20. Fuego azul

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NARRADOR

Con el par dormidos, bajo la regadera con el fin de que el agua relaje sus músculos tensos, con furia contenida el rostro del rey y Kyle no se dispersan de su mente, así como sus cínicas sonrisas... Cierra ojos y puños, si algo lo caracteriza es su desprecio a hombres como ellos, pues el alfa de la Penumbra aún está entre sus recuerdos. Hombres orgullosos, peor si poseen poder pues creen poder tenerlo todo. Ambiciosos, se forman como temerarios y se creen superiores menospreciando a aquel que se cruza en su camino.

Sin poder hacer nada plasma en una hoja su frustración, plasmando miradas desconsoladas y expresiones de terror. Culpable, en silencio llora oprimiendo recuerdos de su corazón. Determinante detiene aquel sentir, nunca en su vida ha demostrado debilidad, no iniciara ese día.

Coraza de dragón cubre su corazón, fuego azul determina su pasión, inquebrantable es su determinación.

En una nueva hoja de su block escalas en gris dan lugar a un nuevo diseño, diseño que pausa tras una agitada respiración. De pie se dirige a ella, húmedo se encuentra su rostro, ha llorado en silencio. Su voz la llama, pero su pecho frenético sube y baja, si por él fuera tomaría su dolor con tal de liberarla.

Un leve roce en su mejilla basta para que sus orbes rojos se muestren, se refleja el miedo en su mirada, comprensivo mantiene su distancia y elevando ambas manos habla.

—No voy a tocarte.

Suspira, le duele su tristeza.

—Perdón.

Extrañamente ella parece relajarse, sus brillantes ojos rojos no se despagan de los suyos azules, no hasta que estos se cierran conciliando nuevamente el sueño.

Colores cálidos dan vida a aquella ilustración, fuego rojo se expande incendiando la hoja con su calor y aquellos ojos reflejan paz en su interior. Carnosos labios, piel de seda como la porcelana, suaves plumas de llamas como su ardiente corazón. Dulce es su interior, pero sombras acechan a su corazón consumiendo lentamente su fuerza y personalidad. Voluntad debe mostrar, mucho ha soportado ya, derrumbada parece estar, pero como fénix sus cenizas deben dejar y de ella su poder renacerá.

Frágil es su esencia, eso el noble corazón de dragón lo sabe quién con sus grandes alas resguarda a la pequeña ave y bajo su pecho un cachorro de lobo busca su calor. Bellas bestias se complementan a la perfección, poder evocar la unión.

★★★

Los días, transcurren dentro de un ambiente tenso y apagado donde la tristeza opaca al par de ojos rojos quien consumida por el miedo termina alejándose cada vez más del pelinegro, manteniéndose cabizbaja, solitaria y vacía. La preocupación y la actual actitud de la chica no solo estresan al par de varones que la acompañan, sino que desanima al menor quien llora angustiado cada día. El joven hace lo posible por ambos, evita el contacto con ella e intenta animarla, al pequeño igualmente lo alienta, pero ni siquiera él sabe si habrá resultados. Pese a ello cada que el pequeño se desmorona lo consola e igualmente es atendido por una profesional tal como su madre. Desde lo ocurrido con el Reino de la Perdición Zia vigila a cada instante su entorno, en varias ocasiones ha distinguido miradas desdeñosas, desaprueban totalmente la existencia de Drake ante su esencia híbrida.

Para ella un recuerdo más se suma a la fila de sus pesadillas, a las abrumadoras sensaciones impregnadas en su piel, al odio y desprecio a su persona, a la sensación de suciedad que invade su cuerpo, todo aquello es lo que mira en aquel enorme espejo en el interior de aquella nueva habitación, asco es lo que siente de sí misma. Andrómeda dijo que verse en un espejo ayudaría, pero al ver su reflejo tan solo distingue a un monstruo profanado por otras bestias.

Sus deseos de morir incrementan, incluso su miedo al contacto no se esfuma, pero es aún mayor su miedo a la soledad, verse obligada a estar lejos de él, temer su contacto cuando extraña su calidez.

Nerviosa tiemblan sus manos, evade mirar hacia el espejo no deseando disipar el coraje que ahora mismo la envuelve. Cada noche antes de irse a dormir Zia suele permanecer en la sala en silencio mirando la nada, o al menos eso supone pues el silencio los consume hasta que horas más tarde la puerta de la habitación de enfrente se cierra, eso en caso de que ambos pudieran dormir.

Ante la posibilidad de arrepentirse no espera más y se encamina a su destino, procura hacer el menor ruido posible encontrándolo con la cabeza hacia atrás sobre la cabecera y los ojos cerrados. Frente a él, curioso la mira y los nervios comienzan a hacer de las suyas. Su mirada recae en el piso, tras minutos de silencio toma valor para hablar.

—No quiero tener miedo -inicia con lágrimas en los ojos, —no de ti.

Extraña tocarlo, acariciar sus parpados, estar cercas suyo, sentir la seguridad que antes la envolvía.

—Quiero intentar algo.

—Lo que me pidas -responde, —excepto eso.

Un gesto que pretende ser sonrisa se muestra pues en innumerables ocasiones le ha pedido acabar con su vida, siempre se niega, muchas veces profeso odiarlo, pero ella sabe que no es así.

El ojiazul accede a ponerse de pie extendiendo uno de sus brazos, analiza cada uno de los movimientos de la pelinegra, así como el ligero temblor de su cuerpo. Tan natural para ellos una ligera descarga eléctrica se percibe cuando entran en contacto con el otro, la sensación se extiende desde la punta de sus dedos hasta la sangradura, retornando el recorrido pese al temblor en la mano de ella.

—Akemi.

Capaz de leer sus expresiones la llama por su nombre al percatarse que retiene el llanto y por ende la respiración, el temor se refleja en sus ojos y con fuerza de voluntad evita que su mano se aleje y se agite. Ella niega liberando lágrimas, desea suprimir aquel miedo, desea sentir seguridad una vez más, su tacto sobre su piel.

—Por favor -solloza cuando él se aleja, perderlo sería el infierno, lo es incluso para él quien en silencio sufre y ese breve contacto es solo un pedazo de gloria.

Sin más Akemi se derrumba.

—Así no, así no -repite meciendo su cuerpo.

Afectado e incapaz de retenerlo lágrimas humedecen el rostro del joven.

—Mátame, mátame -Llora sin dejar de balancearse.

—No, no puedo, no quiero.

Ante sus negativas levanta la vista, su rostro empañado la perturba.

—Tomaría tu dolor si fuera posible, haría lo que sea con tal de que te sientas mejor, pero eso no, jamás, no podría vivir sin ti.

Bajo la conexión de sus ojos la mano de la pelinegra pica, aun temblorosa con suma lentitud se mueve hacia él, extrañamente no hay temor cuando entra en contacto con la húmeda mejilla del pelinegro y sin dudar acaricia su parpado.

—Soy un monstruo, estoy rota.

—Tampoco soy perfecto -añade.

Ella retira su mano.

Desconcertado la mira quitarse la blusa.

—Soy un monstruo -repite mostrando sus marcadas cicatrices.

Por primera vez él las observa para luego envolver el rostro de la pelinegra con sus manos instándola a mirarlo.

—No lo eres, eres preciosa, tus cicatrices no te definen y poseerlas tampoco te vuelven débil. Eres hermosa y no es tu físico quien lo determina.

Compromiso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora