Capitulo 18

112 23 1
                                    


Capitulo 18

Las únicas veces que hable con Severus sobre mangas, fue en aquella ocasión que me mostró lo que leía, un manga de samuráis y en aquel otro momento donde tuvimos la cita. Ese día, tuvimos una breve conversación sobre lecturas, no le tome demasiada atención, pero él quiso dar a entender que leía pocos mangas, los que tenían buenas historias. De cierto modo, creo que le da pena leerlos, de otra manera, no le hubiera sorprendido que lo invite a ver la película estrenada.

No veo nerd o raro que guste de ver anime y leer mangas, del tipo que sean, lo veo agradable, lo veo extraordinario. Que a su edad, siga manteniendo ese lado inocente, ese gusto por historias de ese tipo, que el crecer no le haya quitado lo que disfrutaba en los años de su adolescencia.

A su vez, he descubierto que me fascina su pasión por el skate, no puedo quitar de mi cabeza aquella imagen de él sobre aquel objeto, saltando, riendo, con los ojos brillando, lo mucho que lo disfruto y las cosas que hizo, me dejaron perplejo. Y ese otro lado, ese lado sensual, ese que solo pude tantear levemente al besarlo, ese que todavía me falta explorar.

Después de varias bromas y manipulación, logre que acepte ir conmigo al cine, pero entonces mi estupidez hizo acto de presencia, o más bien fue ella en mi cabeza que manejo la situación. ¿Cómo invitar a una persona al cine, cabe mencionar lo difícil que esta persona resulta ser, y no tener un día disponible cuando se lo logra? Cada día de la semana estaré hasta el cuello de trabajo, sin descanso, sin horas que coincidan libres; tengo más horas en la mañana que en la noche, pero ese es el horario de su trabajo. Entonces... ¿fin de semana? Claro, el fin de semana me pareció perfecto, con el mínimo detalle que Severus ya tenía comprometido su fin de semana, visitaría a su familia.

No puedo condenar al hombre por no adaptarse a mis planes, o a su madre por cumplir años este fin de semana, estropeando mis planes, y es que todo hijo tiene derecho de ir a visitar a su familia el día de cumpleaños de su madre, sin importar si este cae en fin de semana y se debe rechazar la cita del desdichado hombre que intenta tener vida amorosa, cuando no cuenta del tiempo necesario que se debe invertir en una. Sin embargo, lo intento, con todas mis fuerzas, por eso, a base de más estupidez, intente prometer que el viernes podría, que terminaría mi trabajo a tiempo y podría.

Básicamente, me mando al demonio, con toda su dulzura y amabilidad, toda esa que él posee al beber café con extra azúcar, es decir, 0%. Este hombre es tan gruñón y descarado, no tiene ni un gramo de paciencia toda su constitución. Tampoco tacto al momento de decir las cosas.

Ya me has puesto de mal humor, vete al demonio y regresa cuando tengas verdaderamente tiempo.

No dijo más que eso y se había desconectado. Debo decir que dolió como un puñetazo aquella respuesta, si no llore, es porque soy un niño grande. Palabrería, si no me afecto, es porque sé que soy torpe cuando se trata de amor y fue mi culpa hacerlo enojar.

Por eso ahora, llego con un café a la escuela, incluso antes de que el llegara, a modo de disculpa y como excusa para verlo. La noche anterior, no quise decir nada más, no solo porque no era una situación para arreglar por mensajes, sino que tampoco él estaba en línea. Sé que llagare tarde al trabajo, pero puedo echarle la culpa al tránsito, me creerán, no suelo meter excusas.

Los nervios, ansiedad e inseguridad, se dispersan cuando lo verlo llegar y al verme luce sorprendido, entonces le sonrió, bufa y desvía la mirada.

— Ya no hay seguridad, dejan entrar a cualquiera—gruñe al llegar y abrir la puerta.

— Buen día, también me da gusto verte y si, el café es para ti, no fue ninguna molestia—hablo cerrando la puerta, a lo que él se gira con el ceño fruncido.

— Hablas demasiado y abre la puerta, ¿quieres?

— No quiero—digo sonriendo, luce enojado, molesto, exasperado, por lo que dejando el café en su escritorio, me acerco, alejándolo de la puerta que intenta abrir—. Solo un momento—susurro contra sus labios, apretando con suavidad la mano que sostuve para detenerlo, acaricio el dorso con mi pulgar sintiendo la suavidad de su piel.

Permanece en silencio, noto su mirada nerviosa que viaja de mis ojos a mis labios, sonrió de lado y muerdo mi labio inferior, tentándolo. Lo escucho tragar, en el ensordecedor silencio de la biblioteca. Decidido, tomo su barbilla, inclinando su rostro solo un milímetro hacia arriba y así rozar nuestros labios, sujeto la curva de su mentón y lo acerco para dejar a mis labios la libertad de besarlo. Comencé lento, suave, dulce, con una indirecta promesa de que así sería el beso de principio a fin, largo pero lento, tentativo reconocedor.

Sin embargo, no contaba con lo mucho que mis labios habían extrañado la sensación, no había pensado en la necesidad de mi lengua, la cual parecía sedienta cuando invado el interior de su boca, como si hubiera estado días en el desierto y aquella saliva bajo la lengua de Severus, fuera el más fresco de los oasis. Comienzo a oír el ruido mi propia boca, lengua y respiración, cuando comienzo a tranquilizarme, lo tengo rodeado con un brazo de la cintura, sujeto su cuello con mi otra mano y mi boca esta sobre la suya exigiendo, tomando, recorriendo, mi lengua recorre una y otra vez cada rincón, asegurándose de no olvidar su sabor, consolidando que paso por cada pequeño lugar, que cada espacio está marcado con mi propia saliva.

Lo escucho gemir, alargando mi lengua, vuelve a gemir, estimulado, repito la acción, vuelve a gemir, continuo repitiéndolo y continúa haciendo esos ruidos. Siento sus manos tomando mi rostro, y es mi turno de gemir, porque están frías y mi rostro ardía, porque se sienten extremadamente suaves y hace tanto que mi persona no siente un tacto tan delicado y refrescante. Siento su forcejeo al querer alejarme, me niego, invadiendo sin descanso su cavidad bucal.

— Espera—lo escucho jadear con dificultad, teniendo mi lengua aún dentro de su boca—Sirius...

— No—me niego una vez, para luego sacudir mi cabeza sin alejarme de su rostro, pero me veo obligado a obedecer, cuando mi labio es fieramente mordido por sus dientes.

— Que pares, dije—lo veo sonreír, sus manos me sostienen sin dejarme tomar mucha distancia, lo observo en medio de una confusión entre el dolor de mi labio y el deseo que se había extendido en mi cuerpo—necesito respirar—jadea, mis ojos no pueden evitar notar el exceso de saliva que cae por la comisura de su labio, trata de tomarlo con su lengua pero no ha podido.

— Íbamos bien.

— Según tu—ríe—no estoy acostumbrado a ese tipo de besos, si a eso se le puede llamar así, parecía que estabas tomando mi vida, en lo que tú llamas beso.

— Quizás, ningún otro hombre te beso con verdadera pasión.

— O quizás, esta es la primera vez que me beso con una sanguijuela que se alimenta de saliva—hace nuevamente acto de presencia su lado nada sutil de decir ciertas cosas.

— Eso podría herirme, ¿lo sabes?

— Me tiene sin cuidado, visto que es la verdad, sentí mi boca siendo absorbida por una...—lo hago callar cuando paso los labios sobre ese rastro de saliva sobre su barbilla y subo a la comisura de los mismos, para luego tomarme el tiempo de chupar uno y otro.

— En todo caso, soy la sanguijuela más atractiva que pueda llegar a absorber tu boca, ¿acaso no te gusto?—no responde y continuo—. Si eres tan altanero para hablar, también deber serlo para contestar, ¿te gusto o no?

— Pudo decir que eras un gusano, pero nunca dije que no me hubiera gustado—responde avergonzado, hace una mueca con sus labios y evita mi mirada.

— Eres un caso—rio a carcajadas y al detenerme, noto su mirada enojada, ha soltado mis mejillas, pero yo no he soltado su cintura, ni cuello—. No me mires así, es que, cariño, tus comparaciones son tan románticas.

— No me llames "cariño" y suéltame—bufa, ignoro sus quejas y vuelvo a besarlo, conteniéndome, siendo delicado y dulce.

—No te enojes—le pido, al terminar el breve beso.

— Me enojo todo lo que quiero, porque últimamente pareces un tonto—lo suelto y bajo la cabeza rendido.

— Lo sé.

— ¿Qué?

— Que lo sé, lo soy.

— ¿A si?—pregunta sorprendido.

— Sí, he actuado como un tonto estos días.

— ¿Y qué harás para solucionarlo?

— Bueno, intente invitarte al cine, pero fallo, ahora te traigo café, pero parece que también voy a fallar.

— Con lo del cine, has sido un idiota muy grande.

—Lo sé y no sé cómo solucionar esto, en verdad me encantaría llevarte hoy, pero sé que no podre, mis horarios están hechos un lio, no concuerdan ni un poco con los tuyos—suspira y frota con las palmas de sus manos su rostro.

— Yo lo entiendo, sé que es trabajo, no me molesta si es por eso, pero...

— ¿Pero...?

— Un mensaje agradable no te matara una vez al día, al menos para yo saber que entre tanto trabajo, recuerdas que tienen algo conmigo.

— Eso no podría olvidarlo, ¿cómo hacerlo, si eres el 51% de mis pensamientos?—lo veo sonreír, y mi pecho siente un calor agradable, que alivia la tensión en mis hombros al verlo—. El otro 49%, es sobre el trabajo obligatoriamente, pero si por mi fuera, seria 100%—sonríe más grande—. Te ves hermoso cuando sonríes—provoco con mi cumplido, que sus mejillas se coloren de rojo.

— No es el momento de coquetear.

— Pero estos días, no he podido hacerlo, solo he visto papales, letras, lápices, caras desagradables, más específicamente, la de mis compañeros.

— Bien...—suspira, mirando el techo—yo sabré esperar, mientras trabajes y recuerdes mi existencia, a cambio este fin de semana, tú sabrás esperar e iremos el siguiente, ¿te parece bien?

— Me parece genial—intento acercarme, buscando otro beso, pero apoyando sus manos en mi pecho, me detiene.

— No—me niega, un momento enmudece, veo su mirada fija en sus manos sobre mi pecho, observo hacia ahí y siento así como veo sus dedos curvarse y presionar, las yemas de sus dedos parecen tentarse, pero de pronto aleja sus manos, privándome de la agradable sensación de ser tocado nuevamente, suspira negando con su cabeza—ya tendremos tiempo.

Comienzan a escucharse los maullidos del gato cada vez más fuerte. Lo observo, camina entre las piernas de Severus.

— ¿Puedo llamarte esta noche si salgo temprano?—pregunto.

— Depende a que llames tu temprano.

— ¿21 o 22pm?

— Puedes—sonríe—ahora ve, tengo que comenzar aquí, debo dejar salir al gato.

— Aún me resulta extraño que te dejen tenerlo.

— No lo hacen, en estos días me lo tendré que llevar a casa—lo veo abrir la ventana y un momento después la puerta, me despido de él con una sonrisa y una mirada.


Continuara...

¿Gano Sirius?

Veremos, si tienen esa cita.

He subido tres capítulos, después de dos días sin aparecer, espero que hayan esperado la actualización y disfrutado los capítulos, la historia en general.

Los invito a seguirme, si aun no lo hacen, y a disfrutar de las demás historias.


¡Gracias por leer!

El chico detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora