Pasé el resto de la mañana arrepentida por lo que le había dicho a Addison en la sala de reuniones. La había cagado. Seguro que estaba enfadada. Lo de verme con la camisa de Vanesa no ayudaba. Les escribí a mis amigas un mensaje de socorro: «Addison está celosa. Sabe que pasé la noche en casa de Vanesa». La respuesta de mis amigas no se hizo esperar: «¡¿Que pasaste la noche en casa de Vanesa?!». Vaya... se me olvidó por completo que no tenían ni idea de que la becaria me había rescatado cuando estaba a punto de liarme a puñetazos con unos imbéciles que a saber qué me habían dicho y me llevó a su casa.
A la una de la tarde me adentré en la sala de descanso con las tripas haciendo su propio festival de música. Me saqué una barrita energética y me hice un café bien caliente. Y claro... Álvaro no podía faltar. Me miró con una sonrisa odiosa y no me dijo nada. No hacía falta para saber lo que estaba pensando. Que Addison me tenía ahora en el punto de mira, que no iba a ir con ella a ese viaje, que estaba cayendo puestos en la empresa y blablaba. Si no me hablaba mejor. Así estaba más guapo.
—¿Qué hiciste ayer? —preguntó con sarcasmo—. Seguro que quedarte trabajando hasta tarde, no.
—¿Qué te importa?
—No son horas de llegar a una reunión. Te tienes merecida la bronca de Addison.
—¿Te cuento lo que hice ayer?
Él negó con la cabeza y sonrió. Sabía que le soltaría alguna tontería y no le diría la verdad, así que no quería escucharme.
El móvil vibraba dentro del bolsillo de mi pantalón. Lo saqué y leí los mensajes de Rose y Elena.
«¿Te la tiraste?».
«¡Eso no se hace!», se quejó Elena.
«¡¡Nos prohibiste ligar con ella para hacerlo tú!! ¡¡Eres horrible!!».
Rodé los ojos y comencé a teclear a toda prisa para cortar la conversación y hacer que no entrasen en pánico. Ellas solas se habían creado una película que nada tenía que ver con la realidad. «No pasó nada», les dije. Y les conté el motivo por el cual había pasado la noche en su casa.
«Ah bueno, ya te iba a desheredar de amiga», respondió Rose añadiendo un emoticono de alivio.
«Ahora todo encaja», dijo Elena. «¿En serio te vomitó un tío en la camiseta? Es que teníamos que habernos ido contigo. Eso tenía que verlo yo con mis ojos».
«¿Para qué? ¿Para reírte de mí?».
«¡Pues claro!», contestó Elena y puso un gif de llorar de risa.
Cuando alcé la mirada Álvaro y su pelo engominado ya no estaban. Ahora era Vanesa la que estaba delante de mí con cara de circunstancia.
—Hola.
—¡Ey! —dije.
—¿Qué tal con Addison? ¿Te ha echado mucha bronca?
Negué con la cabeza y me senté en el sillón. Ella se sentó a mi lado.
—Solo me ha dicho que quiere puntualidad y blablabla. No te preocupes.
—Me siento mal.
—¿Por qué?
—Porque a mí no me ha dicho nada por llegar tarde.
Arqueé las cejas y solté una carcajada.
—¿Quieres que te eche la bronca?
—No. —Dijo apresurada—. A ver si me explico... hemos llegado tarde las dos, no solo tú. Debería de haberme echado la bronca también.
Me encogí de hombros quitándole importancia. No iba a decirle que si me había echado la bronca a mí era porque le parecía excitante. Porque quería estar a solas conmigo y por supuesto, porque quería saber si me había acostado con Vanesa o no.
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Addison Lane
RomanceAbby es una joven de veinticinco años que ha conseguido un buen puesto en una gran empresa de publicidad. Addison es su jefa pero... ¿ya se habían visto en alguna parte?