conocía, no importaba cuanto se esforzara su madre en convencerlo de volver a la mansión, cerca de ellos y sus amigos a la ciudad en la que creció. No podía hacerlo, al menos no a un lugar en el que, durante mucho tiempo, lo atormentó la tristeza. Por fortuna, ayudó a construir una infancia para Draco en otro sitio, lejos de los prejuicios familiares, de recuerdos dolorosos y calles aburridas.

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