34. LYSANDRA

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Capítulo XXXIV
❝ Pequeño Cazarrecompensas ❞
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El cielo se sentía extraño cuando sus ojos se fijaron en él.

Una mano la obligó a mirar hacia arriba, tomándola de la nuca. Sus trenzas lucharon por seguir en su lugar y cada músculo de su cuerpo se tensó con incomodidad y no sólo dolor.

Ignoró el aliento nauseabundo y el agarre grotesco, y se limitó a contemplar el cielo pretendiendo como si el rostro no estuviera justo delante del suyo, aclamando por su atención.

Había visto muchos cielos antes. Oscuros, luminosos, pálidos, coloridos. Éste estaba lleno de nubes y, sin embargo, poseía un gran vacío que se transmitió a ella en consecuencia y sin esfuerzo.

La nave de los cazarrecompensas estaba estacionada no muy lejos de ellos, cubierta de la vista que cualquier otra nave podría obtener de acercarse desde arriba. Ninguna nave que se acercara volando por la zona sería capaz de verlos tampoco.

Los cazarrecompensas eran cuatro, y si Lysandra había prestado atención a los nombres que se llamaron unos a otros, ella había captado los cuatro nombres. Boba era el niño, de la edad de los cadetes clon entre los cuales se había mezclado en la nave. Sing, la líder, era una mujer tan alta como Anakin, de piel extremadamente pálida como un muerto, ella miraba a Lysandra con ojos codiciosos, como si pudiera ver algún valor detrás de ella.

Ni Boba ni Sing parecían tener intenciones de dispararle con un bláster por el momento. Y Lysandra esperaba no tentar su suerte de poder evitarlo. Esos disparos dolían como el infierno quemando su piel y carne.

No. El peligro y la incomidad las causaba Bossk, un hombre trandoshan, más alto que Sing pero no más alto que Castas, su otro compañero cazarrecompensas que parecía a punto de mearse los pantalones cada que un ruido nuevo llegaba hasta sus oídos. Bossk vio a Lysandra como un objeto que vendería como tal, la veía como a alguien que estaba a punto de privar de su libertad.

Aquello no era una sorpresa, viniendo de un cazarrecompensas no habría esperado un tratamiento más amigable. Lysandra había tratado con los de su tipo antes, pero ninguno fue tan altanero y desalmado al hablar como Bossk, quien sin nigun problema o tartamudeo les hizo saber a sus rehenes de su reputación por cazar Wookies. Como si ellos no sospechasen ya de sus manos sucias y sus tratos aún más terribles.

No ayudaba mucho su apariencia de trandoshan, que era reptiliana, de piel escamosa y bastante demacrada, con su mandíbula llena de dientes puntiagudos y grandes con los que se deleitaba de sonreír a sus rehenes.

—Esta es bonita —decretó, todavía sosteniéndola por la nuca—. Mira ese rostro, nos va a ganar una buena cantidad de créditos. Podemos venderla muy fácilmente en el mercado del Borde Exterior.

Lysandra no dijo nada, sus labios sellados. Ni gruñó, ni reaccionó. Ni siquiera sus ojos parpadearon. Se preguntaba si procedía de un anhelo innato de supervivencia o del incesante cansancio que se había apoderado de sus facultades físicas y mentales finalmente por completo.

Ella no sería vendida. Lo sabía con certeza. Aunque los peligros asecharon con frecuencia, ella no sería vendida en el mercado de esclavos del Borde Exterior, no porque no fuera posible ni porque ella estuviera por encima de tales tratos. No en este momento, al menos. Sino por lo que corría por su ser y el de ellos: las emociones. Una vez que se recompusiera lo suficiente, como una batería que carga, llegaría el momento.

LIGHT A FLOWER ⸊ˎA. SkywalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora