Capitulo 21

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Capitulo 21

Antes de llegar a la casa de Sirius, ya tenía a mi primo dirigiéndose a la casa de mi madre por mis llaves para alimentar al gato, también le debía una cierta cantidad de dinero, pero era eso o ayudarle a ganarse al tío de su noviecita, que no era más que la sobrina de Sirius.

Llevar encerrado en el baño durante más de veinte minutos, no era muy razonable y Sirius ya ha golpeado la puerta una vez preguntando si estaba bien o necesitaba algo. No es que este nervioso, solo un poco, se lo que sucederá y claro que lo quiero, lo he querido desde que vine la primera vez, pero tengo esa de duda, ese: "¿y si descubrimos que no funciona?". Sirius me gusta de una manera que hace mucho no experimentaba, estoy enamorado, incluso sus sorpresas aceleran mi corazón de una buena manera, de la manera que crea cosquillas en el estomago y sonrisas bobas. No quiero perder eso después de tener sexo, siempre hay un antes y después con eso.

No soy quisquilloso o pretencioso, incluso las posiciones no son un problema para mí, soy bastante versátil, pero con cada persona el cuerpo reacciona diferente y es conocernos mucho más profundamente. No quiero ser muy desesperado cuando esté sucediendo, tampoco verme demasiado inocente, pero no he tenido sexo en tanto tiempo, que eso es una tarea difícil.

Dejo atrás el baño, tomo una bocanada de valentía, envuelto en una bata de baño, con una toalla alrededor de mí cuello por el cabello húmedo, debido a que no tengo una muda de ropa extra y Sirius se ha tomado la libertad de echar a la lavadora mi ropa.

—Si quieres, te presto algo de ropa—me ofrece al verme salir, está sentado en el sofá con la cena preparada en la pequeña mesa.

—No, gracias. No es necesario—respondo, sintiendo mis mejillas algo calientes.

Tomo asiento a su lado, cuidando que la bata no se abra y dejando un pequeño almohadón encima de mí.

—Ahora me siento culpable, quizás debí avisarte para que trajeras algo de ropa, incluso estoy algo inseguro con la comida...—lo veo rascar su cuello algo incomodo.

—No gusto de las sorpresas, lo sabes, pero tampoco fue algo malo, no es como si no disfrutara ir desnudo por casas ajenas—bromeo haciéndolo reír—. Tampoco conozco a nadie que no disfrute de una buena hamburguesa, aunque esperaba una comida casera.

—No hubo tiempo, pero la próxima lo intentare y en cuando al desnudo... puedes desfilar en por mi casa todo lo que gustes.

—Ya quisieras.

—Tienes alma de exhibicionista, ¿cierto? No lo niegues, puedes usar la sala como pasarela—bromeó.

—Cariño, sin alfombra roja no desfilo— continúe su juego.

—Puede que tenga un juego de sabanas rojas para la cama, solo es una propuesta—comenta, arqueando una de sus cejas e inclinándose lentamente hacia mí.

— ¿Una propuesta de qué? ¿Desfilar desnudos sobre las sabanas de tu cama?—me aleje inútilmente, ya que no hay lugar donde ir, él me alcanzo fácilmente.

—Me haces comenzar a desearlo—susurra con un tono muy diferente al anteriormente, usado para bromear.

Su rostro a unos pocos centímetros de mi rostro y la calidez de una mano subiendo por mi pierna, hacia mi muslo, debajo de la bata, me dicen que hablaba fuera de cualquier contexto de broma.

—No sé tú, pero yo he tomado un almuerzo tardío y son apenas las siete...—no hace falta decir más, lo veo cerrar sus ojos y al imitarlo, siento sus labios tomando los míos.

Abruptamente, su lengua ingresa en mi boca con toda la intención de tomar y saborear dejando a la mía algo aturdida y dócil, mi mente se concentra poco en el beso y mucho más en esa mano que viaja a la parte posterior de mi muslo con fuerza, ingresando entre este y el sofá por debajo de la bata.

Rodeo su cuello con mis brazos y me elevo un poco para dejar ingresar con libertar a la mano que se prende de mi glúteo, amansándolo y explorando la zona. Sirius, recarga parte de su cuerpo sobre mí, la almohada continua entre nosotros evitando el contacto entre nuestros miembros, pero de alguna manera, todo se trata de la mano en mi glúteo y el beso en proceso.

—No puedo evitar tocarte, pero realmente quiero esa sesión de besos para descubrir si tengo un fetiche o no—jadeó contra mis labios.

—Tranquilo, que yo ya he conseguido mis respuestas ante esas dudas—muerdo su labio inferior haciéndolo gritar.

— ¿A si? ¿Y cuál es?—pregunta, antes de vengarse y morder mi labio superior.

—Tus manos—muevo mi cadera refregando mi glúteo fuertemente contra su palma—. Tus manos siempre están tocando algún sitio—lo beso de una manera diferente a la cual él lo había hecho, lento y suave, intenta dominar mi boca una vez más, pero me niego, deteniendo su lengua en más de una ocasión hasta que la muerdo y se deja hacer.

Sirius gime en mi boca a cada recorrido de mi lengua en su cavidad bucal, a cada caricia a su lengua, a cada entrega e intercambio de saliva, a cada caricia a sus labios. Su mano, en ningún momento del beso se detiene, pero tampoco avanza, se instalo allí en ese glúteo. La siento subir hasta la cadera y volver a bajar hasta la parte posterior de la rodilla; en ocasiones, sus dedos gatean, de alguna extraña manera, eso me excita más.

No sé cuantos minutos han trascurrido, no me importan, todo deja de tener gran importancia, siento mi mente algo nublada y perdida, pero ligera, mi cuerpo lo siento suave y sin peso. Es como si no fuera nada más importante que recibir sus besos, mientras tenga a su lengua dentro de mi boca, sus labios pegados a los míos, con el exceso de saliva cayendo por una abertura, todo está bien. Incluso no es demasiada molestia la almohada, presionado contra mi erección.

—Me encantan tus besos, podría pasar horas besándote—lo escucho jadear, recorre mi barbilla y el contorno de mi rostro con sus labios y su lengua—. Cuéntame—me pide—cuéntame que más descubriste de mis manos al besarme.

—Descubrí que la derecha es más traviesa—comienzo refiriéndome a la que aún amansa con libertad mi glúteo—. La izquierda es algo más tímida.

—Mi mano derecha ha dicho que se encuentra en el paraíso.

—Se siente bien, Sirius—susurro contra su oreja, besando con delicadeza los alrededores—. Tu mano grande y fuerte, se sienten bien ahí—tomo su cabeza entre mis manos y succiono el lóbulo de su oreja a la vez que elevo mi cadera presionando el almohadón contra su miembro y dejando que la mano pueda ingresar y a la vez subir por mi espalda, ya que el nudo de la bata esta liviano.

— ¿Y aquí?—pregunta, subiendo y bajando a lo largo de mi columna.

—Se siente bien en cada lugar al que toque—intento tomar su cadera con mi pierna, pero el almohadón me lo impide, siento el abandono de su mano, retira el almohadón, toma por detrás mi muslo y eleva mi pierna, enganchándola a su cadera y presionando su cuerpo contra el mío.

Lo escucho gemir con fuerza, muerde mi labio inferior, haciéndome gritar, cuando nuestras erecciones hacen un primer contacto. Comienzo a mover mi cadera, ondulándola, a cada roce, sus dientes muerden más y más mis labios, los magulla y chupa, su lengua esta por todos lados, ya no distingo de quien es la saliva que fluye en exceso entre lengua y lengua.

Su mano derecha viaja a lo largo de mi pierna, ayudando a que se mantenga allí enganchada y la izquierda esta tímidamente avanzando hacia el interior de la bata por mis costillas. Siento, contra la delicada piel de mi miembro y sus alrededores, la tela de sus jean, esto me da aviso de que la bata ya no está entre nosotros, el brusco movimiento de mi cadera la ha terminado de abrir.

Su boca cae sobre mi cuello, siento la humedad y el calor de la saliva que deja al paso de bajar hacia mi pecho, hago un desorden en su cabeza, porque mis manos necesitan tocar, sentir.

—Por dios, Severus—siento sus dientes tirar de los bellos alrededor de mi ombligo y el roce de su barbilla contra la cabeza de mi miembro me hace grita—. Hermoso, simplemente hermoso—sus besos rodean mi erección, están en todos lados, incluso en el interior del muslo de mi pierna elevada y en mis testículos, intento no ejercer fuerza en su cabeza, pero sus labios parecen jugar y burlarse de mi erección, deja besos voladores y lamidas fugaces que me hacen jadear y lloriquear de deseo—. ¿Qué es lo que quieres? No siento la necesidad en tus manos, no sé donde quieren que deje caer mi boca—habla contra mi muslo.

—Si sabes—gimo.

—Muéstrame—exige.

Guio su boca a la punta de mi erección, sus labios la rodean y succiona, al no moverse entiendo lo que busca, comienzo a ejercer fuerza al movimiento que guio subiendo y bajándola a lo largo de mi erección. El calor, humedad, la suavidad de sus labios, las caricias de su lengua, comienzan a hacerme gritar incoherencias y gemir de necesidad. La fiereza, con la que succiona la punta, sus propios gemidos de degustación, de goce, me impresionan, jamás creí que alguien pueda disfrutar hacer un oral como siento y escucho que él lo hace. Comienzo a sentir que pierdo mi cordura, la necesidad de correrme en su boca comienza a sentirse intensa, esta sensación que me recorre y me envuelve, me susurra que él necesita, busca mi sabor tanto como quiero dárselo.

Lo dejo libre, suelto su cabeza, doblo mi otra pierna, no detiene su movimiento, pero toma ambos glúteos y lo escucho gemir más alto, el ritmo de subida y bajada aumenta, siento la saliva escurrirse alrededor de mis testículos, un calor que me estremece y solo apresura la llegada de mi orgasmo, lo siento llegar y golpearme con fuerza. Escucho gemidos y jadeos, pueden ser míos o de él, la bruma en mi cabeza no me deja distinguirlos, me siento muy lejos de ese sofá, como si mi alma hubiera dejado mi cuerpo unos segundos, pero agotado y con los pulmones exigiendo oxigeno, vuelvo a sentir el tacto de sus manos, distingo sus gemidos y mis jadeos en busca de aire.

Sus grandes manos acarician mis piernas temblorosas, su boca vuelve a subir por mi abdomen dejando besos en diferentes sitios, cuando su rostro llega frente al mío, miro su sonrisa de lado, orgulloso del estado en el que me ha dejado, siento la presión de su erección contra mi estomago y una de sus manos vuela hacia mi rostro, despejando de este el cabello pegado a mi piel por el sudor. Observo con atención sus facciones, sus pupilas dilatadas, con ese brillo de sensualidad en su mirada, sus mejillas se ven acaloradas y su barbilla, tan fina, sin dejar de ser masculina, noto en ella un rastro de semen. Parece querer decir algo que termina en un gemido, cuando mi boca alcanza ese sitio puntual a donde llego mi esencia, lo tomo con mi lengua, cuidadosamente subo a su boca, encontrando su lengua para compartir aquel ultimo rastro, al mismo tiempo degustar de su lengua el sabor impregnado, gime y traga llevando hasta el final de su cavidad bucal mi lengua.

Comienzo a sincronizar mi respiración a través de la nariz, dejando satisfechos a mis pulmones, sin tener que dar por terminado el beso que ha comenzado, más allá de sensual o excitante, es dulce y lento. Sirius, solo se deja caer sobre mi cuerpo, permitiéndome recuperarme a base de caricias de sus labios y lengua.

—No tenía idea de que fueras tan dulce—lo escuchó comentar, cuando nuestros labios toman distancia.

— ¿Dulce?—pregunto.

—Sí, que te gustara abrazar y besar después de un orgasmo, así de dulce—me explica sonriendo—. Todo gruñón y serio, no me hubiera imaginado algo como esto cuando te conocí—se acomoda sobre mi cuerpo besando mis mejillas.

—No soy dulce, es normal besar y abrazar...—me mira arqueando una ceja—. Está bien, quizás si me gusta besar y abrazar, pero tampoco lo hago con cualquiera.

—Es solo porque yo beso demasiado bien, ¿verdad?

— ¿Quieres que agrande tu ego?

—Solo quiero que admitas que ,detrás de todos esos libros en la biblioteca, hay un chico realmente dulce y...—se elevó para observar mi cuerpo antes de continuar—muy sexy.

—Mi cuerpo no tiene nada de especial—bufo.

—Dices tú, pero yo veo otra cosa, sentí movimientos que me enloquecieron—comienza a besar mi cuello—. Haz de nuevo eso que hiciste con tu cadera—murmura contra mi hombro el pedido.

— ¿Qué cosa? ¿Esto?—pregunto elevando mi entre pierna, para presionarla con la suya y rodearla para frotarla.

—Sí, eso—gime fuerte—. Ese movimiento me encantó, repítelo, repítelo—suplica, muevo mi cuerpo desnudo contra el suyo aun vestido, puedo sentir su erección detrás de sus pantalones, comienzo por intentar deshacerme de sus prendas superiores—. Tan suave y tiene un aroma... fresco, varonil—elogia mi piel a medida que acaricia mi pecho, pellizca mis pezones y besa mi cuello.

—Sirius, si sigues haciendo eso con tus dedos, tendremos dos erecciones en mes de una—le advierto, luchando con sus prendas.

— ¿Podrías? ¿Tan rápido?—se eleva para besar uno de mis pezones y después facilita mi tarea al desvestirse él mismo de la parte superior y desabrochar sus jeans.

—No he tenido sexo en mucho tiempo, yo podría correrme otra vez con solo eso—exagere, cuando sus labios volvieron a mi pecho para tomar uno de los pezones y chuparlo—. Sirius, hablo en serio—aclaro al sentir mi pene endurecerse contra el suyo, que parece haber escapado de la ropa interior, porque siento la dura y caliente carne frotándose contra mí, toda su extensión y grosos—. Sirius—gimo intentando detener su boca.

—No me voy a detenerme—su mano toma mi miembro y el suyo, comienza a acariciarlos juntos y yo comienzo a gemir junto con él, su boca esta nuevamente besándome, mis manos comienza a buscar que tocar, hasta que encuentro su cadera, me deslizo hasta su trasero, por debajo de la ropa, las bajo más, aprieto sus glúteos, empujo su cuerpo hacia mí; mis piernas rodean con fuerza sus caderas y las entrelazo detrás de él elevando mis manos hacia su espalda. Su mano abandona nuestras erecciones, sincroniza los movimientos de su cadera con los míos, sus besos se vuelven erráticos, muerde y succiona, su lengua no parece tener fuerza, aprovecho para dominar el beso, deleitándome con cada parte de su boca.

Cuando de sus labios salen incoherencias, mezcladas con los gemidos y jadeos, me doy cuenta de que está por llegar a su orgasmo, siento el brutal roce de su miembro contra el mío, mis testículos se sientes pesados y sensibles cada que los roza contra ellos y más abajo, sus movimientos son más profundos, más fuertes, entre mis piernas abiertas puedo sentir la entrada de mi ano rozar contra alguna parte de su miembro, los bellos de sus testículos rozan mi piel, el deseo se acrecienta en mi interior. Ha sido mucho tiempo sin tener sexo, pero más extenso ha sido el tiempo de no ser penetrado, solo el calor alrededor de mi entrada y eso leves roces, me hacen estremecer, desear y apretar mi entrada anhelante.

Lo sostengo con fuerza cuando llega a su orgasmo, tiembla entre mis brazos y disfruto de esa sensación, de sentirlo indefenso y pequeño. Siento la humedad de su orgasmo entre nosotros, beso sus cabellos cuando cae rendido sobre mi cuerpo, río cuando intenta levantarse y a falta de fuerzas, vuelve a caer sobre mi cuerpo.

—Solo dame unos minutos y estaré listo—me asegura rendido—. Te tengo que llevar a la habitación...

—Tranquilo, conozco el camino—le susurro reacomodando nuestros cuerpos, para dejarlo sobre el sofá y levantarme, la bata está abierta y la dejo caer al suelo.

Lo observo recostado sobre el sofá, sudado y agotado, pero observándome con una sonrisa de satisfacción y felicidad. Siento la incomodidad de mi erección tabaleándose entre mis piernas, pero la ignoro y me dedico a terminar de desvestir a Sirius.

— ¿Qué harás? ¿Me cargaras hasta la habitación?—interroga.

— ¿Crees que no puedo?—me inclino hacia su rostro, desafiándolo, me sonríe de lado y le doy un pequeño beso.

—No podrías, a menos que me cargues como una bolsa... y eso sería muy poco romántico—me inclino, rodeando su cintura con uno de mis brazos y sujetándolo por debajo del glúteo con mi mano libre.

—Sostente, amor—es lo único que digo antes de alzarlo, sorprendido quizás por el movimiento o la palabra, se sujeta rodeando mi cuello, abrazándome con sus piernas también.

Caminando hacia su habitación, yo mismo me siento sorprendido por la palabra, la naturalidad con la que salió de mis labios y lo bien que se sintió, a pesar de la sorpresa, no siento incomodidad de su parte, tampoco me siento incomodo. Al contrario, entre mis brazos, de camino a la habitación, puedo sentirlo cariñoso y juguetón besando mi oreja, mi cuello y revolviendo mi cabello.

Lo recuesto en la cama y me acomodo entre sus piernas, me brinda una sonrisa a la que le respondo con un beso, busca mi manos y las eleva, dejándome caer sobre su cuerpo, siento como entrelaza nuestros dedos. Cortando el beso, busco su mirada, esta brilla, sus labios continúan sonriendo.

—Mi amor—susurra con sinceridad y me hace sentir afortunado.

Continuara...

Tengo que decirles, a esta historia no le queda mucho, este es el capitulo 21, y son 27+epilogo. Prácticamente nada. Claro que, continua "El chico de la falda", que si bien tratara de el oficial Potter y Draco, tendrá algunas cosas de esta pareja.  Se los voy informando desde ahora, para que no se pierdan.


¡Gracias por leer!

El chico detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora