XIII

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XIII


A Génesis no le gustaba demasiado la letra en cursiva, pero se había acostumbrado a sólo escribir así desde que su estricta maestra de primaria les golpeaba las manos con una vara gruesa si no lo hacían.

Para ella era vital que esta carta fuera embelesante a la vista, así que, cada vez que se equivocaba, tenía que volver a usar una nueva hoja de su cuaderno. Ya llevaba más o menos veinte, la chica empezaba a perder la paciencia. Si no era por la ortografía, era por la letra, si no era por ninguna de esas dos, era porque había escrito algo demasiado empalagoso para su gusto. Por suerte, se encontraba en su lugar secreto, dónde nadie...., bueno, ahora sería certero decir dónde casi nadie se imaginaría que ella estaría escribiendo una carta de amor.

El alma se llena de hermosas flores cuando se habla del dulce e inocente primer amor. Todos los días son una aventura que no sabes cómo recibir. El mundo se ve más brillante, el cielo es más azul, los problemas son más diminutos y lo más importante es la persona que te gusta.

— ¿Qué haces? —ingresaron sin previo aviso Elliot y Pierre. El rubio se acercó más a Génesis para obtener la respuesta a su pregunta y ella de inmediato escondió su carta casi terminada detrás de sí.

— Eso no les concierne.

Pero Pierre, que también es muy curioso, caminó sigilosamente detrás de ella y pudo leer algunas palabras de la carta.

— ¡Es una carta de amor! —exclamó muy divertido. La niña se enfureció y abrazó su carta, para protegerla mejor de las miradas intrusas.

— Sí, ¿y qué?

— Una carta de amor —repitió Elliot un tanto desconcertado—. ¿Para quién?

La pequeña se puso totalmente roja, pero sabía que cuando entregara la carta, todo el salón se enteraría, así que le daba igual decírselos anticipadamente.

— Para Alejandro.

— Para Alejandro —dijo Elliot como si fuera un eco.

— Sí, es que... —su mirada se volvió más brillante al empezar a imaginar al chico que le gustaba—, Alejandro es tan listo, es muy bueno en los deportes, es gracioso, amable —mientras ennumeraba sus muchas virtudes, había empezado a dar vueltas por todo el lugar como si de una bailarina de ballet se tratase—, atento, caballeroso, alto y muy apuesto. Es completamente mi chico ideal.

Pierre miró a su amigo, que no se veía para nada contento con dicha respuesta, pero como Elliot era un niño mucho más maduro que los demás niños de su edad, supo mantener la compostura.

— Pues quizás, si él es tan perfecto para ti, deberías esperar a que sea él quien se acerque. No, de hecho, deberías hacerlo.

— ¿Pero por qué?

— Porque es descortés que una dama haga un movimiento hacia un hombre. ¿Has pensado en la imágen que él podría tener de ti después? Es deber del hombre de proponersele a la mujer.

Génesis no concordaba en nada con Elliot y en esta ocasión, no fue la excepción. La niña rodó sus ojos y volvió a sentarse para terminar de escribir su carta.

— Que bien que yo no soy una mujer, sino, una niña. Ahora, ¿pueden retirarse? Necesito terminar de escribir y ustedes necesitan dejar de molestarme.

— Génesis, él podría ridiculizarte ante todos —avisó preocupado el chico—. No sé si lo has notado, pero no es el ser humano más noble. La vez pasada, Pierre y yo lo vimos golpear a un perro. Una persona que es cruel con los animales no podría ser alguien digno ni respetable.

— ¡Deja de mentir sobre él, tú no lo conoces como yo! Aunque las demás niñas estén encantadas contigo sólo por ser el perfecto niño nuevo, sigo pensando que eres un... un... —decía buscando las palabras que ni siquiera conocía, ya que para ser honestos, Génesis sólo tenía objeciones hacia él por su clase social y por el hecho de que la ocultaba, aunque esto no se lo había dicho a nadie y Elliot confió en que ella no lo haría aún sin tener que decírselo, por lo que tampoco se lo comentó a su madre.

— ¿Soy un qué?

— Un... ¡un falso! ¡E hipócrita! ¡Y engreído! ¡Y no me caes para nada bien!

— Si llegaras a ver con tus propios ojos que él no es lo que piensas, ¿te alejarías de él?

— Si Alejandro fuera una mala persona como tú, un mentiroso de primera lo incrimina, por supuesto que renunciaría a mi amor. Cosa que no sucederá porque él no es así.

Elliot se disgustó ante tales acusasiones, pero no quiso seguir discutiendo, así que sólo asintió y se fue, con Pierre detrás de él.

La niña no se sintió culpable en lo absoluto, al contrario, se sintió más motivada por acabar su escrito.

— Con amor, Génesis Ives —enunció a la vez que lo escribía y por fin, se dispuso a entregar discretamente su carta ya finalizada.

Más allá de su jardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora