11. Niebla

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NARRADOR

Pronto todo se detiene, el silencio envuelve el ambiente, tan solo un lastimero llanto se percibe. Pisadas se acercan a ellos y una mano basta para captar la atención del príncipe mientras otra silueta toma entre la suya un arma que la hace mirar curiosa a su otra compañera, el arma entre sus manos lleva la insignia real del Reino Cathán por lo que con cierta intriga observa al joven a quien su segunda compañera ayuda.

—Tómelo con calma -expresa la chica tras compartir una mirada con sus colegas y ayudar al príncipe a colocarse de rodillas quien no desvía la vista de la pelinegra.

—Akemi -pronuncia su nombre sujetando su mano llamando su atención, viendo su agitada respiración y su humedecido rostro, sus labios entre abiertos, sus exhalaciones y su pecho normalizarse.

—Los llevaremos donde la reina, ahí atenderemos sus heridas -exclama Edith a lo que el joven asiente.

—Drake -le llama Zia.

Aunque temeroso y con manos temblorosas el menor desciende del árbol mostrándose dubitativo una vez sus pies tocan la tierra, momento en que varios pares de ojos se posan en su anatomía, curiosos e inquisitivos ante su esencia, más nadie dice nada. Pese a su nerviosismo anda a paso lento mirando a cada una de las féminas, mientras la castaña de cabello recogido ayuda al pelinegro a ponerse en pie, una vez al lado del ojiazul lo toma firme de la mano, más tranquilo y seguro restregando su húmeda mejilla contra el dorso cerrando sus ojos. El príncipe lo mira un tanto afligido por lo acontecido, comprendiendo el dolor que debió estar sintiendo. Mientras tanto, las tres mujeres analizan dicha acción, con más dudas que respuestas frente al comportamiento del príncipe al no presentarse ningún rechazo de su parte.

—¿Seguro puede andar? -pregunta Cleotilde detrás de él, perpleja e inquieta por la gravedad de sus heridas, como en la pérdida de sangre.

Él asiente caminando con pasos seguros con el crío a su lado de la mano, mientras Akemi cohibida se muestra acompañada por otra de ellas, una chica de tierno aspecto. A pesar de ello, dos de ellas se muestran atentas a cada paso dado ante cualquier percance que pudiera presentarse.

Ingresando al Reino Alnair los nervios y el temor se reflejan en la pelinegra producto del andar de los de su especie, especialmente frente a la cercanía de los varones, Keila, la chica a su lado intrigada intenta calmarla lográndolo muy levemente. En el hogar de los soberanos Zia es dirigido a una habitación en lo que Akemi y Drake esperan con la menor de las tres en la sala. Al volver, Cleotilde toma asiento tomando su arma con el fin de afilarla mirando de vez en cuando al menor, quien ante el sonido se sobresalta de tanto en tanto aumentando su nerviosismo, el temor frente aquellas extrañas mujeres que a simple vista sabe no son humanas; además, de haber apreciado su agilidad y fuerza cuando acabaron con los canes que dañaban a Zia.

Por su parte, a Akemi le tiemblan las manos, cierra ojos y puños descendiendo silenciosas lágrimas por sus mejillas mientras su mente es invadida. Aun es capaz de escuchar los grotescos sonidos tanto de los canes como del ataque, de olfatear la sangre desprendida del cuerpo del pelinegro sintiéndose cada vez más culpable, y, por si fuera poco, aquella extraña imagen de otro hombre sobre ella haciendo exactamente lo mismo. Al elevar la mirada mira su entorno, no lo aprecia, busca algo entre los objetos.

Con la intensa mirada ocre sobre su pequeño cuerpo, sobresaltos y temblores lo atacan con el sonido del arma siendo afilada, cuando un familiar aroma se cuela a sus fosas nasales su cuerpo se tensa en total alerta, su repentino salto llama la atención de ambas, con terror reflejado en su expresión busca a su madre con la mirada.

—¿Mamá? -pronuncia exaltado.

Keila se muestra alarmada al no encontrarla, no habiendo esperado que ella se marchara cuando la vio ponerse en pie. Ambas dejan todo de lado al ver al crío correr.

Compromiso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora