Apuestas? 3

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Estoy jadeando ahora, excitada por este juego

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Estoy jadeando ahora, excitada por este juego. Se aproxima al final de la mesa, coloca en su lugar la bola negra de nuevo, entonces me da la bola blanca haciéndola rodar por la mesa. Se ve tan sexual y carnal, sus ojos oscurecidos y una sonrisa lasciva. ¿Cómo podría resistirme a esta mujer? Atrapo la bola y la alineo de nuevo, lista para golpear.

—Uh-uh —me amonesta—. Espera. —Ah, como le encanta prolongar la agonía, de repente está de nuevo tras mi espalda. Cierro los ojos una vez más a medida que acaricia mi muslo izquierdo en esta ocasión, en ascensión a mi trasero.

—Apunta —exhala.

No puedo evitar gemir cuando el deseo gira y da vueltas dentro de mí. Y lo intento, realmente intento pensar desde dónde debería golpear a la negra con la blanca. Cambio mi posición ligeramente hacia mi derecha, y ella me sigue. Me inclino sobre la mesa una vez más. Utilizando el último vestigio de fuerza interior, la cual ha disminuido considerablemente desde que sé lo que sucederá cuando golpeé la bola blanca. Apunto y golpeo de nuevo la blanca. Poché me golpea una vez más, con fuerza.

¡Ay! Fallé de nuevo.

—¡Oh no! —gimo.

—Una vez más, nena. Y si fallas esta vez, realmente dejaré que lo consigas.

¿Qué? ¿Conseguir qué?

Sitúa de nuevo la bola negra y camina de regreso a mí, de forma dolorosamente lenta, hasta que está de nuevo de pie a mis espaldas, acariciando de vuelta mi trasero.

—Puedes hacerlo —me convence.

Oh, no cuando me estás distrayendo de esta manera. Presiono mi trasero contra su mano, y ella me golpea con ligereza.

—¿Ansiosa, señorita Calle? —murmura.

—Sí, te quiero ahora.

—Bueno, entonces deshagámonos de estas. —Con delicadeza comienza a deslizar por mis muslos las bragas hasta quitármelas. No puedo ver lo que hace con ellas, no mientras me hace sentir expuesta cuando planta un beso en cada nalga.

—Haz el disparo, bebé.

Quiero llorar, no lo voy a conseguir. Sé que voy a fallar. Alineo la blanca, la golpeo, y en mi impaciencia fallo por completo en darle a la negra. Espero por el golpe, pero no llega. En cambio se inclina justo sobre mí, aplastándome contra la mesa, me quita el taco de la mano y lo hace rodar por la banda lateral. Puedo sentirla, dura, contra mi trasero.

—Perdiste —me dice con suavidad al oído. Mi mejilla presionando contra la mesa de billar—. Pon tus manos sobre la mesa.

Hago lo que dice.

—Perfecto. Ahora voy a azotarte y quizá la próxima vez ganes. —Cambia de posición y ahora está de pie a mi izquierda, su erección contra mi cadera.

Gimo y casi puedo sentir a mi corazón saltar a mi boca. Mi respiración se convierte en cortos y pesados jadeos, con la espesa excitación corriéndome en las venas. Con suavidad me acaricia el trasero, mientras que su otra mano se curva en mi nuca cerrándose en un puño en mi cabello, dejando su codo descansar sobre mi espalda, manteniéndome sujeta. Estoy completamente indefensa.

—Abre las piernas —murmura, y por un breve momento vacilo. Y es entonces cuando me golpea duro. ¡Con la regla! El sonido que hace es incluso más fuerte que el de un azote, por lo que me toma por sorpresa, grito y ella me golpea de nuevo.

—Piernas —ordena. Abro mis piernas jadeando. La regla me golpea de nuevo.

Agh, duele, pero el sonido que hace al cruzar mi piel es incluso peor de lo que se siente.

Cierro los ojos y absorbo el dolor. No se siente tan mal, entonces la respiración de Poché se hace más pesada. Y es cuando comienza a golpearme una y otra vez, por lo que comienzo a soltar pequeños quejidos. No estoy segura de cuantos golpes más puedo soportar, pero escucharla y saber cuán encendida está, alimenta mi excitación y mi deseo de continuar. Estoy cruzando hacia el lado oscuro, un lugar en mi psique, no sé muy bien cuál, quizá el que ha visitado la sala de juegos. La regla me golpea una vez más, y suelto un quejido audible, Poché gime en respuesta. Me golpea de nuevo, y de nuevo... y una vez más... más duro esta vez, por lo que me estremezco.

—¿Suficiente? —susurra.

—Sí.

—Ahora quiero cogerte —dice con voz tensa.

—Sí —murmuro con anhelo. Desabrocha su bragueta, mientras yazco jadeando acostada sobre la mesa.

Me maravillo una vez más de la forma que he conseguido manejar —y sí, disfrutar— lo que me ha hecho hasta este punto.

Desliza dos dedos en mi interior y los mueve de forma circular. La sensación es exquisita. Cierro los ojos y me deleito en ella. Oigo el delator rasgado del papel, y entonces está parada detrás de mí, entre mis piernas, abriéndolas incluso más.

Con lentitud se hunde en mi interior, llenándome. Escucho su gemido de placer puro, que hace agitar mi alma. Coge mis caderas con firmeza, deslizándose fuera de mí de nuevo, entrando de vuelta con una fuerte acometida, haciéndome gritar.

Se queda quieta por un momento.

—¿De nuevo? —pregunta en voz baja.

—Sí... estoy bien. Piérdete... llévame contigo —murmuro sin aliento.

Deja escapar un gemido ronco de su garganta, deslizándose fuera de mí de nuevo, es entonces cuando se estrella contra mí, repitiéndolo una y otra vez, de forma deliberadamente lenta —castigándome con un ritmo brutal y celestial.

Oh mierda mis... mis entrañas comienzan a acelerarse. Ella lo siente, también, y aumenta el ritmo, me empuja, más hondo, más fuerte, más rápido —y me rindo, explotando a su alrededor— un orgasmo drenador de alma que me deja agotada y exhausta.

Soy vagamente consciente de Poché dejándose ir también, diciendo mi nombre, sus dedos clavándose en mis caderas, quedándose quieta y luego desplomándose sobre mí. Nos hundimos en el suelo, ella acunándome en sus brazos.

—Gracias, nena —exhala, y me cubre la cara vuelta hacia arriba con suaves besos.

Abro los ojos y la veo, y ella envuelve sus brazos apretadamente a mi alrededor.

—Tu mejilla está sonrosada debido a la mesa —murmura, masajeando mi rostro con ternura—. ¿Cómo estuvo? —Sus ojos grandes y cautelosos.

—Una buena apretada de dientes —murmuro—. Me gusta rudo, Poché, y también suave. Me gusta que sea contigo.

Cierra los ojos y me abraza con más fuerza.

Cristo, estoy cansada.

—Nunca me fallas, Dani. Eres hermosa, brillante, desafiante, divertida, sexy, y doy gracias cada día a la divina providencia que fueses tú quién viniera a hacerme la entrevista y no Paula. —Besa mi cabello. Sonrió y bostezo—. Te he agotado —continúa ella—. Vamos, un baño y luego a la cama.



Diganme que les pareció, si les está gustando.

One shots CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora