La brisa era inesperadamente fresca, pero el pasto seguía picando en todos lados y no era nada agradable la sensación. Su piel era demasiado sensible, y a veces el pasto lo irritaba tanto que le terminaba dejando un salpullido fastidioso durante días.
Pero por una vez a la semana, él insistía en hacer ese sacrificio incluso si su papá lo regañaba. Draco no podía desperdiciar ningún minuto en encontrar otro lugar en el suelo libre de pasto alto, se arrodilló y dejó cuidadosamente las flores en el jarrón especial de piedra. Se dedicaba a contarle a su mamá lo que hizo en toda la semana mientras los narcisos blancos se alineaban en tamaños.
Debía tener cuidado de no subir sus rodillas en la fina roca blanca que cubría el suelo, o al menos un pedazo de él. Se apresuró a sacar su dibujo de su clase de arte y dejárselo encima, con una roca como peso para que el viento no se la llevara. Draco coloreó con mucho esmero un retrato de su familia y estaba demasiado feliz de haber dibujado una nave espacial en el fondo con muchas estrellas.
Una vez terminó, deslizó los dedos por las letras grabadas en la loza, suaves y afiladas, convertían el nombre de su mamá en un susurro fuerte cuando Draco las leía. A sus cinco años de edad, él se esforzó por saber pronunciar su nombre correctamente como su papá lo hacía, quería enorgullecerla desde donde estaba.
Sus dedos delinearon una extraña frase que él no entendía, su papá nunca intentó explicársela y aunque preguntara, la respuesta siempre sería la misma para él: "Cuando seas más grande te diré." Eso lo enojaba, él ya era grande para saberlo, pero iniciar una discusión con su papá era perder una hora de cuentos en casa y prefería dejarlo pasar.
—¿Terminaste? — Preguntó una voz grave. Draco se puso de pie de inmediato y se giró ante la figura alta de su papá, levantó los brazos en demanda para que lo cargara. —¿Te despediste de mamá? Recuerda que volveremos el próximo mes — Dijo su papá una vez estuvo recargado en su hombro.
—Sip, le dejé un remuerdo — Contestó con determinación, su papá soltó un bufido y negó con la cabeza.
—Se dice recuerdo, con cu— Draco frunció los labios asimilando la palabra en su mente.—. Dilo — Ordenó su papá.
—Rem...Remue...Re...cuerdo. Recuerdo — Repitió con las mejillas encendidas en vergüenza. Odiaba equivocarse en una palabra. Su papá sonrió con suavidad y asintió con la cabeza en aprobación.
Luego de unos largos minutos en silencio, Draco apoyó su frente en el duro hombro del cuerpo que lo sujetaba y esperó.
Lucius se quedó quieto, admirando la tumba en la que yacía su difunta esposa. Sus labios se apretaron en una línea cuando releyó la frase grabada debajo de su nombre, otra promesa que no pudo cumplir y que lo acompañaría hasta el fin de sus días. Su pecho se oprimió con fuerza mientras recordaba su voz recitando esas palabras y se dio la vuelta esperanzado de que ella los cuidaría desde el cielo, como ambos prometieron hacer entre ellos cuando se vieron envueltos en los mismos compromisos.
El término "esposa" no era adecuado para él, esa mujer merecía más que ser llamada así; se convirtió en su mejor y fiel amiga. La amó por la esperanza que les brindaba a los dos, por sus palabras consoladoras cuando sus padres los seguían forzando y por esforzarse en llenar el agujero que se instaló en él desde hacía tiempo. Era una fuerza imparable, incluso sabiendo que Lucius no podría llegar a quererla con la misma intensidad con la que ella se enamoró, decidió quedarse a su lado para brindarle su cariño.
Amigos, confidentes, compañeros... Merecía casarse con un hombre que de verdad la amara como algo más. Lucius le arrebató esa oportunidad una vez su padre la conoció, y solo pensarlo lo hacía infeliz.
Lucius siempre quiso enmendar el daño, y aunque ella insistiera en que no lo era, con el tiempo se terminó enterando de la verdad. La única persona a la que Lucius le había entregado todo no podía estar con él, y sin importar a cuantas personas conociera, nada podría llenar el vacío que le dejó cuando se separaron. Ella comprendió que no podía entregarle un corazón que le pertenecía a alguien más.
Sin embargo, Lucius estuvo dispuesto a entregarle lo que ella quisiera. Y lo que ella más anhelaba en el mundo era tener un hijo. Él le daría eso, niña o niño, Lucius se encargaría de ser mejor padre que el suyo, y estaba muy feliz de intentar formar una familia, de tomar una nueva etapa entre sus manos. Pero el día que Draco nació, Madrigal se fue.
Cargó a su hijo una sola vez, y mientras lloraba, le suplicó a Lucius que nombrara al niño con lo que más lo llenara de color. No tenía que preocuparse por un nombre que la recordara a ella porque siempre la iba a tener en la imagen de su hijo.
Lucius seguiría manteniendo su palabra, se lo recordaba todo el tiempo cuando visitaba a Madrigal en el cementerio, él sería el mejor padre para Draco y le daría la familia que ambos querían tener. Pero era inevitable, a pesar de la convicción, recordarse que otra bella persona igual fue tratada injustamente por su presencia.
Esa tarde al llegar a casa, Draco se sentó junto a la puerta de la oficina de su papá, escuchando el suave y melodioso sonido del interior atravesar las paredes.
Su papá es muy bueno tocando música, especialmente el violín.
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Luz de Estrellas
Fanfic[Segunda Parte de Bajo la Luz de la Luna] Años después de los acontecimientos vividos, Remus se va a estudiar su universidad en Alemania y permanece la mayoría del tiempo en el extranjero, extasiado por intentar hacer un camino diferente lejos de I...