X
Los maestros y padres de familia se habían reunido todos para tratar el tema que traía en controversia la ciudad. Unos argumentaban que cómo era posible haberle dado el trabajo en una escuela de tal prestigio a una extranjera que probablemente ni siquiera se preocuparía por lo que les suceda a las personas del lugar. « Todos los franceses ven a los mexicanos como seres inferiores » o eso pensaban. Fue culpa de Georgina por ponerse un apellido francés, pero no pudo pensar demasiado, ya que de igual manera, si tenía sus raíces en el continente de Europa —aunque siendo justos, en Italia, no en Francia— y sus padres la habían instruido bajo la influencia europea por lo mismo.
Sí, sus padres le enseñaron a ser soberbia, orgullosa y prejuiciosa. Georgina conservaba de eso mucho y, a la vez, poco. Su inteligencia le permitía ver más allá de las tradiciones, por eso siempre que miraba que algo no cuadraba aún cuando decir lo contrario sería indecoroso, ella en su interior lo podía admitir y se lo guardaba para ella en un cofre mucho más grande que el de sus deseos. Uno que parecía no tener fondo en comparación con aquella diminuta caja de sus fantasías.
Por eso, muchas veces sus pensamientos entraban en conflicto, llenos de contradicciones, en una batalla entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, lo correcto y lo indigno.
El problema no sólo eran sus orígenes. El problema era que ella era una mujer y no estaba cumpliendo su función única y a la que la sociedad la condenaba de ser una esposa que sólo sepa cuidar bien de la casa. Los padres no podían evitar pensar « tenía que ser una mujer », como si ella hubiera girado tantas veces, a una velocidad y fuerza tan increíbles, que terminó por formar el enorme torbellino. Y aunque Georgina creía que la catástrofe podría haber estado ligada a la maldición de su familia, las fuerzas de la naturaleza trabajan por sí mismas con o sin maldición.
— Es que ella no debería estar aquí. Una dama sin esposo y con un hijo..., ¡pero que indecencia! Jamás había conocido a una profesora que presentara tal descaro.
— ¡Eso! —agregó una señora—. Debería estar en su casa cuidando de su hijo y buscando un esposo. Aunque raramente conseguirá a algún caballero que la acepte a ella junto a un niño que no le pertenece.
— No entiendo cómo el director de la escuela aceptó a una mujer así —clavó su mirada el duro hombre en el director de la escuela, un hombre bien parecido, de porte elegante y traje militar. Era el dueño de la escuela y también tenía varias empresas de textiles en México.
— La contraté, claro, por su amplia formación académica que quizás quieran mirar por ustedes mismos —puso la carpeta con los papeles de Georgina en la mesa—. Y porque pasó la entrevista, como cualquier otro profesor de la escuela.
— Pero mi hijo dijo que el profesor que daba su materia antes, era un hombre que sólo llegaba al salón a comer.
Todos los presentes se rieron ante el comentario del caballero.
— Ese maestro se encontraba en esta escuela antes de que yo tomara el mando de la misma. Mi problema fue no tener el tiempo suficiente por atender otros asuntos externos e internos de la escuela como para realizar evaluaciones a los profesores de la escuela y por ello, en verdad que me disculpo. Para eso, he contratado a un vicedirector que llegará el día de mañana.
— Bueno, pero es que no me gusta esa mujer —volvió a retomar el tema una de las madres.
A pesar de que el mismísimo director de la escuela había dado razón de su falla dirigiendo el colegio, nadie reparó en su error tanto como lo hacían con la nueva maestra, aún cuando en su caso, ella no cometió ninguna falta.
En ningún momento de la reunión, Georgina habló. Fue el Señor Carranza, el director de la escuela, quién se percató de esto y decidió provocarla un poco, esperando que lo hiciera.
— Y bien, Señora Dubois, ¿está de acuerdo con todo lo que ha escuchado o por qué no ha dicho nada en su defensa?
Georgina reaccionó un poco tarde, pues aún no se acostumbraba al apellido que ella misma se puso.
— He estado escuchando con atención sus argumentos esperando por fin que alguien diga algo mínimamente razonable de por qué fallé como maestra, pero no sucedió, así que seguí esperando.
La gente se mostró inmediatamente indignada. Pero el director amplió una sonrisa, casi satisfecho con su respuesta. No podía esperar a oír más de lo que Georgina tenía por decir.
— ¿Podría explicarnos por qué piensa usted así, Señora Dubois?
— Con gusto lo haré.
Se levantó de su lugar y dió un paso al frente, como el general de una armada, firme, fuerte y con valentía en la mirada.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de su jardín
FantasyElliot nació por un conjuro que su madre, Georgina, cumplió al pie de la letra. Ahora, gracias a eso, su familia quedó maldita al igual que todos sus descendientes lo estarán. Para terminar con esa maldición, Elliot debe casarse con alguien de sangr...