8.Tormenta

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AKEMI

Mi cuerpo vibra ante su tacto una vez me sujeta incapaz de mirarlo, su temperatura corporal es un poco elevada a la mía, casi idénticas. Tengo que entrecerrar los ojos una vez traspasada la puerta observando alucinada la imagen frente a mí, soy colocada en una silla de madera frente a una pequeña mesa la cual no dudo en acariciar, desviando mi vista a una extraña señora a mi lado, especialmente ante su rostro arrugado el cual me muestra una sonrisa.

—Príncipe Zia, lo requieren en la orilla oeste, es urgente -pronuncia un joven de respiración agitada, sus palabras me desconciertan y a la par me inquietan, más al detectar su aura y su tez, es un licántropo.

Cuando el de ojos azules se mueve más me confundo, la palabra «príncipe» resuena en mi cabeza, lo sigo con la mirada, entra y sale con rapidez hasta alejarse. Observo su espalda tras su retirada hasta perderse, el silencio se vuelve tenso, mi respiración se vuelve pesada, el miedo se instala en mi pecho sintiéndome vulnerable. Mi mano tiembla e intento ocultarlo acariciando la mesa, miro al extraño joven de soslayo con desconfianza actuar como si nada ocurriera, mis ojos se humedecen y todo mi cuerpo se agita temeroso.

Me sobresalto cuando una mano se coloca sobre la mía, una mano cálida y arrugada que me reconforta, limpio mis ojos de la humedad que se ha filtrado, al mirarla sus arrugados ojos miel me transmiten seguridad, mi otra mano se coloca sobre la suya envolviéndome su temperatura corporal, calmándome. El tiempo transcurre incrementando la incertidumbre, a cada tanto miro por donde se ha marchado en espera de su regreso, pero entre más avanza el día más se marchita su esencia, su aroma el viento se lo lleva.

Cuando de un momento a otro el joven se pone en pie mi corazón palpita feroz en mi interior, nerviosa lo observo.

—Aston, ¿qué ocurre? -pregunta el señor poniéndose igualmente de pie, el niño lo sigue y lo veo olfatear.

Todo ocurre tan rápido, de un momento a otro me encuentro contra la pared con la respiración agitada mientras veo al joven luchar con otro can, me sobresalto cuando la mano de la señora toma la mía, lágrimas se resbalan por mi rostro al percibir el sonido de los lobos aullando, el miedo comienza apoderarse de mí, la imagen de Kyle viene a mi cabeza y otro de ellos hace acto de presencia, inútilmente me pego más a la pared en un intento de alejarme cuando un lobo de pelaje blanco aparece atacándolo. El llanto empapa mi rostro, nubla mi vista y sin soltar la mano arrugada entre la mía mi cuerpo se desliza hasta tocar el piso de madera, apenas logro visualizar la lucha, lobos atacándose entre ellos, el olor de la sangre impregnando el lugar, intento no mirar, pero al cerrar los ojos el sonido prevalece, se escuchan pasos resonando a mi alrededor, gritos y palabras inaudibles, gruñidos y cortes producto del filo de espadas, alaridos y más gritos.

Lloro con la cara entre mis piernas, entre mi mano aún se mantiene aquella de piel arrugada y los sonidos se vuelven eco y lejanos, la sangre se impregna en el aire, las náuseas se presentan...

—¡Akemi! -se escucha una voz lejana, una desconocida voz que extrañamente me proporciona cierta seguridad, una voz masculina. —Akemi...

Un grito y palabras inaudibles profieren sus labios, un tacto sobre mi hombro me sobresalta, sus labios pronuncian mi nombre, al levantar la vista distingo a una de las rubias, Sirina me observa y todo sonido de batalla se desvanece, tan solo se percibe un lejano lloriqueo.

Ambas mujeres me auxilian para colocarme en pie, instintivamente miro por donde él se retiró, el lugar se encuentra vacío, mis ojos vuelven a humedecerse y mi mente me hace a la idea de su muerte. Tras ingresar me colocan sobre el sillón, la anciana a mi lado aun con su mano entre la mía. Ausente y sin mirar nada, sin fuerzas y siendo nada. Es como estar muerta, es lo que Kyle más odiaba, mi cuerpo está presente, pero mentalmente es como no estar ahí, el sonido es difuso, el tacto lejano, tan solo inmóvil...



Compromiso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora