4. LYSANDRA

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Capítulo IV
❝ Viejas Amistades ❞
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Lysandra no estaba satisfecha con los nuevos acontecimientos. Ni tampoco estaba contenta con ser privada de su comunicador personal. No era que haya sido hecho a propósito, pero había quedado olvidado con todo el viaje hasta Coruscant y su encierro en el apartamento de su padre en el complejo de apartamentos del Senado, donde tanto la Embajada de Alderaan como las de muchos otros sistemas poseían apartamentos para sus embajadores.

Era un apartamento precioso en el que ella había pasado mucho tiempo en el pasado, desde que había tenido edad para seguir a su padre en el Senado. El techo y las paredes de la sala tenían un diseño acanalado que se arqueaba sobre la estancia para permitir la entrada de luz natural a través de las ventanas de cristal del suelo al techo y las amplias claraboyas. Esa era quizá una de sus maravillas, eso y el gran espacio que había por todos lados. Podría caminar y caminar y la espera solamente se sentiría más eterna, porque finalizaría su viaje antes de que su padre regresara.

Aunque la vista de Coruscant desde su balcón era increíble, estando el apartamento colocado en el último de los pisos del rascacielos, ciertamente no apreciaba la razón por la que su padre había decidido confinarla aquí.

Ahora mismo tampoco estaba tan fascinada con todas las perspectivas que ofrecía el estar en el apartamento, ya fueran las comodidades o la asombrosa vista.

Se había sentado a esperar con impaciencia a que su papá regresara del Senado, pero luego nada había sido resuelto de la forma en que su padre esperaba que sucediera. El Senado, como Lysandra, creyó que había algo de exageración en el asunto. Después de todo, los agravios no habían pasado a mayores y bien podría no volver a suceder ni pasar más allá de palabras.

Pero su madre tampoco le estaba dando un descanso ni a ella ni mucho menos a su padre, a quien le exigió que hiciera algo para que su hija estuviera lo más a salvo posible. Posterior a esa comunicación con su madre, su padre había abandonado el complejo de apartamentos y, usando su aerodeslizador, se había dirigido al Templo Jedi, si las palabras del Capitán Antilles fueran a ser creídas por ella. Lo cuál, así fue.

El Capitán era su única compañía por el momento, además de los droides que entraban y salían cumpliendo sus tareas. No era que el capitán confiara más en ellos que en las personas de carne y hueso asignadas a asistirla.

Su madre había enviado a un grupo de doncellas casi detrás de ella para que la atendieran y le hicieran compañía, pero no pasaban más tiempo del establecido por el capitán en el apartamento.

      —Todo este asunto es innecesario —se quejó ella—. Debería de estar de vuelta en Alderaan y estar haciendo algo de verdad.

Lysandra estaba sentada en uno de los sillones color granate, casi perdida entre los cojines del mismo color. Las faldas de su vestido se enrollaron en sus piernas cuando las colocó sobre el sillón, un enredo de sedas púrpuras y suaves.

      —No puede hacer algo si está en constante peligro, Su Alteza —la voz del capitán respondió, él estaba dando vueltas alrededor de la estancia, como si pudiera prevenir algo de suceder desde esa posición.

Lysandra no creía que alguien fuera tan tonto como para intentar atacarla estando aquí; era uno de los edificios mejor protegidos que existían en todo Coruscant. Muchos de los miembros del Senado tenían propiedades en el edificio.

      —Siempre me pregunté por qué nunca me llamaste por mi nombre. Tampoco llamaste nunca a mi padre por su nombre, y ustedes se conocen desde antes de que yo naciera.

LIGHT A FLOWER ⸊ˎA. SkywalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora