Cap. 8: Primer Día.

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Hermione observó, con mucha atención, como la hermana de su padrino colocaba las cosas faltantes del armario en una gran maleta negra. Hope hablaba sin parar sobre cualquier cosa; autos rojos, blusas negras, dibujos de gatos, el helado de menta o las películas viejas de Disney. Ya había perdido la cuenta de los temas, aunque Hermione no estaba muy interesada en entablar una conversación larga, se sentía cansada y cada pocos minutos su mente quedaba en blanco en la necesidad de cerrar sus ojos.

No ha dormido, no recuerda la última vez que logró hacerlo durante toda la noche y no fue asaltada por luces blancas en su cabeza, gritos o el sonido de los neumáticos al derrapar en la calle. Ella no gritaba en las noches, tampoco lloraba, simplemente abría los ojos y se removía en su nueva cama, incomoda con las sabanas y las almohadas.

Hermione no estaba tranquila hasta que llegaba a la habitación de su padrino, asegurándose de que Teddy estuviera a salvo en su cuna junto a la cama antes de sacudir el hombro de Remus; él no se volvería a dormir una vez Hermione llegaba al cuarto y eso la tranquilizaba, la promesa de vigilar su sueño. Sin embargo, lo seguía intentando, cada noche ella se acurrucaba en su cama con la leve esperanza de vencer a sus pesadillas. Pero no funcionaba.

Se acostumbró al cansancio que sentía al día siguiente, como en esta ocasión, donde Remus llevó a Hermione a pasar el fin de semana con su familia. Los señores Lupin eran muy amables con ella y Teddy, parecían muy ansiosos por pasar tiempo con ellos y los mantenían ocupados durante todo el día (en el caso de Teddy era hasta que llegaba su hora de la siesta); Hermione era feliz de esa manera y, por el momento, le gustaba más quedarse con los Lupin que con sus abuelos, ellos eran muy serios y aburridos, muy diferentes a la familia de Remus.

Hermione no tenía problemas en pasar tiempo con los señores Lupin, pero era Hope la persona que más solicitaba su presencia y, en pocas semanas, descubrió en la chica lo mismo que con Orión y Harry: amistad. Al principio estaba intimidada, Hope tenía el cabello rapado y le gustaba usar muchos broches de colores brillantes, combinando a su vez con su ropa. Hermione creía que sería alguien demasiado inquieta, como Sirius Black, pero no. Hope no la forzaba a hablar o hacer algo que no le gustaba, se quedaba con ella y prefería soltar largas conversaciones por su cuenta. Se acostumbró a la chica de la misma manera que lo hizo con los mellizos Potter, quienes tampoco la presionaban para jugar algo que no le gustara.

Así que por eso Hermione no se sentía nerviosa de escuchar a la chica hablar y hablar, con somnolencia permaneció sentada en la cama y, minutos después, se percató que Hope en realidad había vaciado todo el armario de su padrino. Eso la hizo sobresaltarse.

—¿No era solo la ropa? — preguntó, nerviosa de ver todas las esquinas del armario limpias.

Hope abrió los ojos de par en par y arqueó ambas cejas, pareció notar lo vacío y limpio que se veía el lugar.

—Oh... — balbuceó — Me distraje tanto que metí todo.

Hermione se puso de pie de un salto y se acercó a la maleta, en el interior había abrigos viejos tejidos, bufandas, libretas, pares de zapatos y cajas.

—¿Cómo metiste todo? — preguntó de nuevo, tomando del interior de la maleta una bufanda roja con amarillo.

—No dudes de mis habilidades — respondió Hope con una sonrisa vacilante —. Bueno, tu padrino sabrá qué hacer con sus cosas. Le preguntaré si puedo usar este viejo armario — dijo mientras observaba el lugar con sus ojos brillando.

—¡Hermione, ya nos vamos! — gritó la voz de Remus desde el primer piso.

Hermione miró a Hope una última vez y se apresuró a salir de la habitación mientras la chica cerraba la maleta, ambas hicieron un pacto silencioso de no mencionar el contenido de la misma. Remus permanecía de pie al final de las escaleras, tenía a Teddy en sus brazos y el bebé mantuvo su mirada en ella cuando bajó, Hermione tomó la mano de su hermano al verlo agitarse en su dirección.

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