Capitulo 27

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Capitulo 27

Mi madre no entiende el motivo por el cual, después de desocupar la que era mi habitación, moviendo los objetos personales a la de mi hermano; tomo un viejo abrigo negro con capucha, que era el que usaba en mis años de escuela, y el skate que mi primo ha dejado aquí.

—Tu primo no va a estar contento, lo dejo aquí porque tu tía amenazo con tirarlo—me advierte, observándome casi horrorizada por la imagen tan similar a la de mi adolescencia que reflejo.

—Lo compre yo, no puede decir mucho, se lo devolveré—sonrió, mirándome al espejo, mi madre no entiende nada, cree que me he vuelto loco, pero yo en cambio... me siento extremadamente ansioso y emocionado.

Recrear un episodio de nuestras vidas de adolescente, la de Sirius y la mía, uno que compartimos y hasta el día de hoy no lo sabía, es tan hilarante como hermoso.

—Romántico—susurro.

— ¿Qué cosa es romántica?—se acerca a mí e intenta acomodar mi cabello con sus manos, de la misma manera que hacía desde que era un niño, no la aparto, sentir sus manos a esta edad es agradable, no molesto como me resultaba en mi adolescencia.

— ¿Estar enamorado de la misma persona que lo estaba en la adolescencia y que esa persona también lo esté?—arquea una ceja confundida—. Sirius, es el mismo chico del que estaba enamorado en mi adolescencia y no lo sabía.

— ¿Lo es?—asiento—. ¿Y que ha dicho él?

—Nada, no lo sabe, iré a decírselo.

— ¿Por eso la ropa?—suspira—. Hijo, es muy romántica la historia, pero no creo que al chico le fascine ver tu peor faceta, es decir, te dibujas los granos y eres un puberto en su plenitud. Lo mejor, es que vistas como normalmente lo haces, lo invites a cenar y le comentas el descubrimiento, créeme, evitas esta ridiculez—intenta aconsejarme sincera y honestamente.

—Es lo ideal si él lleva más de diez años con esa imagen mía en su mente—mi madre no entiende y su mirada me dice que seguirá insistiendo, pero recibo un mensaje de Sirius y debo despedirme de ella, prometiéndole que intentare ir el día que el chico se mude, así sea en la noche, me quedare más tranquilo si conozco al muchacho que dormirá bajo el mismo techo que la mujer más importante en mi vida.

Le conteste un par de mensajes a Sirius, intentando saber que pensaba de mí en su adolescencia. Intente saber si mi persona fue tan crucial en esa etapa de su vida como él en la mía, si tenía expectativas o arrepentimientos, si se sentía de la misma manera, enamorado, y fue tan cobarde como yo. Dejo de contestar y echo a andar en el skate, cuando confirmo que es así, que puede ser incomodo, pero también puede llegar a ser imperfectamente romántico, una experiencia única y por pocas personas vividas. No siempre suceden estas casualidades, destinos como este no se les dan a todas las personas.

Lo veo de espaldas, en una calle a distancia, acelero y su persona se va volviendo más grande a medida que me acerco, paso veloz mente a su lado cuando gira su cabeza hacia atrás y es él, es Sirius. Mi corazón palpita con fuerza, me detengo a varios metros de distancia, solo me quedo allí parado y con un movimiento de mi pie, hago llegar el skate a mi mano. Tomo una respiración, puedo sentir mi pecho latiendo y deseo calmarlo respirando, pero al mismo tiempo se que debo disfrutar de estas emociones, porque puede ser la última vez en mi vida que me sienta de dieciséis años y emocionado por ver fugazmente al chico que me sonreía en las calles, después de este hermoso instante, será un recuerdo con un nombre para ambos.

Pensé algunas horas antes de hacer esto, llegue a la conclusión de que posiblemente pierda algo de magia el recuerdo para ambos si fui así de importante, pero al mismo tiempo, ganara una gran porción de encanto y realismo, porque es casi imposible reencontrarse y enamorarse nuevamente de la persona que veías en las calles y le sonreías en tu adolescencia, de un amor que en su momento fue platónico.

Finalmente, me giro y le sonrió, me siento de dieciséis años, tímido e inseguro, como si él no fuera el hombre con el que tuve sexo, sino el chico tan grandioso que veía hace años. Después de unos segundos observándome, comienza a caminar hacia mí, se que lo he sorprendido, pero de buena manera porque sonríe, con inseguridad y desorientación, pero sonríe y sus ojos brillan, sus pupilas resplandecen en la oscuridad que las calles se van sumiendo por el anochecer que nos ha alcanzado.

—Hola—saludo con voz ronca y algo temblorosa, mi pecho sigue bombardeando sangre furiosamente, casi puedo sentir el sudor en mi cuello, podría comenzar a hiperventilar en cualquier segundo.

—Supongo que siempre has sido más valiente que yo, niño—me dice a modo de saludo dándome a entender que ha unido más que bien y rápido las piezas—. ¿Y qué? ¿Hoy no hay autos que casi te atropellen?—arquea una ceja a mitad de su pregunta.

—Bueno, paso un auto hace un momento, pero sucede que con los años, mi prudencia aumento.

— ¿Puedo abrazarte?—pregunta seriamente.

— ¿Un hola resulta incomodo, pero pedir un abrazo no?—no me responde más que con una sonrisa y la pregunta anteriormente formulada en su rostro y brazos abiertos; dejo caer el skate junto a mis pies y estiro mis brazos acercándome, envuelvo su cuello, él se aferra a mi espalda.

—Es fascinante, simplemente increíble, que tú seas ese niño es...

—Es perfecto—susurro, terminando la oración por él.

—Es que...—se separa y toma entre sus grandes manos mi rostro y me observa, aprovecho para hacer lo mismo, mirarlo—. No podría haberlo imaginado, esto está más allá de mis capacidades creativas, tú... ese niño—le sonrió, con la única sonrisa que tengo, la que he tenido toda mi vida y al ver su sonrisa, noto que la de él también es la misma de antaño.

—Tampoco podía creerlo.

— ¿Cómo?

— ¿Como me di cuenta? Te vi en casa de tu madre cuando llegabas, pasaba con mi madre y ahí estabas tú, en la casa que se supone, era del chico que me sonreía por las calles.

—Si lo hubiera sabido todo este tiempo—murmura mordiéndose el labio inferior—. Esto es como, como...—una de sus manos baja y sus dedos toman mi barbilla, sus ojos se cierran y allí en la oscuridad, bajo la escasa iluminación de las luces de la calle a lo alto, me besa lento y suave, como si fuera nuestro primer beso—como volver a tener diecisiete—susurra al separarse

—En mi caso dieciséis, pero si—me rió ante lo que decidí hacer a continuación—. Me llamo Severus Snape—me observa un momento antes de asentir.

—Severus, me llamo Sirius Black y teniendo diecisiete o más de treinta, me sigue resultando fascinante tu skate, mangas y ropas negras—confiesa.

— ¿Así que...—me separo de él y con un movimiento de mi pie tomo el skate nuevamente en mis manos—fui tus primeras masturbaciones?—pregunto divertido.

—Oh, bien, busquemos el próximo auto que pase así te arrojo, niño skate—rio hasta que me duele la panza al ver su pena—. No es agradable—me informa.

—Lo es—aseguro—. ¿Vienes conmigo?—pregunto estirando mi mano y al tomar la suya tiro de él.

— ¿A dónde?

— ¿Recuerdas las veces que nos veíamos en la tarde? Te mostrare uno de los sitios a los que iba.

— ¿No están llenos de adolescente esos lugares a estas horas?

—No, porque no hay rampas de skate, solo es un parque.

Lo hice caminar cuadras y cuadras, se quejo porque no tomamos un autobús, pero le explique que la idea era caminar todo lo que caminaba de adolescente. Hablamos en el camino, me pregunto porque de pronto me comencé a vestir con colores, le explique que la moda cambia y los colores habían comenzado a formar parte del look de un skate, pero que siempre el negro fue mi color favorito. Le pregunte porque al siguiente año no lo vi más, y debí imaginarlo, Sirius tenía un año más, por lo que había terminado sus estudios y tomado un año para pensar, por lo que sus horarios eran completamente diferentes de los míos y casi no estaba por el lugar, los horarios de ambos eran muy diferentes.

—Llevaba un tiempo observándote—me confiesa al llegar al parque y tomar asiento en una de las bancas que bordeaba el sendero principal cubierto de luces a lo alto—. Solo que ese día, que me reí lo notaste. Fue como "ahí viene el chico de negro con skate", pero casi te atropellan, volviste hacia atrás y de nuevo casi te atropellan, esperaste a cruzar y solo porque el auto paro no te atropello—su risa explota en el abrumador silencio de la noche, se siente fresco y es como volver al presente, porque es la risa del persistente periodista, de mi novio.

—Aunque no lo creas, solía sucederme mucho... hasta el día de hoy.

—No lo dudo, ¿no nos conocimos en una situación similar? Había autos y todo.

—Una manera poco usual de conocer gente—comento.

—Pero muy efectiva sin duda—asegura tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos.

— ¿Sabes? Aquí venia la mayor parte de las tarde cuando no estaba con el skate, siempre esperaba verte, muchos estudiantes venían aquí después de la escuela, pero tu jamás.

—Si lo hacía, solo que en otros horarios.

—Nunca te vi en otros sitios, de hecho me resultabas algo asocial.

— ¿Yo asocial? ¿Cuando tu eras el chico medio emo? Para tu información, tenía varios grupos de amigos.

—Claro, y por eso hoy en día lo más cercano a un amigo que tienes en un oficial de policía que parece odiarte, ¿verdad? Por supuesto que el chico emo era más asocial—digo con notorio sarcasmo en mi tono.

— ¿Tienes amigos de esa época aun?—pregunta.

—No, pero era el "chico emo", obviamente no los tengo, pero tengo mi skate...—lo señalo en el piso y luego niego—. Este no es el mío, pero lo tengo en casa—le aseguro haciéndolo reír.

—Para tu información, tengo un novio que es como un amigo y me prometió ir a casa con comida... —me observa de pies a cabeza—. No veo que tengas ninguna bolsa de comida en tus manos—arquea una ceja esperando respuesta.

—Pensé que quizás podríamos ir a mi casa y pasar el rato, mientras esperamos algún delivery—me encojo de hombros con simpleza.

—Si pasar el rato incluye sexo, lo tomo—me sonríe de lado.

—Puedo garantizarlo—aseguro, fingiendo desinterés.

—Me resulta increíble que seas el mismo—distraídamente toma una de mis manos y mira a la distancia en la oscuridad—. Estar enamorado por segunda vez de ti, tiene que ser...—queda en silencio, observo el perfil de su rostro levemente contraído por la pena, mira al suelo y creo comprender que ha notado lo que dijo después de decirlo.

— ¿Enamorado? Si, es increíble—sonrió al verlo buscar algo que decir—. Es increíble que yo este enamorado también... por segunda vez—gira a mirarme y me acerco a besarlo levemente—. Si no estuviera enamorado, no sería tu novio.

— ¿Independientemente de si fuéramos o no esos adolescentes cobardes?—pregunta—. Porque me gustaría aclarar que, me excita más el bibliotecario de treinta años gruñón, que el niño de dieciséis.

—Eso solo me deja tranquilo de que no eres un pedófilo—bromeo—. Me gusta más el periodista que me trae café que el chico que se reía de mi—vuelvo a besarlo, con más profundidad y mi lengua buscando a la suya, lento y suave, mis oídos pueden escuchar el ruido que producen entre la saliva, los labios al moverse y acariciarse.

Sé que fui completamente sincero con mis últimas palabras, es maravillo habernos rencontrado sin saberlo, enamorarnos y descubrir que éramos esos jóvenes. Pero sin duda, es mucho más fantástica la idea de enamorarnos a través de cafés dulces y una noticia no necesaria. La realidad, de la historia de amor que tenemos, supera con crecer al amor platónico, que sin duda, queda como un valioso recuerdo, la primera conexión de un amor que, siento muy dentro, es para siempre.

FIN.

¡Falta el epilogo!

Decidí terminarla hoy de subir a la historia, porque esta la del Oficial Potter, que ya quiero empezar a subir.


¡Gracias por leer!

El chico detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora