Luz de Estrellas

Cap. 7: Días Novedosos.

—Te deje una lista con los horarios de Teddy, sus pañales y ropa están en los cajones de su habitación, igual sus juguetes... — Habló Remus mientras guiaba al chico que cuidaría a los niños por la casa. — También te deje los números de emergencia anotados en la lista.

—Entendido, señor Lupin — contestó el muchacho con ánimo.

Remus se dio la vuelta y lo miró con una sonrisa; era un joven simpático, apenas de unos 17 años (aunque ya superaba a Remus en estatura por una cabeza). Su nombre era Bill Weasley y, al igual que su madre y los pequeños que Remus tuvo la oportunidad de conocer, compartía el mismo tono pelirrojo zanahoria. Bill exudaba entusiasmo de su cuerpo, pero no parecía ser del tipo inquieto y, si su madre no mentía, en realidad era un joven bastante responsable.

—No creo que tengas problemas con Hermione, suele ser muy tranquila — dijo mientras regresaban a la sala, Remus traía en sus brazos a Teddy y lo dejó de nuevo en su alfombra de juegos frente al televisor. —. Si quiere una merienda, hay fruta en la cocina y solo tiene permitido comer una galleta de nueces al día. Le gusta leer, así que probablemente te pida que le leas un cuento o le expliques algo que ella no entienda, pero si quieres intentar jugar con ella, tiene algunos juguetes y juegos de mesa en su habitación. Y les deje comida hecha en el refrigerador, solo necesitarás calentarla para el almuerzo, no dejes que coma después de la una o en la cena no tendrá apetito. Teddy toma al menos una siesta antes del almuerzo, no suelen ser largas y tampoco dejes que vea demasiado la televisión, a Hermione tampoco le gusta mucho verla, pero le gustan las películas sobre las series.

Remus detuvo su desvarío por el sonido de un claxon en el exterior, miró la hora en su teléfono celular y gimió de frustración cuando se dio cuenta que el taxi había llegado. Bill se veía divertido por la forma en que se apresuró a despedirse de Teddy y corrió a la habitación de Hermione; la niña estaba sentada en el suelo con su gato de peluche y un kit médico de juguete frente a ella.

—Ya me voy, linda, regresaré en la tarde ¿de acuerdo? — dijo mientras entraba al cuarto y se arrodillaba para besar su frente. — Bill se quedará con ustedes, estarán bien — Hermione lo miró fijamente, con las cejas juntas y una de las comisuras de su labio elevada en una mueca.

—¿Vas a tardar? — preguntó en voz baja.

—No, lo prometo — aseguró y trató de hacer que el puchero de la niña se fuera con su sonrisa, pero no funcionó. Remus suspiró y sacó el reloj digital de su muñeca para dárselo. —. Mira, yo estaré en casa antes de que el reloj tenga un tres en la pantalla. Si no regreso a esa hora, le puedes decir a Bill que me llame por teléfono y te diré dónde estoy.

—Está bien — musitó Hermione, entonces miró a Remus y el destello de tristeza se reflejó en sus ojos. —. ¿No puedes quedarte?

Remus mordió el interior de su mejilla y negó con la cabeza, manteniendo su rostro tranquilo frente a ella.

—Tengo que ir a trabajar, si no lo hago no podré cuidar bien de ti y Teddy.

Hermione no parecía conforme, pero terminó por asentir con la cabeza y aferrarse una última vez a Remus cuando la volvió a abrazar. Bill acompañó a Remus a la puerta, cargando en sus brazos a Teddy y despidiéndose de él una vez subió a los asientos traseros del auto que llegó por él. Hermione no salió para despedirse, seguramente enojada y triste por verlo marchar, Remus no estaba seguro con cuál de las emociones estaría lidiando y cuál de esas permanecería por el resto del día hasta que regresara a casa.

Mientras el auto se alejaba de la zona, Remus se aseguró de informarles a sus padres que ya se había ido al trabajo y que los niños estaban al cuidado de Bill. También les dijo a los merodeadores, solo para asegurarse de que ninguno de ellos hiciera una rabieta por mantenerlos desinformados de la situación con los niños y el trabajo.