8. ANAKIN

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Capítulo VIII
❝ Un peligro real ❞
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«No seas real, por favor, no seas real...»

Pero en ese momento no había nada más real que eso. Superado, sólo tal vez, por su ira.

La ira era una sensación aplastante en todo su ser, dominante por naturaleza, y del tipo que ardía rápidamente pero que no moría con la misma rapidez.

Todo esto era culpa de su incapacidad de proteger a Lysandra.

—¿Dónde está ella? —demandó su voz, Anakin no se molestó en ocultar nada de lo que sentía—. ¿Dónde está Lysandra?

Las doncellas trataron de acurrucarse entre sí, también buscaron ayuda en los ojos del capitán Antilles, pero no había nada allí que las fuera a rescatar, el hombre estaba furioso y su preocupación era irrefrenable, era dueño de la misma sensación de fracaso que tanto Anakin como Ahsoka ya sentían.

¿De qué servía ser un Jedi si no podía protegerla y actuar propiamente?

      —No lo sabemos, mi señor, por favor, créanos. No fuimos parte de nada de esto.

Sin embargo, sus coros angustiosos sólo volvieron menos infructuosa la interrogación y con ello sólo alimentaban la frustración de Anakin.

Ellas le miraban con miedo, pero a él ciertamente no podría importarle menos.

No le temían a él: le temían a las circunstancias; una de ellas había secuestrado a la Princesa debajo de sus narices y las de toda la seguridad del Edificio, las consecuencias podrían no venir de Anakin pero llegarían de algún lado.

      —General Skywalker —llamó el Capitán de la seguridad de Lysandra, el hombre estaba desesperado—, ¿seguro que puede sentir si mienten?

Anakin frunció el ceño, tratando de encontrar algo que delatara una verdad o una mentira, en lugar de distraerse por lo que pensaba o sentía su cuerpo. Pero no podía sentir nada por encima de su propia ira y preocupación. Se quedó cegado por eso.

Necesitaba calmarse, lo sabía, pero era una tarea difícil, ahora mismo parecía imposible.

Anakin se decidió a que iba a conseguirlo, costara lo que costara. Su cordura ya estaba pendiendo de un hilo.

      —Hablen —exigió nuevamente—, digan cualquier cosa que sepan, y recuerden que ahora mismo estamos haciendo el interrogatorio educado.

Trató de recomponerse tanto como pudo. Nunca antes su sable de luz se había sentido más inútil atado a su cinturón. No serviría más que para demostrar una rabieta y destruir todo sin sentido. 

      —No sabemos por qué Cierde haría algo así —dijo una de las doncellas, no apartaba los ojos de sus manos unidas a modo de súplica—. Ha trabajado durante años para la Familia Real.

      —Debe haber cambiado de lealtades entonces —comentó desagradablemente.

Para muchas personas las lealtades significaban muy poco, tan poco que sus actos apenas serían considerados traición en sus propias mentes.

Una de las doncellas, más adulta que las otras, estiró su cuello con una dignidad que le había hecho falta antes y que salió a relucir sólo ahora.
      —Somos criadas —dijo honradamente—, pero somos leales.

Podía sentir la verdad en eso, y era eso lo que más lo molestaba en este momento. No importaban sus verdades que no aportaron nada a la situación.

LIGHT A FLOWER ⸊ˎA. SkywalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora