II

16 3 0
                                    

II

El Señor Limantour había estado saludando y platicando con cada persona de la lujosa fiesta que había organizado en su enorme mansión. Usaron los amplios terrenos para decorarlos y llenarlos de pequeñas mesas con dulces y aperitivos de lo más deleitantes, haciendo espacio para que los músicos que fueron a tocar tuvieran libertad de moverse y la música llegara a cada parte de la celebración.

— ¡Mira a quien me vengo a encontrar! ¡Es el mismísimo Armando Limantour! —el caballero de porte noble se acercó al Señor Limantour eufórico.

— Bueno, esta es mi casa, Gómez —respondió risueño, correspondiendo el saludo.

— Pero últimamente ya no te miraba en ninguna celebración. ¿Es tan difícil la vida del político?

— Sí, bueno, es algo complicada y ocupada por-...,

— Ha de ser por todas las personas a las que tiene que sobornar para comprar su lugar —una voz de niña interrumpió a ambos caballeros. El Señor Gómez se llevó ambas manos a la cara con suma vergüenza.

— ¿Y esta niña de dónde salió? —su rostro totalmente sonrojado por la furia, hacía ver al Señor Limantour casi como un pimiento.

— ¡En serio, una disculpa, Armando! ¡Armando, perdóname! No debí traerla aquí.

— ¿Es tuya esta niña? —escupió con desprecio.

— No, es mi sobrina, Génesis. Mi hermana es una mujer muy pobre desde que se casó con un campesino y sus hijos jamás habían estado en un evento así. Acaba de cumplir los doce años y pensé que era buena idea traerla aquí para celebrar, ya que esta es la celebración del cumpleaños de su hijo. De verdad, perdone mi imprudencia, nos retiraremos en este momento.

El Señor Limantour miró a la niña una vez más y se dió cuenta de que eso es lo que era: una niña. No tenía por qué molestarse por las palabras que probablemente había escuchado decir a sus padres y que ella ni siquiera entendía del todo.

Se inclinó hasta dónde estaba la pequeña y le sonrió, tocando levemente su bigote.

— ¿Quieres ir a jugar con mi hijo? Aquí en la fiesta no hay muchos niños.

La chica de alguna forma comprendió que no tenía otra opción, así que asintió.

— Muchas gracias, Coronel Limantour.

— Está bien, Gómez, son niños. Y no se te olvide que ya no estamos en el ejército, no me gusta mucho que me llamen por mi título.

— ¡La costumbre! —ríe.

Mientras tanto, la pequeña miró a los niños a lo lejos jugando entre sí con la supervisión de una sirvienta y pronto se dió cuenta de que no quería ir a ese lugar.

Se sentó enfrente del tronco de un árbol que estaba a un pie del bosque de la familia Limantour.

— Hola —escuchó la voz de un niño y pronto se giró a verlo—. ¿Tampoco te gusta lo que ellos están haciendo?

Génesis quedó pasmada en su lugar por unos segundos, al observar el rostro más bello y frágil que había visto en su vida. Con dorados cabellos ondulados y unos maravillosos ojos azules que brillaban como las estrellas.

— ¿Te refieres a ir a jugar? No, no quiero ir. Están saltando de un lado a otro y últimamente me canso mucho al hacer actividades tan agitadas.

— Bueno, yo pensaba que era porque es un juego demasiado infantil.

La niña ríe sarcástica por lo bajo.

— ¿Pues cuántos años tienes?

— Hoy cumplo doce años.

— También yo..., espera, ¿de casualidad eres el hijo del Señor Limantour?

El pequeño asiente.

La niña de pronto se sintió muy incómoda al recordar con qué clase de personas estaba tratando. Se había esforzado por no pensar en ello, pero no podía evitar darse cuenta de que al volver a su pobre casa, esta clase de personas eran los que mantenían a gente como ella en lo más hondo del lugar.

Génesis le sonrió con los labios temblando y se dió la media vuelta para regresar al lado de su tío, hasta que decidieron irse.

Nota de la autora:

Actualizo cada Miércoles y Viernes 🍃

Más allá de su jardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora