Ascensor 2

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Tomo un espárrago, lo miro de reojo por debajo mis pestañas, y luego sumerjo el espárrago en la salsa holandesa, agitando la punta una y otra vez

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Tomo un espárrago, lo miro de reojo por debajo mis pestañas, y luego sumerjo el espárrago en la salsa holandesa, agitando la punta una y otra vez.

—No me estás pagando con la misma moneda, señorita Calle. —Sonriendo estira su mano y me quita el espárrago, increíble y molestamente arreglándoselas para no tocarme de nuevo. No, esto no está bien, esto no va de acuerdo al plan. ¡Agh!

—Abre tu boca —ordena.

Estoy perdiendo esta batalla de voluntades. La miro de nuevo, y sus ojos resplandecen verde brillante. Separando mis labios una fracción paso mi lengua por mi labio inferior. Poché sonríe y sus ojos se oscurecen aún más.

—Ábrela más —deja escapar, separando sus labios para que yo pueda ver su lengua. Gimo interiormente, y me muerdo el labio inferior, luego hago lo que me pide.

Oigo cómo toma aire cortantemente, ella no es tan inmune. Bueno, finalmente estoy llegando a ella. Manteniendo mis ojos clavados en los de ella, tomo el espárrago en mi boca y succiono, suavemente... con delicadeza... en el extremo. La salsa holandesa es deliciosa. Muerdo, gimiendo en voz baja con apreciación.

Poché cierra los ojos. ¡Sí! Cuando los abre de nuevo, sus pupilas se han dilatado. El efecto sobre mí es inmediato. Gimo y estiro mi mano para tocar su muslo. Para mi sorpresa, ella utiliza su otra mano para agarrar mi muñeca.

—Oh, no lo hagas, señorita Calle—murmura en voz baja. Levantando mi mano hacia su boca, suavemente roza mis nudillos con sus labios, y me retuerzo. ¡Por fin!

Más, por favor.

—No toques —me regaña en voz baja, y vuelve a colocar mi mano sobre mi rodilla.

Es tan frustrante, este contacto insatisfactoriamente breve.

—No juegas limpio —hago pucheros.

—Lo sé. —Levanta su copa de champaña para proponer un brindis, reflejo sus acciones.

—Felicitaciones por tu ascenso, señorita Calle. —Hacemos tintinear las copas y me ruborizo.

—Sí, es medio inesperado —murmuro. Ella frunce el ceño como si algún pensamiento desagradable hubiera pasado por su cabeza.

—Come —ordena—. No te llevaré a casa hasta que hayas terminado tu comida, y entonces podremos celebrar de verdad. —Su expresión está tan caliente, tan cruda, tan autoritaria. Me estoy derritiendo.

—No tengo hambre. No de comida.

Sacude su cabeza, completamente disfrutando de sí misma, pero entrecierra sus ojos hacia mí de la misma manera.

—Come, o te pondré en mi rodilla, justo aquí, y entretendremos a los demás comensales.

Sus palabras me hacen retorcerse. ¡No se atrevería! Aprieto mi boca en una línea dura y la miro. Recogiendo un espárrago, ella sumerge la cabeza en la salsa holandesa.

—Cómete esto —murmura en voz baja y seductora.

Accedo de buena gana.

—Sólo quiero ir a casa y hacer el amor —murmuro con desconsuelo. Poché sonríe.

—Yo también, y lo haremos. Come.

De mala gana, vuelvo a mi comida y empiezo a comer. Sinceramente, me he quitado mi ropa interior y todo. Me siento como un niño al que le ha sido negado un dulce. Ella es tan bromista, una deliciosa, sexy, bromista juguetona, y toda mía.

Quiero ir a casa.

La anticipación carnal está desplegándose entre nosotras. Ella es tan buena en esto. Haciéndome esperar. Preparando la escena. Entre bocado y bocado, pone su mano en su muslo, muy cerca del mío, pero todavía no me toca sólo para burlarse de mí aún más.

Finalmente termino mi comida y coloco mi cuchillo y tenedor en el plato.

—Buena chica —murmura, y esas dos palabras contienen muchas promesas.

Le frunzo el ceño.

—¿Y ahora qué? —pregunto, el deseo clavando sus uñas en mi vientre. Quiero a esta mujer.

—¿Ahora? Nos vamos. Creo que tienes ciertas expectativas, señorita Calle. Que tengo la intención de cumplir con lo mejor de mi capacidad.

¡Vaya!

—¿Lo mejor... de tu ha... bili... dad? —tartamudeo. Santa mierda.

Ella sonríe y se pone de pie.

—¿No tenemos que pagar? —le pregunto, sin aliento.

Ella ladea la cabeza hacia un lado.

—Soy un miembro aquí. Me mandarán la cuenta. Ven, Daniela, después de ti. —

Se hace a un lado, y me pongo de pie para salir, consciente de que no estoy usando mi ropa interior.

Ella me mira oscuramente, como si me estuviera desnudando, y me regodeo con su valoración carnal. Eso simplemente me hace sentir muy sexy, esta bella mujer me desea. ¿Siempre disfrutaré de esto? Deliberadamente deteniéndome frente a ella, me aliso el vestido por encima de mis caderas.

Poché susurra en mi oído:

—No puedo esperar a llegar a casa. —Pero aun así no me toca.

Mientras salimos murmura algo sobre el automóvil al maître, pero no estoy escuchando. Esperando junto a los ascensores, estamos acompañadas por dos parejas de mediana edad. Cuando las puertas se abren, Poché toma mi codo y me conduce a la parte posterior. Miro a mi alrededor, y estamos rodeados por espejos oscuros de vidrio ahumado. Mientras las otras parejas entran, un hombre en un traje marrón más bien poco halagador saluda a Poché.

—Garzón —asiente con la cabeza educadamente. Poché asiente con la cabeza en respuesta, pero no dice nada.

Las parejas se paran delante de nosotros, enfrentando las puertas del ascensor. Obviamente son amigos, las mujeres conversan en voz alta, entusiasmadas y animadas después de la comida. Creo que todos están un poco borrachos.

Mientras las puertas se cierran, Poché se inclina brevemente a mi lado para atar el cordón de su zapato. Raro, los cordones de sus zapatos no están desatados. Discretamente pone su mano sobre mi tobillo, sorprendiéndome, y mientras se pone de pie su mano se desplaza con rapidez por mi pierna, rodando deliciosamente sobre mi piel, vaya, directamente arriba. Tengo que ahogar mi grito de sorpresa cuando su mano llega a mi trasero. Poché se mueve detrás de mí.

Oh mí. Me quedo boquiabierta hacia la gente delante de nosotros, mirando a la parte trasera de sus cabezas. No tienen ni idea de lo que estamos haciendo.

Envolviendo su brazo libre alrededor de mi cintura, Poché me jala hacia ella, sosteniéndome en mi lugar mientras sus dedos exploran. Santa puta mierda... ¿aquí?

El ascensor viaja suavemente hacia abajo, deteniéndose en el piso 53 para dejar entrar a otras personas más, pero no estoy prestando atención. Estoy enfocada en cada pequeño movimiento que sus dedos hacen. Dando vueltas... ahora moviéndose hacia adelante, cuestionándose, a retroceder.

Una vez más reprimo un gemido cuando sus dedos encuentran su objetivo.

—Siempre tan lista, señorita Calle—susurra mientras desliza un largo dedo dentro de mí. Me retuerzo y jadeo. ¿Cómo puede hacer esto con toda esta gente aquí?

—Mantente quieta y en silencio —advierte, murmurando en mi oído.



Parte 3?

One shots CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora