XV

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XV

Había pasado una hora desde que la madre de Georgina había llegado a su casa sin previo aviso. Las influencias de la Señora de Goretti se extendían por todo México y algunas partes de Europa, desde que había tomado el poder de la familia cuando su marido falleció. No le costó nada mover unos hilos para descubrir dónde podía estar su hija mayor. Virginia jamás se perdería la oportunidad de burlarse de las desgracias de su hija, aún si tenía que seguirla en el fin del mundo.

Ahora, sentadas cara a cara sin el más pequeño atisbo de querer ceder, mantenían una lucha de miradas.

— ¿Quieren... té? —cuestionó Dona un tanto agobiada y confundida.

— Sólo si es té verde.

— Lo prepararé en este momento.

Y de nuevo, quedaron ambas en soledad.

— Te lo dije.

— Es muy temprano para esto, madre.

— ¿Y a qué hora puedo decírtelo entonces? —se burló la mujer, haciendo que Georgina se sintiera exasperada—. Sabía que ese hombre te traería problemas. Un político siempre tiene enemigos por todas partes, bien lo sabíamos ambas por tu difunto padre, que también era militar, ¿y qué hiciste? Fuiste a casarte con un hombre que trabajaba en la política y en la milicia.

— Mi marido, madre, era un hombre respetable y con buena posición social, como lo fue mi padre. Por eso es que me casé con él y te estaría muy agradecida si pudieras dejar de insultar su memoria o un suceso que ya simplemente no tiene caso discutir.

— Sí, sí —ríe—. Para tu próximo marido, no cometas el mismo error.

— ¿Y qué te hace pensar que me volveré a casar?

La Señora de Goretti se sorprendió ante tal respuesta insolente.

— ¿Cómo puedes decir eso? Eres una madre soltera, ¿qué dirá de ti la gente cuando se empiecen a esparcir los rumores?

— Creo que estarán más interesados en saber si seguimos vivos. Nadie tiene conocimiento de que sobrevivimos al ataque porque nos fuimos justo ese día.

Antes de que la mujer pudiera empezar una discusión con su hija, su nieto, Elliot y su sirviente, Pierre, ingresaron a la casa llegando de la escuela junto a Génesis.

Elliot se esforzó por esconder detrás de sí a la pequeña, para evitar que la abuela empezara a criticarla y hacerle comentarios hirientes. Si él hubiera sabido que esa mujer estaba en su casa, no habría traído a la chica a su hogar, eso es seguro.

Al final, fue Pierre quién apoyó a Elliot en su escapada a su habitación junto con la pelinegra, hablándole a la abuela de los logros que había tenido su nieto apenas llegó a la escuela y sobre las telas importadas de Europa que habían comprado para decorar la casa, sus dos temas favoritos. Así, fácilmente se pudieron escabullir los otros dos hasta la habitación de Elliot.

— Wow, tu cuarto se ve muy ordenado. Y elegante — « Y aburrido », pensó en sus adentros—. Se parece mucho a ti.

— Supongo que lo tomaré como un cumplido y te agradezco. Por favor, toma asiento —ofreció el pequeño sillón en su cuarto y la joven lo hizo.

— Bueno, ahora estamos a mano. Nos hemos mostrado nuestras guaridas secretas. Aunque no podría decir exactamente que este lugar es secreto.

— Algo así. Sólo yo ingreso aquí y Pierre, para limpiarlo. Eres la primer persona a la que traigo a mi habitación.

— ¿Antes tampoco llevabas a tus amigos a jugar en tu cuarto? —preguntó incrédula. Elliot negó con la cabeza—. ¡Pues entonces si estamos a mano! —rió divertida—. Gracias por ayudarme y traerme aquí. Si hubiera llegado a casa habría estado llorando como una fuente.

Elliot rió ante tal comparación.

— Si te imagino llorando... como una fuente.

— ¡No te burles! —dijo risueña—. Por cierto, ¿quieres saber el final de la chica guerrera? El día de ayer por la noche me desvelé terminándolo.

— Por supuesto. Como tu editor personal, estaba a punto de pedírtelo. Has superado casi la fecha de entrega.

— ¡Sí, claro! —se soltó a carcajadas.

Tuvieron una plática divertida y por primera vez en su vida, Elliot se sintió como un verdadero niño.

——— § ———

Llegada la noche, Elliot sintió algo extraño en su mano derecha y pronto notó que tenía una marca negra que rodeaba su muñeca. El chico la evaluó, sin saber exactamente que era: ¿se lastimó haciendo alguno de los juegos peligrosos que siempre proponía Génesis? ¿Sólo era suciedad? Pero si lo fuese, se habría borrado cuando él intentó lavarla. Simplemente lo cubrió con un guante negro de cuero, ya que consideró que sería desagradable a la vista. Su padre siempre le decía si no te mata, no es nada  y él lo creía.


Más allá de su jardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora