Capitulo 8

132 27 10
                                    

Capitulo 8

Lo veo entrar a la biblioteca, con su típica sonrisa exagerada, pero ya no me molesta, no como al comienzo, ¿es la costumbre? No lo sé, ya me es imposible no imaginarlo sonriendo, ¿es que nació así? De seguro, era de esos bebes que solo ríe y no llora.

— Buen día, para el bibliotecario más gruñón de la ciudad—saluda casi gritando, lo miro, aún sentado en mi silla frente al escritorio, serio y ceñudo.

— ¿Buen día, al periodista más sonriente de toda la ciudad?

— ¿Es eso un cumplido? Lo tomare como uno—ríe—. Alégrate un poco, quita ese ceño, es viernes.

— Porque es viernes tengo este ceño y mucho más mal humor que los lunes.

— ¿Cómo puedes estar de malas un viernes? Es el último día de la semana— deja ambos cafés sobre el escritorio y la bolsa de papel que trae consigo, ¿paso por una panadería o algo así?

— ¡Exactamente! Es el último día, para un periodista es genial, pero para alguien que trabaja con adolescentes es el infierno—y creo que mi mal humor ha creado el hambre en mi estomago, porque el aroma que desprende esa bolsa, mezclado con el del café, hace gruñir mis entrañas.

— ¿Cómo lo puede ser? Si los adolescentes son alegres y más los viernes—asegura, mientras toma una silla y la acerca al escritorio sentándose frente a mí.

— Son alegres, escandalosos, ruidosos y con hormonas muy alborotadas.

— Haber, gruñoncito, ¿qué tiene de malo?—pregunta, me sonríe con ¿cariño o gracia?

— Nada, olvidarlo, no lo entenderías—bufo—. ¿Qué has traído?—señalo con mi barbilla la bolsa.

— Oh, sí, como es viernes pensé que podría terminar la semana tomándome un poco de tiempo para mi, desayunando contigo más que solo un café, así que traje estas—habla mucho, sus explicaciones son tan largas—prueba una—me invita a tomar una de lo que sea que tiene la bolsa—. Son medialunas—me avisa, tomo una, esta tibia, tiene un aroma que vuelve a hacer gruñir mi estomago. Al darle un mordisco, compruebo que sabe tan deliciosa como se ve y huele.

— Deliciosa, ¿dónde las has comprado?—pregunto impresionado—. ¿En donde compras los cafés?—el solo ríe y niega, parece realmente feliz.

— ¿Te gusta? ¿Es dulce?

— Me encanta, tiene el sabor de dulce perfecto, nada empalagoso, pero si fuerte, como me gusta.

— Qué bueno, temía que te seria amarga a pesar de haber usado más azúcar de lo normal—lo miro arqueando una ceja y se encoge brevemente de hombros—. Las hice yo—confiesa sorprendiéndome más.

— ¿Tú?

— Anoche, cuando llegue a casa hice la masa, hoy desperté más temprano y las hornee.

— ¡¿Sabes cocinar?!

— Todo tipo de cosas—asegura con aire de orgullo—después de encontrarte en las calles y hablar tan cómodamente, pensé que podríamos continuar la charla con el café y medialunas de por medio, pero no me gustan las de las zonas, así que las hice yo.

— Estas deliciosas.

— Podrías contarme un poco de ti, ¿no crees?

— ¿De mi? ¿Qué quieres saber?

— No se... ¿Qué lees? ¿Qué te gusta hacer cuando no trabajas, donde vas? ¿Andas seguido en skate?

— Mi vida no es interesante—trato de evadir sus preguntas, centrándome en beber mi café.

— Oh, vamos, la mía tampoco e igual te he contado lo patéticamente solo que esta mi apartamento cada día.

— Tú al menos sales de el...

— Mi última salida, fue a la tienda de víveres y de vuelta; mi encuentro más emocionante en el mes, fue con el perro del vecino de al frente. Lo juro, fue adrenalina y pasión pura—asegura exagerándolo—. Yo , con un pantalón desgarrado y esa bestia corriéndome con pasión por mi sangre—reí y él pareció satisfecho con ello—. Lo dije, te ves más hermoso sonriendo.

— A mí, ni el perro del vecino me sigue con tanta pasión.

— Oh, vamos, los libros que lees deben hacer interesante tu día, más que ver programas basura en la televisión.

— ¿Por qué quieres saberlo?

— Me da curiosidad.

— Te reirás.

— Oh, vamos... ¿es misterio? ¿Fantasía?... ¿Tal vez, hechos policiales, forenses? ¿Quizás, solo historia?—parece un niño emocionado, largo un suspiro resignado, tomo mi manga forrado y se lo entrego, cuando lo toma solo pongo mi rostro dentro de mi vaso de café bebiéndolo todo de un largo e interminable trago—. ¿Te gusta el manga?—pregunta.

— Si—respondo bajando mi vaso vacio, siento mis mejillas rojas, esquivo su mirada y siento el impulso de echarlo a patadas, pero no lo hago; escucho el ruido de las paginas ser pasadas y los leves maullidos, del estúpido gato que adopte, que le maúlla a los pájaros

— Esto es increíble—ríe.

— Vamos, ríete...

— No, no, no es lo que crees—asegura inmediatamente, lo miro y sus ojos brillan—. Es que... cuando era adolecente, me gustaba un niño.

— ¿También las leía?

—No tengo idea, no sé nada de él, nunca lo supe. Solo tenía esos botones con personajes. Muchas veces lo observe tratando de reconocer algún personaje de algún que otro anime que he visto, pero no pude reconocer ni dar con ninguno.

— Espera, eras adolescente y te gustaba un niño, ¿eras una clase de pedófilo o algo así?

— Claro que no—ríe devolviéndome el manga—nunca supe su nombre, por lo que en mi mente lo llamaba "niño", porque parecía menor que yo, al menos por un año—a esto me refiero cuando digo que habla mucho, una persona normal hubiera respondido "parecía de un año menor", habla demasiado, es charlatán, demasiado sociable.

Sin embargo, me gusta, cada mañana me gusta más, su porte, casi elegante;su mirada, de ojos grises; incluso, su exagerada palabrería y sonrisa. Lo veo beber de su café y solo rio de mi propia estupidez, porque este tipo me gusta y con mi gruñona actitud solo estoy empujándolo fuera.

— ¡Hey! Me gusta tu sonrisa, pero no te burles de mi—me pidió viéndose por primera vez, desde que apareció aquí, avergonzado—. ¿No has estado enamorado de alguien a quien jamás te atreviste a hablarle?

— Sí, claro... ¿Quién no vio en las calles de la ciudad a alguien quien le gustara? ¿Sabes? Yo no era muy sociable, por lo que no conocía a nadie de mi ciudad y nadie me conocía a mí. Debido a eso, no tenía idea del nombre de este chico, sabia donde vivía, porque su casa quedaba de camino a la mía, pero no conocía su nombre, su edad, nada.

— Así que... ¿nada paso?

— No, bueno, parecía reconocerme cada vez que nos veíamos, pero hubo una ocasión en la que me paso de largo, me dolió tanto que después de ese día yo deje de darle importancia—asiente, pareciendo comprender la situación, mientras comía una de las medialunas.

— ¿Nunca te arrepentiste de no saludarlo, de no detenerte y hablarle para romper con el enamoramiento?—me pregunto.

— No—confesé con sinceridad—porque no hubiera funcionado, ni siquiera una amistad. Yo vivía en mi mundo de mangas y skate. Él, parecía mucho más sociable que eso, para cuando yo descubrí que para conocer personas y tener relaciones con ellas había que decir "Hola, ¿cómo estás?", sin sentirse tonto, porque era algo natural, bueno, ya era tarde.

— Gruñón bibliotecario, eres una caja de sorpresas.

— ¿Lo soy?

— Lo eres—aseguro—. Dime, ¿recuperaste tu skate?

— Sí, mi primo quedo encantado con el nuevo, y era mejor así, ya que no salió barato.

— ¿Sera que podre verte haciendo unos trucos?

— Quizás.

— Me conformaría con un café, mañana—lo observo, me sonreía de lado.

— ¿Pago yo? Digo, es lo justo después de que lo traigas cada mañana.

—Severus, eres una caja de sorpresas—vuelve a asegurar sonriente—. ¿Te veo en el café a las... 11am?—me señala el vaso de café que tiene el logo del lugar, es aquí cerca.

— ¿11 am? Se desayuna a las 8am, a las 10am ya estaré pensando en que almorzar—me quejo.

— Por eso mismo, bonito—se inclina en el escritorio—. La idea, es que pagues el desayuno y yo el almuerzo—me guiñó el ojo y besó mi mejilla antes de ponerse de pie y retirarse.

Me dejo allí, sorprendido, sonrojado, con los vasos de café y algunas medialunas en el escritorio, con la silla fuera de lugar, así como mi corazón que parecía rebotar por todos lados en mi pecho.

Estoy actuando como un adolescente, ante su primera vez, mi cuerpo lo hace. Y no es la primera vez que me coquetean tan descaradamente, pero si la primera vez que lo hacen actuando tan caballerosamente... ¿existe esa palabra? No encuentro otra para describir lo maravilloso de su trato. Creo que el café dulce, a cambio de la noticia, quedo bastante olvidado.


Continuara...

Finalmente, Sirius consiguió la cita. 

Por otra parte, creo que ya quedo más que claro quien es quien, ¿verdad? 

Es por esto, de que cada lector o lectora vaya descubriendo por si mismo quien es quien, que la primera parte no tiene nombres. 


¡Gracias por leer!

El chico detrás de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora