Carreras 3

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-¡Calle!- gritó Pau que se arrodilló a mi lado para ayudarme a levantarme

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-¡Calle!- gritó Pau que se arrodilló a mi lado para ayudarme a levantarme. ¡Madre mía, aquello era una locura! Se estaban peleando como si la vida les fuera en ello. Sentí pánico al ver que de verdad estaba metida en medio de una pelea de más de cincuenta tíos musculosos y peligrosos. Alguien me cogió por el brazo y tiró de mí y de Pau al mismo tiempo. Era Juampa, que tenía el semblante duro como una piedra y una determinación férrea.

Le caía sangre por el labio y escupió hacia un lado al mismo tiempo que se apresuraba en sacarnos de allí.

-Entren- dijo cuando llegamos a una 4x4. No pude evitar mirar hacia atrás buscándola. Juampa se metió en el coche y lo puso en marcha en menos de un segundo. Entonces se acercó como pudo a donde Poché seguía dándose de puñetazos con el ahora desencajado Mario. -¡Poché!- gritó Pau. Poché le asestó un último puñetazo en el estómago y salió corriendo en nuestra dirección. Pude ver como tenía un labio partido y el pómulo pasando de rojo a morado en cuestión de segundos.

Saltó al asiento del copiloto en menos de un segundo al mismo tiempo que el auto giraba y aceleraba. Entonces me dio por mirar hacia atrás. Mi corazón dejó de latir en cuanto vi como Mario levantaba un arma y la apuntaba contra la parte trasera de nuestro coche.

-¡Agáchense!- grité al mismo tiempo que el cristal trasero estallaba en mil pedazos y mi corazón dejaba de latir para después comenzar con una carrera desenfrenada que me hizo sentir que estaba a punto de perder completamente la cordura.

-¡Joder!- gritó Poché mientras Pau y yo gritábamos.

-Hijo de...-comenzó a maldecir Poché mientras salíamos a máxima velocidad de donde se habían organizado las carreras. Aquellas altas horas de la noche no había ni un solo coche a la vista y lo agradecí ya que íbamos muy rápido. Me giré para ver como varios coches hacían lo mismo que nosotros, pero mientras no viera a Mario detrás podía respirar con tranquilidad.

-¿Están bien?- nos preguntó Poché girándose para mirarme primero a mí y después a Pau.

-¡Ese jodido hijo de puta!- gritó histérica al mismo tiempo que yo me sentía temblar de arriba abajo.

-Veo que estás perfectamente- dijo Juampa sin poder evitar soltar una carcajada algo histérica.

Poché me miró otra vez, fijándose en mi rostro que seguramente estaba petrificado de miedo.

-Busca una gasolinera- le dijo entonces mirando hacia delante echando la cabeza hacia atrás.

Yo no quería ni respirar demasiado fuerte. Me había quedado completamente impresionada, completamente petrificada de miedo. Nunca me habían apuntado con un arma y ese tío lo había hecho. Me había mirado a los ojos antes de disparar y aquella mirada desquiciada me perseguiría durante mucho tiempo. Aún no terminaba de asimilar lo ocurrido, ¿Cómo se habían descontrolado tanto las cosas?

Aquella noche parecía no tener final y yo estaba a punto de derrumbarme. Lo de Sebastián, la adrenalina al haber corrido por primera vez en cuatro años, los malos y buenos recuerdos que ello había despertado, la impotencia y culpabilidad que había sentido al ver que Poché tuvo que darle su coche a ese desgraciado y encima el dolor en las rodillas y las manos sangrantes por la caída, que ahora que la adrenalina iba disminuyendo poco a poco comenzaba a sentir con toda su intensidad...

Entonces diez minutos después, en el que se había formado un silencio de lo más incómodo, llegamos a una gasolinera 24 horas. Juampa apagó el motor y se apresuró en abrirle la puerta a Pau y sacarla para darle un fuerte y apasionado abrazo.

Al mismo tiempo Poché bajó del coche, sin siquiera detenerse un segundo y fue directo hacia la gasolinera. Yo no me moví. No podía, no quería ni mirarla. Ahora si qué me sentía culpable, todo lo ocurrido había sido por mí culpa, aquella pelea podría haber acabado diez mil veces peor. No tenía ni idea de que hacía Mario con un arma pero entonces comprendí perfectamente que aquellas carreras y aquella gente no eran como las que corrían en las carreras en las que yo había participado cuando tenía catorce años.

Eran peligrosas, se apostaba muchísimo dinero y quienes participaban eran delincuentes. Y yo había dejado en ridículo al jefe de una de esas bandas y provocado que Poché se peleara a golpes con él. La situación había pasado de ser algo normal e irritante a la peor situación que alguien podía ponerse delante.

Poché salió de la gasolinera con una bolsa llena de cosas. Se acercó hacia Pau y Juampa y les tendió vendas, alcohol y analgésicos. Pau se había hecho una brecha en la frente al haber sido golpeada por uno de los que se pelearan a puñetazos y Juampa no tardó ni medio segundo en atenderla y asegurarse de que estaba bien. Poché pasó por la parte delantera del coche. Sacó alcohol y una venda esterilizada y se limpió la herida del labio sin siquiera dirigirme una sola mirada.

Entonces y después de tirarse agua de una botella por la cabeza y sacudirse el pelo mojado se acercó hacia donde yo seguía sentada con la puerta cerrada. La abrió y se me quedó mirando unos segundos. Yo me giré hacia ella con la intensión de bajarme del coche y curarme yo sola. No me dejó.

-Dame las manos- dijo en un tono inexpresivo. No lo hice, simplemente me quedé mirándole. Tenía el labio destrozado y un moratón horrible en la mejilla. Y todo eso había sido por mí culpa. Sentí un nudo en el estómago.

-Lo siento-le dije en un susurro tan bajo que no supe si lo oyó o no. Me ignoró, pero cogió una de mis manos y con delicadeza comenzó a limpiarme la herida manchada de sangre y suciedad. No sabía qué hacer ni decir. Prefería que me gritara o que me dijera lo estúpida e irritable que era, pero simplemente se ocupó de mis heridas. Primero de mis manos y después de mis rodillas. Detrás nuestro Pau y Juampa se decían palabras cariñosas al mismo tiempo que ella le curaba las heridas a él.

Poché me miró solo una vez, antes de apartarse y regresar al asiento del conductor. Minutos después regresábamos a la carretera envueltos en un silencio sepulcral. Incluso Pau y Juampa decidieron no decir ni una palabra. Entonces me di cuenta de que acababa de meter la pata hasta el fondo.

La que iba manejando ahora fue Poché, me senté adelante para dejarles la parte de atrás a Pau y Juampa que no se iban a despegar. Los dejamos en el apartamento de Pau. Ninguna de las dos hablo, no me animaba a mirarla a la cara. Ni siquiera me di cuenta de que habíamos llegado y no precisamente a mi edificio, estábamos en su casa. Poché apago el motor sin siquiera mirarme, llevábamos unos minutos calladas. Cuando levante la vista y la mire ella me estaba mirando fijamente. Se bajó abruptamente de su auto, vino hacia mi puerta. Por su mirada cuando abrió la puerta me di cuenta de que quería que bajara.

Lo cual hice, ella cerró su 4x4 y empezó a caminar hacia su departamento. No sabía qué hacer, si quería que me fuera o si tenía que seguirla, me confirmo que quería lo segundo cuando freno su caminar y me miró. Me fui acercando lentamente hacia ella, al llegar a su lado me agarro de la mano y me guío dentro del edificio para llegar al departamento que tantas veces había visitado y donde me había quedado a dormir tantas otras.

No soltó mi mano hasta que ya estuvimos dentro del departamento, al cerrar la puerta me soltó, tiró las llaves en la mesa y se dirigió hacia su barra. La vi servirse un vaso de whisky. Yo me había quedado quieta cerca de la puerta, al terminar su trago se acercó otra vez a mí. Di unos pasos atrás hasta que choque contra la pared, su cuerpo me rodeaba, estaba en todas partes, su mirada fija en la mía, todo su ser recorría el mío.

¿Otro capítulo? ¿Quieren?

One shots CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora