1° Necesidad

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Quackity inhaló y exhaló, el frío y contaminado aire entro por sus pulmones haciéndolo toser - Que pendejo - miraba el amanecer desde la ventana de su pequeño departamento en un par de horas tendría que salir a buscar un nuevo empleo si no quería que lo corrieran de su "hogar". Sus alas se expandieron con pereza, unas cuantas plumas cayeron al suelo.

El arrendero le había dado 48 horas para que consiguiera algo con lo que pagar el alquiler pues ya debía tres meses de renta, pero en esta apestosa ciudad las propuestas de trabajo eran horribles y una cada vez más denigrante que la anterior.

Tan denigrantes como todas las propuestas asquerosas que el casero le hacía todos los días. Lo odiaba con todo su ser.

Suspiro con cansancio, también debía conseguir dinero para comer, sus provisiones se hacían cada vez menos.

Cuando el reloj marco las siete de la mañana vestía un sencillo y cómodo traje - Al mal tiempo darle prisa... - formo una débil sonrisa en el espejo y salió de su depa dándose ánimos mentalmente, este día iba a ser el bueno.

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Volvía a casa, arrastrando los pies - Vaya día de mierda - lo estuvieron rechazando tajantemente de casi todos los trabajos - Todo porque soy un estúpido híbrido - sus alas se envolvieron a su alrededor tratando de darse calor, pues la fría noche se había cernido ya sobre la ciudad - No, no es mi culpa - acaricio sus alas - Ellos se lo pierden no yo, yo soy un chingón... - aleteo de mejor humor - Tal vez deba ir a casa de mis padres -

De pronto un ruido extraño lo hizo pegar un brinco, sus alas se crisparon ante el miedo, estuvo un par de minutos tratando de captar algún otro ruido, casi parecía que hacía más frío, las amarillentas luces de las lámparas no le daban una buena visión.

Se relamio los labios nervioso, decidió ignorar su mal presentimiento y seguir su camino hasta que frente a el, de entre las sombras el hocico de un animal le tiro una mordida, Quackity había conseguido por poco escapar de aquello.

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- ¡Puta madre! No mames, no mames - se quedó estático unos segundos ante la presencia de un gigantesco hombre lobo, habría vomitado de no ser porque tenía el estómago vacío, la bestia le sonrió mostrándole los colmillos ensangrentados fue cuando se echó a correr despavorido gritando por ayuda, una ayuda que sabría no le darían. Se lo iban a comer y lo único que lo mantenía corriendo a pesar de estar tan cansado era su instinto de no querer morir - ¡Un puto lobo me va a comer! - grito, si alguien lo escuchaba al menos evitaría encontrarse con el monstruo y se salvaba el trasero - ¡No mames que vida tan mierda, que vida tan mierda! - de pronto se dio cuenta que había estado corriendo a un jodido callejón sin salida pero en lugar de desanimarse corrió más rápido cuando alcanzo a ver el muro que le cortaba el paso aleteo con fuerza para lograr apoyar los pies en la pared e impulsarse en un giro tras la bestia lo cual no le salió del todo bien pues al caer había aterrizado sobre el lomo de la criatura cayendo ambos al suelo, un segundo le costó procesar lo que había pasado sus alas aletearon nerviosas al sentir el lomo peludo moviendose bajo su cuerpo, el hombre lobo lanzo un gruñido tan terrorífico que lo hizo darse cuenta que ya se había jodido, el brazo del lobo lo había sujetado de la ropa para lanzarlo contra una de las paredes consiguiendo lastimarlo.

"¿Así terminará mi vida? ¿Cómo un número más en la estadística de ataques de hombres lobo?"

Cerro los ojos, esperando que lo matara rápido pero el sonido de un disparo logro despabilarlo de sus miserables últimos pensamientos.

El pesado lobo cayó antes sus pies, con el cráneo reventado.

Ahora sí que no pudo evitar vomitar. Escucho los pasos de varias personas acercarse, se pego a la pared mientras que una de sus alas lo cubría la otra lastimosamente se encontraba rota y dolía como el infierno.

Quemaduras en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora