Capitulo 7

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Capitulo 7

A pasado la última semana trayéndome café cada mañana, sin fallar, esta es la tercera semana que lo hace y parece que tampoco dejara pasar un día sin traerlo. En algunas ocasiones, llega con un café amargo, otras muy dulces y, solo pocas, perfecto. El viernes pasado, me dejo confundido con un comentario que he estado pensando los últimos días: "Sería bueno verte mañana, pero no se puede, ¿cierto?". Estamos a jueves ya, y no sé si puedo seguir con esto, ni siquiera sé que es "esto".

Los últimos días, desde que empezó la semana, no hemos hablado de la supuesta noticia que busca y, obviamente, no tengo. No lo ha mencionado y yo tampoco, presiento que ambos bailamos alrededor de la situación. Yo sé mi motivo, pero... ¿cuál es el suyo?

Lo veo llegar con dos cafés y una enorme sonrisa, sigue siendo demasiado grande y exagerado mostrar así su dentadura. No es perfecta, no debería lucirla. Es un tanto fastidioso ver a alguien sonriendo tan plenamente a estas horas de la mañana.

—Buen día, hombrecito gruñón, ¿qué tan fruncido amaneció tu ceño hoy?—bromea acercándose hasta mi escritorio y luego darme el café, se da la vuelta, permitiéndome observar en primera fila su redondo y nada pequeño trasero que da un salto y se coloca sobre mi escritorio.

— No lo sé, ¿qué tan grande amaneció tú exagerada sonrisa?

—Tal como la vez— se gira solo un poco para mirarme.

— Sabes, es de mala educación dar la espalda...

— ¡Oh, claro!—baja de inmediato—sorprendiéndome, pero no tanto como el que de la vuelta y se vuelta a sentar en el escritorio pero ahora de frente a mi—. ¿Así está mucho mejor?—dice en un tono que me hace sentir calor en mi rostro, trago saliva con dificultad, no contesto y me centro en beber el café. Veo su sonrisa de satisfacción—. ¿Y como esta?—pregunta.

—Rico—contesto con sinceridad, sin darme cuenta hasta que sale de mis labios y entra en mis oídos.

—Eso es bueno, hombrecito. Era hora, los compre en una nueva cafetería cerca de aquí. Puede ser eso—comenta como si nada.

—Eso debe ser...—acostumbramos a beber el café entre comentarios y silencios hasta que él se despide, pero parece estar más charlatán de lo normal.

— ¿Me preguntaba si aquí tu tendrías algún libro que podrías recomendarme para leer?—su vista va de los instante al escritorio, donde esta mi libro actual de lectura—no soy idiota, ni loco le digo lo que leo.

—Oh, claro, hay muchos libros con rica información sobre la anatomía humana—señalo el área de biología.

— Yo era muy bueno en esa materia, lo sigo siendo, por lo que no me importaría repasarla contigo—un solo dedo suyo roza un costado de mi cuello, me sonríe de lado cuando mi cuerpo vibra involuntariamente—. ¿Ese escalofrió fue por frio o deseo?—no respondo y él solo amplia su sonrisa—. Aquí, se encuentra un musculo llamado: esternocleidomastoideo—pasa su dedo por a lo largo de mi cuello, desde mi oreja hasta mi clavícula, sobre la ropa—.Debo irme, pero ambos sabemos que regresare mañana y no por una noticia—me dice caminando hacia la puerta con aire de arrogancia que me hace rechinar los dientes—. La pregunta es: ¿por qué tu me dejas volver?—se retira y yo no sé con exactitud porque regresara, tengo una vana idea, pero me niego a afirmarlo tan a la ligera.

¿Si le permitiré seguir viniendo? Claro. Si muchos se dejan extorsionar por una sonrisa y un café, ¿yo no me voy a dejar extorsionar con sonrisas, café y la idea de visitas diarias mañaneras? Me gusta, me atrae, no me lo voy a negar a mí mismo, pero tampoco lo hare tan obvio para él. Es atractivo y lo sabe, por lo que no se lo dejare tan fácil si en verdad está interesado. Y quiero que lo esté, porque no soy de una noche, no quiero ni necesito nada de ello. Solo dejare que trascurran los días.


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Lo que menos esperaba ver, cuando el sol se está ocultando, en las calles centrales de esta ciudad, es al gruñoncito bibliotecario caminando con tranquilidad, viendo vidrieras, con un skate bajo el brazo como si fuera algo natural para él, como si llevara la costumbre de años, con la confianza de saber usarlo, aunque lo lleva solo allí bajo el brazo. Debo confesar que, no lo veo sobre la tabla.

Trae una expresión serena y un caminar elegante, se ve tan diferente al hombre que le llevo café cada mañana, incluso se ve más guapo. Bajo las luces de las calles y el tenue color naranja del sol, entre estas personas desconocidas, Severus resalta, es realmente hermoso.

— Hola—lo saludo parándome frente a él, detiene su paso y me mira.

—Hola— es lo único que responde.

—Es extraño verte fuera de la biblioteca.

— No vivo allí y ya cerro la escuela a este horario, por lo que no es de extrañar que mi vida y día continué—me siento estúpido ante su respuesta y solo sonrió con timidez.

— ¿Puedo saber que haces por aquí?

— ¿Tú?

— ¿Yo? Hay un comercio que fue robado, vine a averiguar, no era nada serio, por lo que mi día termino.

— ¿Y no regresas a tu casa? Debes tener tiempo libre, para terminar tu día y no querer regresar a tú casa—continua caminando y yo camine a su lado.

— Me espera un apartamento vacío, así que no tengo emoción por llegar—no responde y temo haber matado la conversación—. ¿Siquiera sabes usar lo que has comprado o fue un impulso de querer aprender?—interrogo al ver que el skate es nuevo, ríe y me mira de reojo—. ¿Qué?

—Tenia cinco años, cuando hice mi primer truco, caí de lleno, me rompí la rodilla hasta que mi hueso se vio, mi madre primero me curo y luego me regaño—reí junto con el ante su anécdota—. Jamás entendí eso en las madres.

—La mía me sanaba un sitio, para dejarme colorado otro.

—Exacto, de eso hablo, no tiene sentido—compartimos la risa, un momento muy agradable—. En fin, se puede decir que si se usarlo.

— ¿Iras a estrenarlo el skate al parque aquí cerca?

—No, este no es mío. Tengo el mío de hace años, pero fue secuestrado por un chiquillo y lo quiero devuelta, por lo que a cambio le daré este.

— Tal vez, algún día puedas mostrarme tus habilidades.

—Quizás, algún día—a nuestro alrededor hay parejas con niños pequeños, adolescentes de la mano viviendo su primer noviazgo, escenas románticas que coinciden con el ambiente poco alumbrado ahora que el sol ya se oculto, una música alegre se escucha venir de algún comercio, risas y gritos conformar el escenario.

Observo con disimulo, su bello perfil pálido y una sonrisa que se me hace familiar, me llevan a los recuerdos de mi adolescencia, donde tenía mi amor platónico, aquel curioso chico con ropas negras, que andaba en skate y amaba el anime. ¿Sera que nunca supere aquel enamoramiento que, casi a mis treinta, coincido con una persona de gustos similares?

— ¿Sabes? Te ves mucho más bello cuando sonríes—le confieso sorprendiéndolo, a pesar de la leve iluminación, veo su sonrojo.

Continuara...


Podemos afirmar que, Sirius es lento, pero finalmente consiguió una charla fuera de la biblioteca.

Por cada comentario, GRACIAS, por más corto que sea, yo lo aprecio un montón.


¡Gracias por leer!

El chico detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora