53: Reconstruir el Muelle del Loto (3/3)

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Desde el mismo momento en que el primer pabellón tuvo cuatro paredes y un techo que las cubriese, los familiares le rogaron a Jiang WanYin que les llevasen a vivir al Muelle del Loto. Todos aquellos que no se habían adaptado a los Lan en aquel tiempo ya no podían esperar más. Preferían acinarse en aquel pabellón que seguir viviendo en aquella fría montaña con los magos vegetarianos. No le sirvió de mucho pedirles que lo considerasen y esperasen a que las condiciones de vivienda fuesen dignas para todos. Los únicos que parecieron aguantarse fueron los que tenían cachorros a su cargo. Eran demasiado conscientes de que los pequeños no aguantarían el cambio de ambiente con unas obras que todavía durarían entre meses y años. Demasiado ruido, demasiados olores extraños, demasiado estrés para las crías más pequeñas. Por pura solidaridad, sus compañeros prometieron acelerarla construcción del pabellón guardería y aislarlo de sonidos para que se pudiesen mudar cuanto antes.

WanYin tuvo que meter unos cuantos rugidos de los realmente fuertes para hacer entrar en razón a los impacientes. Tendrían que respetar los tiempos previstos por los maestros constructores les gustase o no. Aunque tuviesen más manos para levantar los pesados tablones de construcción había que dejar que las maderas se asentasen debidamente. No iba a poner a nadie en riesgo innecesariamente. Si se saltaban las restricciones en tierra ¿Qué pasaría cuando comenzasen a construir sobre el agua? Todavía no estaba seguro cuantos de ellos sabían nadar, lo cual agravaba más la situación. No quería tener ahogamientos provocados por una caída estúpida. Podría enseñarles a flotar y a nadar lo suficiente como para ponerse a salvo cuando el buen tiempo comenzase, pero por ahora, los mantendría a todos en tierra todo lo posible. No se arriesgaría a descubrir que entraban en pánico en el agua y no se dejaban rescatar por tratar de patalear para mantenerse en la superficie.

La reconstrucción marchaba bien. Los maestros constructores estaban contentos con el respeto y la obediencia de los trabajadores. No había retrasos en la colocación de las estructuras principales y por suerte, no había interferencias exteriores que estorbasen la construcción. El consistorio mandaba inspecciones de cuando en cuando, pero ni la prensa, ni los curiosos tenían permitido el paso al recinto. La construcción no se llevaba en secreto, pero tampoco era una exposición abierta para cualquiera. Los únicos externos que consiguieron permiso para frecuentar el lugar fueron algunos estudiantes universitarios de últimos años de arquitectura y restauración. Solo cuando los maestros constructores estaban de acuerdo y en las áreas que se consideraban seguras.

Ellos sabían perfectamente, qué, cómo y cuándo podían enseñar de cada área, y respondían a las cuestiones sobre materiales y técnicas cuando les venía bien. WanYin trataba de intervenir lo menos posible en aquellos intercambios. Se encargaba del papeleo y los permisos, pero si uno de los maestros decidía vetar a alguien por algún motivo, no saldría en defensa de los estudiantes. Eran los constructores los que tenían la última palabra sobre lo que querían transmitir o no. Se limitaba a negociar con la universidad y ayudar en la obra siempre que tenía tiempo. Alguien tenía que encargarse del resto de la logística. Además de atender a las solicitudes de los hoteles. Ya había tenido que nombrar a un segundo al mando que le aglutinase todas las dudas y problemas que surgían en el Muelle del Loto durante su ausencia.

Había días en los que, al llegar a casa, WanYin se transformaba en gato y se hacía un ovillo en la cama mientras XiChen preparaba su infusión nocturna. Eso no evitaba que el mago lo tumbase en su pecho cuando se acostaba, pero desde luego, afectaba al cada vez más escaso tiempo que pasaban juntos. Otros días se dormía acurrucado en JingYi mientras le contaba un cuento, que parecía funcionar mejor con él que con el infante. Sólo cuando Jiang Cheng se levantaba antes de lo normal tenían un momento para tener cierta intimidad, y después del orgasmo, Jiang Cheng volvía a dormirse sobre el mago para permanecer en la cama un rato más. XiChen lo permitía precisamente porque sabía bien que tan cansado estaba. Necesitaba tomarse algún día de descanso. Los tres lo necesitaban.

Al otro lado del vínculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora