—¡¡Será zorra!! —gritó Rose. Éramos las únicas clientas del Ambrosía y el gritó resonó más de la cuenta. La camarera nos miró extrañada y mi amiga le pidió disculpas con la mano.
—Entonces ha elegido al idiota de Álvaro —repitió Elena.
Asentí con la cabeza, decepcionada.
—No me lo veía venir —susurró Rose.
—Quizá le daba miedo hacer ese viaje —planteó Elena—. Igual está rallada y le da miedo que la gente piense algo.
—¿Qué van a pensar? —protesté.
—No sé. Tú has dicho antes que la puerta se abrió sola —hizo unas comillas en el aire—. Igual ha descubierto que no se abrió sola y hay alguien chantajeándola.
—Álvaro. Se refiere a Álvaro —aclaró Rose.
—Me lo hubiera dicho —agarré con fuerza mi copa de Néctar y le di un sorbo—. Addison me lo hubiera dicho.
—No te pongas así por un viaje —dijo Elena—. Quizá es cierto que Álvaro es el que puede dar la cara por la empresa de la mejor manera. No se trata de que te la estés tirando, eh.
Parpadeé varias veces digiriendo las palabras de mi amiga. Tenía razón. El simple hecho de estar teniendo sexo con ella no me daba el privilegio de ir a ese viaje. Seguro que Álvaro podía hacerlo mucho mejor que yo. Eso pensaba ella y el consejo de sabios con el que se había reunido para sacar su nombre.
—¡¡Pero me hubiera encantado ver tu cara!! —gritó Rose muerta de la risa.
—La verdad es que a mí también.
—¿Por qué no os vais a la mierda?
—Te imagino ahí súper preparada para cantar victoria y... ¡¡pum!! Álvaro —Rose soltó una carcajada—. Te ha tenido que doler, ¿eh?
No respondí. Me limité a agachar la cabeza.
—No te rayes, Abby, de verdad —dijo Elena—. Ese viaje no significa nada. Addison al fin y al cabo mira por la empresa no por sus relaciones personales.
—Eso es que tienes que reforzar tu técnica de cunilingus —bromeó Rose quitándole toda la seriedad a Elena.
—¡Mi técnica es perfecta! —protesté fingiendo enfado.
—Mentira. Te quedas fuera del viaje. Algo tendrás que mejorar.
Le hice una peineta y di un sorbo a la bebida.
Estaba decepcionada. Quería salir corriendo e irme lejos, muy lejos. Sentí por primera vez en mi vida la necesidad de perderme. De perderme de verdad, de que nadie supiera donde estaba. Alquilarme una casa rural en un valle perdido y vivir con lo justo y necesario. A veces tenía la sensación de que la vida no era para mí, que los líos amorosos me destrozaban y que lo mejor era correr a un lugar donde nadie supiera mi nombre.
Rose y Elena se echaron a reír cuando les dije, con toda la seriedad que pude, que no volvería a hacer nada con ella hasta que no aclarase su vida con su marido. ¿Acaso no me tomaban en serio? Lo decía de verdad. Mis labios no volverían a besar los de Addison Lane hasta que me dijera que había tenido una larga conversación con su marido y que todo había terminado.
—Si aparece ahora mismo, te la llevas al baño. No me engañas —dijo Rose acomodándose en el asiento.
Negué rotundamente.
—Que sí. Viene con esa chaqueta de cuero que tan loca te vuelve, su pelo engominado, te dice cuatro cosas, te mira con sus profundos ojos azules y te la llevas.
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Addison Lane
RomanceAbby es una joven de veinticinco años que ha conseguido un buen puesto en una gran empresa de publicidad. Addison es su jefa pero... ¿ya se habían visto en alguna parte?